LIMÓN & VINAGRE

Teodoro García Egea, el ingeniero feliz

Al antiguo escudero de Pablo Casado le queda toda una vida por delante para arrepentirse, para revisar decisiones del pasado o para no mirar atrás

Teodoro limon vinagre

Teodoro limon vinagre / EUROPA PRESS / EPE

José María de Loma

José María de Loma

Hubo un tiempo en el que estaba en todas partes. Más que Teodoro García Egea parecían Teodoro García y los Egea. Se multiplicaba. En el telediario, los periódicos, las tertulias. Egea, el buen segundón. El gregario que no quiere ser líder. El escudero de Pablo Casado. Fue su alma, su consejero, su secretario, su guardián, su poli malo. De Casado. Aunque no sus bemoles, que estos Casado bien que los sacó a pasear en la moción de censura primera de Abascal, a quien cantó las cincuenta, llenó de venablos e invectivas, leyó la cartilla y le votó que no. Cosa que Feijóo no va a ser capaz de hacer.

Teodoro García Egea, a sus 38 años ya ha vivido toda una vida. Una vida política, madrileña, en Génova, en el Congreso, en el corazón del sistema. Todo un "sectario" general del PP, como se decía de Cascos. Poder y poder. Y ahora, en plena juventud, se marcha. Abandona la política, que lo abandonó a él hace un año.

Egea calculó mal. Sus fuerzas. Él y Casado demostraron que querer no es poder. Se enfrentaron a Ayuso, cuyo hermano hacía negocietes con material quirúrgico en plena pandemia y sufrieron no solo los idus de marzo y las iras de la presidenta, también el repudio de su partido y hasta un escrache a las puertas de la sede central. Egea era el enésimo Cospedal, el enésimo Pujalte, el enésimo González Pons, el énesimo Zaplana. O sea, esa figura que sale a dar la cara, la peor cara, para mantener las filas prietas y tener de los nervios al enemigo, eso que otros llaman el adversario.

Egea fue furibundo contra Sánchez y el PSOE. Cuando llegó Feijóo, guardó escaño y ahora, ninguneado, se vuelve a su casa, que es la ingeniería. No es de esos sin profesión conocida. El anuncio de su marcha coincidió con la presentación de un libro que ha escrito no con la idea de renovar la prosa y la literatura patria, pero sí con la intención de abundar en eso de las criptomonedas y la criptoeconomía.

Su fe en este medio, en la economía futura y digital y en estos asuntos es ahora tanta como la que tenía en su PP. Aunque de momento no ha dado un paso de buen economísta aunque sí de ejemplaridad: renuncia a cobrar las 13 mensualidades de censantía del Congreso a las que tenía derecho, que le habrían podido granjear cincuenta mil euros. Criptoeconomía: no supo entender algunas claves del poder y de la lealtad, y condición humana, pero sí cree poder desentrañar el misterio de los bitcoin.

Teodoro García Egea, junto a Pablo Casado cuando ambos mandaban en el PP.

Teodoro García Egea, junto a Pablo Casado cuando ambos mandaban en el PP. / EPE

Lo que no tiene mayor misterio es a quién aludía cuando en su despedida dijo que nunca había sido desleal a sus principios y que no se arrepentía de nada, lo cual es un mensajito a Ayuso a la que estos mensajitos dañan tanto como una mosca que se nos posara vestidos con armadura.

Algunos dirigentes del PP han dicho ahora de él que fue duro y hasta indigno y que este año ha vegetado en el Congreso, presidiendo una comisión que solo convocó dos veces y aislándose en su despacho de la Carrera de San Jerónimo sin hablar demasiado con no pocos de los que otrora manejaba.

Murciano de Cieza, casado y con dos hijos, ostentó la secretaría general de los populares durante cuatro años; es doctor ingeniero por Cartagena y se inició en la política como concejal en su pueblo de 2007 a 2009, cuando era un joven pimpollo pulcro con el titulín debajo del brazo y el convencimiento de que el PP era la solución y el fin. Acabó siendo el medio, más bien. Casado lo nombró secretario general cuando le dirigió la campaña contra Cospedal. A partir de ahí, su éxito más notorio, aparte de lograr ser famoso, fue evitar una moción de censura en Murcia letal para los intereses populares.

No supo entenderse con Cayetana Álvarez de Toledo, frase ésta delante de la cual se podría poner casi cualquier nombre. Una tenía la altivez intelectual y el otro la que da el cargo. No fue un choque de trenes ni de inteligencias y sí una guerra marcada por la sinuosidad.

A Egea le queda toda una vida por delante para arrepentirse. Para revisar decisiones del pasado (una de las grandes fuente de infelicidad a decir de Bertrand Russell) o para no mirar atrás, descorbatarse y echarse a la carretera a proclamar la buena nueva de la economía futura, las criptomonedas y las bondades de los números frente a las palabras. La de Teodoro García Egea ha sido una carrera política fugaz. Lo cual, carrera política fugaz, debería ser una redundancia. Que pase el siguiente.