Opinión | VENGA, CIRCULE

La comida más importante del día

Cometí el error terrorífico de no desayunar en casa sino en uno de esos bares en los que un café y un mollete de aceite de oliva y tomate valen tres euros cincuenta

La comida más importante del día.

La comida más importante del día. / ADAE SANTANA

Cómo detesto buscar piso, me arrebata las ganas de vivir. Pienso en hacer otra mudanza y me empiezan a doler todos los huesos del cuerpo. Comprar cajas, llenar cajas, embalar cajas, transportar cajas, abrir cajas, vaciar cajas, tirar cajas. La última vez que me mudé no soporté ver cómo el sitio en el que había vivido tantas cosas se iba vaciando poco a poco, tuve que irme. Últimamente le doy vueltas a la idea de hipotecarme porque es muy grande la diferencia entre lo que pago por algo que no es mío y lo que pagaría por algo que sí terminará perteneciéndome en algún momento. Sin embargo, me impone muchísimo más una hipoteca que el matrimonio porque de este último se puede escapar una, pero de lo primero no. Treinta años o más de compromiso, qué locura. Esta será la novena vez que cambie de casa.

No entiendo mucho de Economía pero el precio de los alquileres sigue sin regularse solo, ¿será que nos engañaron? Leí en alguna parte que dedicarse al alquiler de pisos es la forma de ganarse la vida de muchas personas, solo así consiguen generar riqueza. Me preguntaba alguien en no recuerdo qué entrevista que por qué era tan importante para mí el humor y por qué marcaba tanto mi estilo el giro de la risa. Imaginen no tomárselo a guasa cuando leen que un casero genera riqueza cuando en realidad lo único que hace es quedarse el dinero de otras personas que sí trabajan. O te ríes o te tiras de un séptimo piso a la calle. Ni en el cielo ni en el infierno se pagan alquileres, la oferta resulta atractiva.

Cuanto menos tiempo tengo para finalizar una tarea más tiempo pierdo en cualquier cosa que no sea esa precisa tarea. Le temps prend tout son temps et moi, je perds le mien. Esta semana me ocurrió cambiar la distribución de todos los muebles del salón de mi casa -de alquiler- el mismo día en el que debía preparar un proyecto muy importante del trabajo.

¿Por qué? Quién sabe, ni idea. Puse todo patas arriba, me cansé, luego me arrepentí de haber sacado el sofá del sitio en el que tanto me había costado colocarlo hacía algunos meses, me pregunté varias veces a mí misma "¿Por qué eres así?", no obtuve una respuesta concreta. Bufé, sudé, me cansé, miré el móvil, volví a bufar. Consideré aceptar que me había equivocado y que aquel no era el momento para eso, pero me resistí a mí misma y seguí a lo mío, cambiándolo todo de sitio. Son muy graciosas las conversaciones que una persona puede tener con su propio ser sin abrir la boca en ningún momento. En todos mis años de vida la peor plaza en la que he toreado es mi fuero interno. Como al día siguiente estaba muy cansada, cometí el error terrorífico de no desayunar en casa sino en uno de esos bares en los que un café y un mollete de aceite de oliva y tomate valen tres euros cincuenta pero a cambio ponen uno de los peores programas matinales de la televisión a todo trapo. En ese programa que tenían puesto en la televisión, un grupo de periodistas comentaba una noticia que mi cerebro se negó a entender en un principio porque le pareció demasiado cruel.

Un empleado de limpieza del hospital veterinario de la Universidad Complutense de Madrid fue detenido por la policía por violar a una cabra. Una alumna de la facultad que estaba haciendo sus prácticas sorprendió al trabajador y dio la voz de alarma. Dos de los tertulianos adoptaron una postura muy curiosa, defendieron al tipo. Les parecía hipócrita que en el mundo uno pueda comerse una cabra pero esté mal visto violarla. Toni Cantó insistió mucho en esto y en que destinar recursos públicos a investigar y castigar este crimen era insultante. En este país sucede algo muy extraño con los actores convertidos en políticos reciclados en tertulianos tras fracasar estrepitosamente en todas sus profesiones.

Creen que si fingen que sus cortísimas carreras políticas no existieron los demás haremos lo mismo. Ojalá se hubiese quedado en la Oficina del Español que Ayuso montó para él en vez de dedicarse a hacer estos papelones en la televisión. Es cierto que la Oficina del Español era un chiringuito que, sorpresa, se pagaba con recursos públicos, pero al menos así a muchos nos habría ahorrado querer vomitar nuestros desayunos. Lo habría considerado una victoria.