Opinión | EL TRIÁNGULO

Hacer de la prudencia virtud

Entre pasar página y la restauración del presidente Puigdemont, los votantes han hablado. Ha quedado claro que la segunda opción no es la más deseada

El expresidente de la Generalitat de Catalunya y candidato de Junts a las elecciones catalanas, Carles Puigdemont, comparece tras el recuento de votos durante el seguimiento de la jornada electoral de elecciones autonómicas de Cataluña, en Jean Carrère Sp

El expresidente de la Generalitat de Catalunya y candidato de Junts a las elecciones catalanas, Carles Puigdemont, comparece tras el recuento de votos durante el seguimiento de la jornada electoral de elecciones autonómicas de Cataluña, en Jean Carrère Sp / Glòria Sánchez - Europa Press

La noche electoral fue medida en las alegrías y en las derrotas, después de casi diez años de exaltación emocional, bienvenida sea la contención. El ganador no hizo un gesto de celebración más allá de la música de fondo, y una foto con los brazos alzados de la que se retiró rápido "con un venga, ya está". Es una victoria trabajada durante muchos años, insultados durante los tiempos del procesismo y de la aplicación del 155, en los que el PSOE voto sí. Años de procesos judiciales, de políticos en prisión y algunos fugados. Por eso, la cuenta que algunos hicieron excluyendo al PSC del constitucionalismo es especialmente dolorosa para Salvador Illa, que no se ha apartado una coma del texto constitucional, aunque defienda un proyecto federal. Entre pasar página y la restauración del presidente Puigdemont, los votantes han hablado y lo que ha quedado claro es que la segunda opción no es la más deseada. Pero para pasar página del mismo modo que se hizo en los primeros años de la nueva democracia española hace falta colaboración, prudencia y ausencia de personalismos.

ERC, la principal perdedora de la noche, más allá de la primera reacción de con nosotros no cuenten, ni con unos ni con otros, ha comenzado la transición en su liderazgo. Aragonès después de ser presidente no es hombre para nuevos acuerdos, ni para estar en la oposición lidiando con su principal adversario, Junts, que no parará de exhibirle los 15 diputados de diferencia. Puigdemont, a pesar de su órdago de presentar la candidatura a la investidura, va a ir siempre hasta el final porque su figura se ha modelado sin término medio en la victoria o en la derrota. No hace sangre con romper el pacto con Sánchez.

Todo el mundo ha bajado el tono en una campaña en que ni la amnistía, ni la autodeterminación centraron el debate. Tampoco para el PP, ni Vox, este último más centrado en el discurso nacional que será el europeo sobre inmigración, delincuencia y seguridad. Se trata de meter miedo, cuanto más mejor, de desestabilizar para subvertir el orden. Crecieron en medio del mayor desorden catalán desde la transición política y un entorno inclusivo, piensen lo que piensen, vengan de donde vengan como declaración de intenciones no les resulta cómodo, el gobierno de obediencia catalana que reclamó Puigdemont les excita más.

Si ante la fatiga electoral de los catalanes, ante los resultados que no dejan muchas dudas, hay partidos que no saben traducirlo en, como también dijo Macron, un país en marcha, tardarán mucho en recomponerse. El domingo fue un mal día para el independentismo tal como lo conocíamos, habrá que darles un tiempo prudente para su resignificación.