Opinión | EL MALECÓN

España, de bochorno en bochorno

La ley del silencio perdura casi 20 años después y hace un par de meses hubo que barrer la Agencia Antidopaje por su arbitraria y oscura gestión

La UCO busca en el registro a la RFEF documentos que la Federación no entregó a la jueza

La UCO busca en el registro a la RFEF documentos que la Federación no entregó a la jueza / J.J. Guillén

El deporte español va de cante en cante. Tal es el espanto que mientras los deportistas simbolizan una de las mejores proyecciones exteriores de la marca España los patricios del poder no disimulan su desatención. La enésima tronada que azota a la Federación Española de Fútbol solo es el penúltimo ejemplo de que a la política le importa un carajo el deporte. Por supuesto, salvo que se trate de fotografiarse en algún podio, lucirse en un palco triunfal, conceder de forma exprés una oportunista nacionalidad o posar con los ganadores de turno en la escalinata palaciega de La Moncloa. Esa Moncloa en la que desde junio de 2018 habita Pedro Sánchez, que encadena ya cinco presidentes del Consejo Superior de Deportes (María José Rienda, Irene Lozano, José Manuel Franco, Víctor Francos y José Manuel Rodríguez Uribes). Unos como apéndice del Ministerio de Cultura, otros del de Educación, según donde sople el viento. Al Gobierno los jefes del CSD le duran lo que a Jesús Gil un entrenador.

No es este Gobierno el único presidente al que el deporte le pilla en fuera de juego. Cómo olvidar el “relaxing cup of café con leche” con el que Ana Botella quiso enganchar unos Juegos. Cómo no sonrojarse ante las alfombras mugrientas bajo las que se cerró la Operación Puerto. La ley del silencio perdura casi 20 años después y hace un par de meses hubo que barrer la Agencia Antidopaje por su arbitraria y oscura gestión.

Sánchez conquistó la presidencia apenas un año después de que Ángel María Villar, expresidente del fútbol patrio, pasara doce días en prisión. Ahora, como nadie puso mayor celo en controlar a la FEF, se apunta que Luis Rubiales será detenido en cuanto pise España. Nadie escarmentó. Todo lo contrario. El Gobierno ha sido valedor de Rubiales, de tradicional familia socialista y, junto a Florentino Pérez, máximo rival del demonizado Javier Tebas.

Jurídicamente, la FEF es “una entidad asociativa privada de utilidad pública”. En la práctica, con el CSD de mudanza en mudanza, ha sido un cortijo con nula transparencia. Como en la política, una institución a merced de eso que llaman barones territoriales, sobre los que recae el sostén del mandamás de turno. ¿Es que nadie se preguntaba por qué la Roja debía jugar en un estadio tan feúcho, anticuado y a desmano como La Cartuja? Casualmente, al parecer, remodelado con fondos de la Junta de Andalucía manejados por la FEF y una constructora con supuestos lazos con el brazo jurídico de la propia federación. ¿Es que para llevar la Supercopa a Arabia, por muy discutible que sea, se precisaba de un comisionista, para colmo un jugador en activo con el que colegueaba Rubi? La autoridad, en Babia. De no ser por la FIFA hoy Rubiales quizá siguiera como alto dirigente tras el caso Jenni. Ahora, de nuevo se recurre al paraguas de la FIFA y la UEFA para lograr que su sucesor interino, Pedro Rocha, convoque elecciones de una vez.

Al deporte español se le han colado unos cuantos técnicos maltratadores y le han reaparecido los racistas. Lo mismo han dado 18 denuncias por insultos a Vinicius. De momento, cero condenas. Eso sí, tan arcaicos son algunos principios que tras haber renovado la Ley del Deporte de 1990 aún se tramita una proposición de ERC para que deje ser obligatoria la presencia de cualquier deportista español en una convocatoria, bajo la amenaza de dos a cinco años de inhabilitación. ¡Todavía queda una mili en España! Una España deportivamente de pandereta en la que los deportistas están muy por encima de los políticos.

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