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Votar pensando en mañana

Hay políticas que nos benefician y otras que nos castigan, incluso en el caso de que las compartamos ideológicamente

El hemiciclo del Parlament.

El hemiciclo del Parlament. / FERRAN NADEU

Afortunadamente, la ciencia política no sabe decirnos cómo decidimos nuestro voto. Sabemos que pesa la ideología, aunque la caída de los bloques del siglo XX ha generado amplios consensos entre la socialdemocracia, el liberalismo y la antigua democracia cristiana que son con los que se gobierna Europa, donde se toman las principales decisiones que nos afectan. Sabemos que pesan nuestros legítimos intereses, hay políticas que nos benefician y otras que nos castigan, incluso en el caso de que las compartamos ideológicamente. Y sabemos que pesan nuestras emociones, como en casi todas nuestras decisiones. Hay quien se inclina por asegurar que ahora pesan más las emociones que la ideología o que los intereses. Puede ser simplemente que ahora hablemos más de ellas. O que haya partidos políticos, desde la derecha o desde la izquierda, que nos empujan a votar únicamente desde las vísceras, sea desde el miedo o desde el resentimiento.

Los electores podemos tener un problema cuando cada uno de estos vectores nos llevan a votar opciones distintas. Nos cuesta dirimir qué componente debe pesar más. Y no es fácil. En el contexto actual -catalán, español y europeo- quizás sería el momento de añadir un cuarto elemento: las alianzas a pesar de que los partidos sigan tratándonos como niños y asegurando en la campaña electoral que no pactarán con nadie cuando no hay otra que hacerlo e incluso podría ser bueno que así sea. ¿Qué necesita Catalunya a partir de mañana? Diría que estabilidad, transversalidad, cohesión social, ambición económica, fiscalidad justa, protección cultural y un camino para dirimir los pleitos políticos basado en la claridad y no en los atajos. Seguramente, no hay ningún candidato que reúna todas estas apuestas, el camino es elegir el que más se aproxime entre los que estén predispuestos a ponerse de acuerdo y primar a los que ya se han puesto de acuerdo incluso cuando no estaba de moda hacerlo. Pero la última palabra la tiene cada elector.