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Tres elecciones, tres mensajes

En Cataluña, la evaluación que hacen los ciudadanos de la situación económica, tanto personal como general, y de la situación política es claramente negativa

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Elecciones / EFE

Transcurrida la semana santa se pone en marcha el nuevo ciclo electoral en España que se inicia con las elecciones vascas del próximo 21 de abril, continuará con las elecciones catalanas del 12 de mayo y finalizará (si no hay sorpresas) el próximo 9 de junio con la celebración de las elecciones al Parlamento Europeo. Tres elecciones cuyos resultados, que en algunos casos pueden ser históricos, trasladan mensajes diferentes que deberán ser tenidos en cuenta por las diferentes formaciones políticas.

En el caso de las elecciones al Parlamento de Euskadi, las encuestas arrojan lo que podríamos definir como la singularidad vasca. Todos los indicadores relativos a la situación económica y a la situación política son, en general, positivos. Por ejemplo, en Euskadi no se produce esa aparente contradicción, que sí está presente en el conjunto de España, entre la evaluación de la situación económica personal y de la situación económica del conjunto de la Comunidad: ambas son calificadas positivamente por tres de cada cuatro ciudadanos. Por otro lado, más de la mitad de los vascos considera buena la situación política y evalúa positivamente la gestión realizada por el PNV al frente del Gobierno. No obstante, en la sociedad vasca late una importante pulsión de cambio que los partidos políticos han sabido leer, al menos en un primer momento, renovando sus candidaturas a la lehendakarizta: solo Miren Gorrotxategi, de Podemos y Amaya Martínez, de Vox, repiten como cabezas de lista en esta ocasión. Pero el cambio es mucho más profundo, va más allá y puede acabar plasmándose quizá no en un Gobierno de color diferente, pero sí en una histórica victoria numérica (en votos y escaños) de la izquierda abertzale. Lo hemos visto en Galicia con el BNG y lo vamos a ver, en mayor o menor medida, en Euskadi con EHBildu: su estrategia política centrada en cuestiones más sociales que identitarias y su buena gestión municipal a lo largo de estos años en aquellos ayuntamientos donde gobierna le han permitido ampliar y transversalizar su base electoral. En Euskadi, por tanto, el cambio político y social no parecen ir en el mismo sentido y esto lo deberán tener en cuenta quienes finalmente lideren el Gobierno vasco durante la próxima legislatura.

En Cataluña, la evaluación que hacen los ciudadanos de la situación económica, tanto personal como general, y de la situación política es claramente negativa. De hecho, política y economía son dos de los principales problemas perciben los catalanes. Al igual que en el País Vasco la necesidad de relevo también es manifiesta en Cataluña, pero a diferencia de lo que probablemente acabe sucediendo en Euskadi, esta sí se puede acabar materializando en un cambio de Gobierno. Un reinicio que deje atrás el procés y de paso a otro momento en donde otras preocupaciones más mundanas, pero más inmediatas, de los ciudadanos ganen peso en las ofertas programáticas de los partidos. Un dato: siete de cada diez catalanes consideran que la independencia de Cataluña no debería ser en ningún caso una prioridad para el nuevo Govern de la Generalitat.

La ley de amnistía pactada entre ERC, Junts y el PSOE parece ser el hito que separa las dos eras: la del procés y la del post-procés. Y en esta última, los catalanes parecen querer premiar más a quien perdona que al perdonado: hoy por hoy el PSC, con Salvador Illa al frente, es el partido que mejor parece representar ese cambio para los catalanes de forma que el resultado de los socialistas podría llegar a ser histórico al ganar por primera vez en número de votos y en número de escaños. Un bálsamo para Pedro Sánchez.

Finalmente, las elecciones europeas de junio. Una encuesta llevada a cabo por Ipsos para Euronews en los 27 países de la UE, El apoyo a los partidos de extrema derecha y ultraconservadores aumenta en toda la Unión Europea de cara a las próximas elecciones al Parlamento. De hecho, serían primera fuerza política en varios países. En Francia, Rassemblement National, el partido de Marie Lepen, ocuparía esa plaza con el 31% de los votos; en Italia, Fratelli d'Italia, el partido de Giorgia Meloni, con el 27%; en Hungría, el Fidesz de Viktor Orbán, con el 48%; en Austria, el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) con el 28% y en Países Bajos, el Partido por la Libertad liderado nacionalmente por Geert Wilders, con el 22%. En España, ese crecimiento sería moderado y Vox pasaría de 4 a 6 eurodiputados situándose como tercera fuerza política más votada, como de hecho ya sucede en las elecciones generales (con Sumar muy cerca en la pelea por esa posición). En nuestro país, el PP sería el partido más votado con el 38% de los votos.

El nuevo ciclo electoral de este trimestre certifica la necesidad de cambio de la sociedad española y las próximas elecciones autonómicas en el País Vasco y Cataluña, junto con las elecciones al Parlamento Europeo, están destinadas a convertirse en hitos. No obstante, esta pulsión, lejos de ser un bloque monolítico, es una amalgama de aspiraciones y expectativas diversas. Un cambio tan diverso como la propia España. Quien pretenda entenderlo como una fuerza unidireccional, corre el riesgo de cometer un grave error de interpretación. Medir el clima y el pulso social en estos tiempos es una tarea compleja, pero crucial. Solo aquellos que sepan leer estos signos con precisión, podrán entender realmente el rumbo que está tomando la sociedad española.