IZQUIERDA

Impuesto a la banca, cheques-familia, alianza con Bildu... Los dos años en los que Sánchez se mimetizó en Podemos

El llamado giro del presidente del Gobierno ha sido más bien una lluvia fina desde su llegada a Moncloa

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz.

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. / EFE

Y Pedro Sánchez miró a la izquierda. El titular ha impregnado todos los medios en los últimos días, después de que el presidente de Gobierno anunciara durante el debate sobre el estado de la nación la creación de un impuesto a los beneficios extraordinarios de las eléctricas y otro a la banca. Una nueva figura fiscal que Podemos llevaba meses reclamando y que el socialista enarboló como propia ante la sorpresa de los morados, que desconocían las medidas que iba a anunciar.

El socio minoritario del Gobierno celebró este "cambio de rumbo" de Sánchez y se atribuyó el impulso de estas propuestas. Y de inmediato se lanzó a subir la apuesta en términos políticos, presentando medidas de izquierdas aún más ambiciosas que le ayudaban a resituarse en el tablero político. Así, ha reclamado subir 10 puntos el Impuesto de Sociedades a los grandes supermercados que se hayan beneficiado de la crisis, o una Ley de Familias que incluya bajas de maternidad y paternidad de seis meses o 7 días de permisos retribuidos para cuidados. Unos órdagos que Podemos pone sobre la mesa con la esperanza de sumarse el tanto en caso de que pasen a ser asumidos por el Gobierno.

Lo cierto es que el llamado giro de Sánchez que escenificó esta semana ha sido más bien una lluvia fina desde su llegada al Gobierno. Dos años y medio en los que ha ido asumiendo como propias algunas de las banderas que con más ahínco defendía el partido Podemos. Entre las últimas muestras de esta suerte de mimetización también quedó de manifiesto en el paquete de medidas del decreto anticrisis por la Guerra de Ucrania, donde incluyó ayudas que hasta entonces había rechazado, como era el cheque de 200 euros para familias vulnerables -en desempleo y con rentas menores a 14.000 euros- o la bonificación del abono transportes. Todas ellas planteadas por los morados.

Pedro Sánchez e Irene Montero, durante el acto del Día Internacional de la Mujer.

Pedro Sánchez e Irene Montero, durante el acto del Día Internacional de la Mujer. / DAVID CASTRO

Pero Sánchez tampoco ha tenido grandes problemas en los últimos meses en asumir como propios los logros que Unidas Podemos ha conseguido arrancar, con sangre, sudor y lágrimas, en el Gobierno de coalición. Durante su discurso inicial en el debate de esta semana, el presidente sacó pecho de dos medidas que fueron posibles por el ala morada. Es el caso de la reforma laboral y de las sucesivas subidas del Salario Mínimo Interprofesional, dos asuntos que fueron duramente negociados con los socialistas por la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. "En España hay más gente con empleo que en ningún momento de nuestra historia. Y, gracias a la reforma laboral, España ha batido su récord de contratos indefinidos: casi ocho de cada diez asalariados", defendió Sánchez desde la tribuna, que exhibió que "también tenemos un salario mínimo un 40% más alto del que hace diez años tenían nuestros trabajadores". Un incremento que llevó meses de negociación en el seno del Gobierno.

Los cambios de Sánchez no se han producido únicamente en lo relativo a propuestas concretas, sino también en la política de alianzas. Desde su nacimiento en 2014, Podemos apostó por homologar a Bildu como una fuerza de izquierdas y huir de las reticencias que hasta entonces generaba en la política española por sus lazos con la ilegalizada Batasuna, considerada el brazo político de ETA. Unas reticencias que el líder socialista compartía, negando una y otra vez que fuera a llegar a ningún tipo de acuerdo con la formación abertzale.

"El PSN y el PSOE tenemos la misma posición y es que con Bildu no se acuerda nada”, defendió en junio de 2019, cuatro meses antes de la repetición electoral que le llevaría a gobernar con Podemos. Dos semanas después de las elecciones de noviembre de ese mismo año, los abertzales le aprobaban los Presupuestos Generales del Estado tras alcanzar un acuerdo. Desde entonces, Bildu ha sido un aliado habitual del Gobierno; aunque en los primeros compases de la coalición era Pablo Iglesias quien ejercía de interlocutor con estas fuerzas para lograr su apoyo, la relación se fue normalizando por parte del ala socialista, que a día de hoy ha otorgado carta de naturaleza a cualquier pacto con esta formación, pese a las resistencias iniciales.

La relación con las fuerzas catalanas del PSOE también se ha visto alterada en los últimos años, obligado por la llamada "geometría variable" del Gobierno para lograr mayorías. Lo cierto es que Sánchez ha promovido una relación estratégica con ERC. Una relación cambiante, en función de la política doméstica catalana, pero que ha permitido al Gobierno desplegar su agenda legislativa y ha cristalizado en las reuniones bilaterales del líder del Ejecutivo con el president republicano, Pere Aragonés. Y para llegar a este punto, el presidente también ha tenido que moverse de sus posiciones sobre el conflicto catalán, acercándose de nuevo a las tesis de Podemos.

Pere Aragonès y Pedro Sánchez.

Pere Aragonès y Pedro Sánchez. / Ferran Nadeu

El líder socialista aseguró en septiembre de 2019 que no dormiría tranquilo con Podemos en el Gobierno. Una de las razones que esgrimía era precisamente la presencia de dirigentes de los comunes como Jaume Asens que defendían la libertad de los líderes encarcelados por el procés. Menos de dos años después, en septiembre de 2021, el Consejo de Ministros daba luz verde a los indultos de los independentistas en pos de facilitar la convivencia en Cataluña, al mismo tiempo en que se abría a reformar el Código Penal para modificar los delitos de rebelión y sedición y rebajar las penas, en otra de las propuestas salidas de Podemos. Una medida que a día de hoy sigue en stand by y que el Gobierno ha paralizado de momento ante la falta de mayorías.

Pero las banderas moradas que ahora enarbola Sánchez no se dan sólo en términos políticos. También ocurre en lo simbólico. El presidente de Gobierno ha comprado el marco, muy empleado por Podemos, por el que existen fuerzas ocultas que tratan de destruirle. Unas tesis que el pasado 25 de junio expresó de manera nítida, llegando a utilizar algunas de las expresiones que adquirieron cierta popularidad con Pablo Iglesias, como es la relación entre "poderes ocultos" y sus "terminales mediáticas".

“Este es un Gobierno muy incómodo para determinados poderes ocultos y económicos, que tienen sus terminales mediáticas y políticas”, señaló Sánchez desde la sala de prensa del complejo de La Moncloa. Una tesis que sintoniza con la teoría de la conspiración tantas veces aireada por Podemos, que basó una campaña electoral en el concepto que definió como "la trama" y que ha introducido "las cloacas" como uno de los principales elementos de su discurso. Un partido que culpaba directamente a medios de comunicación de estos intentos de destruirle, llegando a tildar al grupo Prisa como "la máquina del fango", en una estrategia que continúa y en la que en las últimas semanas también han abierto una cruzada contra La Sexta.