Opinión | DESPERFECTOS

Manual de irresponsabilidad

Vienen elecciones vascas, elecciones catalanas y elecciones europeas, con un gobierno sin presupuestos generales, a merced de avalanchas incontrolables

Pedro Sánchez, el pasado martes en el Senado.

Pedro Sánchez, el pasado martes en el Senado. / José Luis Roca

Hay política de altura, política del mal menor y política del estropicio. Ha estallado la concatenación de escándalos, leyes a medida del culpable, pactos en la tiniebla y con fotografía, insidias y política sin presupuestos. Eran otros tiempos cuando Pedro Sánchez dijo que un gobierno sin presupuestos es como un coche sin gasolina. En el origen fue la irresponsabilidad: el alud político estaba en formación desde antes, pero parece ser que ha llegado a su clímax sea la causa Ada Colau, la amnistía, Puigdemont, el abuso del bótox, la pugna ERC-Junts, Koldo, la conjunción astral o la CIA. 

En defensa no siempre prudente de sus propios intereses, son los socios parlamentarios y de gobierno del PSOE los que ahora maniobran con contundencia y de un modo que perjudica a Pedro Sánchez más que la oposición. La pugna atroz entre Junts y ERC da máxima inestabilidad al gobierno PSOE-Sumar y Ada Colau –de Comuns, que está con Sumar- tumba los presupuestos de la Generalitat para dejar malparado al Ayuntamiento de Barcelona. El presidente de gobierno difícilmente puede confiar en los partidos que le dieron su apoyo hace pocos días y se ha visto con las manos atadas, sin poder presentar los presupuestos generales para 2024. Aparentemente, no se nota que le afecte mucho.

Siendo el 'procés' el factor principal de inestabilidad, atribuirse dotes de pacificador –como ha hecho Sánchez- sintetiza los dos manuales: el de resistencia y el de irresponsabilidad. Así llegó a pedirle a Puigdemont los votos de Junts para la investidura y de ahí el calvario de la ley de amnistía. Ahora la vorágine se multiplica exponencialmente. Vienen elecciones vascas, elecciones catalanas y elecciones europeas, con un gobierno sin presupuestos generales, a merced de avalanchas incontrolables. Hasta ahora han sido 100 días de gobierno en la zozobra permanente, con un presidente necesitado de malabarismos que a veces se asemejan demasiado a la dislocación.  

Adelantar elecciones como ha decidido ERC puede darle un provecho a corto plazo –por ejemplo, si el caso Koldo acaba afectando a Salvador Illa-, pero a la larga eso generalmente denota inestabilidad. Como en las novelas metafísicas, siempre hay un muro infranqueable, una puerta que más vale no abrir. Si la abres, si franqueas el muro, en este caso siempre aparecerá la sentencia final: 'procés' es igual a inestabilidad.

Una ejecutoria de cien días irresponsables tampoco es un aval infalible para presentarse triunfalmente a las elecciones al Parlamento Europeo en junio. Todo será que Ada Colau no vaya en las listas del PSOE a las europeas. Por lo demás, lo que dependa de si Puigdemont vuelve o no vuelve es, por definición, inestabilidad. 

Como de costumbre, comienzan los cálculos de casino republicano-federal sobre las elecciones en Catalunya. En cuestión de semanas puede ocurrir –por ejemplo- que quienes creen tener mejores expectativas para las elecciones catalanas anticipadas sean los más dañados y al revés. Renunciar a la política del mal menor es más que nada la irresponsabilidad infantilista de quererlo todo a la vez y quedarse sin nada.