LIMÓN & VINAGRE

Eduardo Zaplana, viendo cosas oscuras desde buena mañana

El tipo bronceado que fue presidente valenciano y ministro del PP se declara inocente de todo lo que le acusan, lo que le iguala al cien por cien de los acusados de cualquier delito

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Diseño sin título 2023 01 30T191415.815 / EPE

Albert Soler

Albert Soler

Eduardo Zaplana, el tipo bronceado que fue presidente valenciano y ministro del PP, se declara inocente de todo lo que le acusan, lo que le iguala al cien por cien de los acusados de cualquier delito. Para asegurar que no cobró jamás comisiones por el Plan Eólico ni adjudicó irregularmente las ITV, para afirmar que los más de seis millones de euros localizados en el extranjero no le pertenecen, más vale quedarse callado. Lo suyo sería admitirlo todo, uno espera de alguien como Zaplana que se distinga por lo menos en eso de los demás reos, pero qué va, es como todos.

Lo de las ITV, por cierto, se ha revelado como el chollo autonómico favorito, en Cataluña tenemos también a uno de los hijos de Jordi Pujol –no recuerdo cuál, son todos parecidos y tienen todos la misma afición a hacer dinero fácil– metido en lo mismo, se conoce que no hay negocio más rumboso que manejar en exclusiva un servicio que estén obligados a recibir todos los ciudadanos, sea la revisión anual del vehículo, sea el funeral cuando proceda. Cabe recordar que lo más sincero que dijo Zaplana durante su etapa pública, fue que estaba en política para forrarse. Algunos interpretaron sus palabras como ganas irrefrenables de hacer dinero, siempre hay gente maledicente, pero el bueno de Eduardo estaba pensando en hacerse con una piel de cabritilla para forrar su chaqueta, que los inviernos son muy traicioneros en el levante español.

Zaplana no es hijo de Pujol, por lo menos oficialmente, pero podría pasar por hermano de Julio Iglesias, así les gusta a los dos vestir bien y así lucen todo el año su exquisito bronceado. Sería por esa fraternidad no confirmada que el presidente valenciano contrató al cantante para que hiciera promoción de dicha comunidad, no queda claro si por dos millones de euros o por seis, al fin y al cabo, el dinero de todos no es dinero de nadie, así que no vamos a ponernos exquisitos. Todo lo que tenía que hacer era acompañar a los empresarios de la región a viajes y ferias, sonriendo un poco y soltando un hey de vez en cuando. No se sabe si Julio Iglesias se metió en la música asimismo para forrarse, pero gracias a Zaplana, con unos cuantos viajes pudo hacerse también con una piel de cabritilla para su chaqueta, que supo valorar como solo sabe hacerlo quien es consciente de que, al final, las cosas quedan, las gentes se van.

Zaplana ve muchas cosas oscuras, nada extraño en alguien que lo primero que ve en el espejo de buena mañana es su cara. El bronceado perpetuo queda tan aferrado a la retina que el mundo se oscurece, y tal sensación se prolonga durante toda la jornada. Así, ve "cosas oscuras" en los atentados del 11-M, aunque lo más negro que vieron ahí los ciudadanos españoles fue la nefasta –algunos dirían que mal intencionada, populista o incluso delictiva, eso va a gustos– gestión que de aquellos hechos realizó su gobierno. Por supuesto, ve también oscura su detención y la investigación que la propició, parece mentira que el juez y la policía fabriquen un caso así sobre alguien que no aspiraba a nada más que a una piel de cabritilla.

No ve, en cambio, nada oscuro en Terra Mítica, el complejo que se construyó al lado de Benidorm, el Disneyworld del PP –se descartó al final que un muñeco cabezón de Aznar diera la bienvenida a los visitantes, a manera del de Mickey Mouse–, el no va más del turismo, el palacio de la diversión, lo que debía colocar a Zaplana en la posteridad, que costó 377 millones de dinero público y se terminó vendiendo por 67. Se perdieron 310 millones por el camino, aunque Zaplana insiste en que no fue un fracaso, ya que "nadie paga 67 millones por un fracaso", de lo que se deduce que el exministro es un optimista compulsivo o un dilapidador al que mejor no permitirle tocar ni un euro ajeno. Por fortuna –no sé si lo he comentado antes– no hay que ponerse exquisitos con el dinero público, que no es de nadie.

Zaplana padece leucemia, aunque se conoce que es una leucemia buena gente, no lleva mala intención. O, por fortuna, no tanta o tan rápido como a priori se temía. A la leucemia de Zaplana se le podría recitar lo de "los muertos que vos matáis, gozan de buena salud", cosa que es de celebrar, ojalá todas las leucemias evolucionaran así. Si será buena gente esta leucemia, que ha propiciado que políticos de todo pelaje –el mismo Otegi, sin ir más lejos– solicitaran la excarcelación de Zaplana, de forma que ahora puede esperar a la celebración de su juicio en casita o en televisión proclamando su inocencia, como es obligación de todo acusado. Y si al final es condenado, le queda la carta de un indulto al que probablemente ningún partido político se va a oponer, que en las cosas de los dineros manda el "hoy por ti, mañana por mí".