Opinión | EL TRIÁNGULO

Aquellos cinco días de abril

No sé si hubo verdad en la carta de Sánchez o si todo fue un juego de ilusionismo, pero lo que sí espero es que la reflexión nos sirva a todos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / Moncloa

Con el paso del tiempo hablaremos de aquellos días de abril en los que el entonces presidente Pedro Sánchez pidió cinco días para reflexionar y analizar si, ante el fango en la que se había convertido la vida política, merecía la pena continuar o era más honesto y humano abandonar y curar su alma dolida en la reposada soledad de días sin comparecencias, insultos, guerras sucias y un sinfín de contrariedades y voces cuyo eco era tan potente como efímero será con el paso del tiempo. Y pasados los cinco días, recordaremos, el presidente dijo que continuaba, pero que ese día, 29 de abril, era un punto y aparte en la vida política, mediática y judicial de España, un punto y aparte tras el cual había que escribir la nueva historia de la regeneración de determinadas actitudes que se habían convertido en fraude y negociaban en la oscuridad formas amargas para destruir la honorabilidad y la felicidad.

Y ese día, recordaremos, las voces se lanzaron contra el presidente y sobre todo lo hicieron por lo que de inusual tenía su comportamiento, que tachaban de incompresible, cuando desde mi punto de vista podía ser de todo menos incomprensible, y algunos se rasgaron las vestiduras señalando que había sido una tomadura de pelo, que se había comportado como un niño caprichoso, que su discurso había sido mediocre y que no tenía ninguna credibilidad. Algunos llegaron a decir que era un corrupto del poder y que todo lo había hecho de forma premeditada para salvar unas elecciones catalanas y ser más peronista que el mismo Perón.

Digo que con el paso del tiempo se habrán dicho muchas cosas y recordaremos otras tantas y ojalá el punto y aparte llegue y los privilegios de unos no sean tan costosos para una inmensa mayoría que carece de ellos y que no envidia, solo pretende vivir y que le dejen vivir. No sé si hubo verdad en esa carta, eso solo lo sabrá Sánchez, o si todo, como mantienen muchos, fue un juego de ilusionismo, pero lo que sí espero es que la reflexión nos sirva a todos y sirva a los que tanto alardean con la esencia de la democracia a ser demócratas respetando las normas y la Constitución, exigiendo el fin de las calumnias y mostrando respeto por el oponente, porque si algo ha conseguido Sánchez, queriendo o no, es dar un ápice de humanidad a la tan sangrienta vida política, porque la duda, es preciso recordar, no distorsiona la realidad, sino que más bien le da sosiego y hasta ternura en unos tiempos en los que hemos olvidado sentir despacio, destripadas todas las antorchas de lo venerable.