Opinión | ESPAÑA - MARRUECOS

Enderezar la relación estratégica con Rabat

Queda por ver si la apertura de aduanas en Ceuta y Melilla se concreta en un plazo razonable

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez (i), y el rey de Marruecos, Mohamed VI (c) en su primer viaje oficial de esta legislatura a Marruecos, a 21 de febrero de 2024, en Rabat (Marruecos). El viaje de Sánchez, acompañado por el ministro de Asun

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez (i), y el rey de Marruecos, Mohamed VI (c) en su primer viaje oficial de esta legislatura a Marruecos, a 21 de febrero de 2024, en Rabat (Marruecos). El viaje de Sánchez, acompañado por el ministro de Asun / Pool

La visita de Pedro Sánchez a Marruecos ha servido para confirmar hasta qué punto las relaciones entre los dos países necesitan mejorar desde que el presidente del Gobierno se mostró favorable a un plan de autonomía para el Sáhara Occidental, bajo soberanía marroquí, cambiando sin aviso la posición consensuada durante décadas. Calificadas por el propio Sánchez -con su habitual optimismo- como las mejores de la historia, estas relaciones tienen ciertamente un carácter estratégico y cubren aspectos que van desde la inmigración y la seguridad hasta el futuro de nuestra agricultura o la cooperación cultural y deportiva (en particular, la organización conjunta del Mundial de fútbol en 2030).

El viaje de Sánchez ha servido para reiterar el apoyo de España a la solución planteada por el reino alauí con relación al Sáhara Occidental. El presidente se ha limitado a repetir la posición que adoptó hace casi dos años, sin entrar en detalles, como probablemente hubiesen querido las autoridades marroquís que buscan convencer a los países que todavía se atienen a las resoluciones de Naciones Unidas favorables a un referéndum de autodeterminación.

Desde aquel rupturista cambio de posición del Gobierno español, las relaciones con Marruecos han mejorado aparentemente en casi todos los campos, singularmente en el de la gestión de los flujos migratorios y la seguridad. Así lo certifica esta visita, durante la que Sánchez ha sido recibido por el rey Mohamed VI y se ha entrevistado largamente con su homólogo marroquí, Aziz Ajanuch. En relación con las migraciones, Sánchez ha llegado a calificar de ejemplar la colaboración con Marruecos, mencionando la cooperación en materia de flujos regulares (con la llamada migración circular) y la acción conjunta contra las mafias que trafican con inmigrantes. Es cierto que, en el último año, la acción de la Armada y la Policía marroquís ha reducido sustancialmente la llegada de inmigrantes ilegales procedentes de Marruecos. Sin embargo, esta colaboración bilateral ha mostrado sus límites, al activarse rutas alternativas desde Senegal o Mauritania hacia Canarias. Lo que confirma que una gestión integral de las migraciones solo será eficaz si involucra a los países de origen y la Unión Europea (UE). Queda por ver si los avances anunciados con relación a la apertura de aduanas en Ceuta y Melilla se concretan en un plazo razonable. Esta normalización aduanera, muy importante para estas dos ciudades, se ha retrasado, hasta ahora, por las reticencias expresadas por Marruecos en relación con la normativa aduanera que debe acompañarla.

El viaje ha coincidido con las protestas de los agricultores españoles, a quienes Sánchez ha expresado su empatía desde Rabat, exigiendo una iniciativa europea contra la burocracia y a favor de cláusulas espejo con las que la UE establezca condiciones de reciprocidad para los productos agrícolas al firmar acuerdos comerciales con terceros países. Uno de estos países es Marruecos, y es probable que los interlocutores de Sánchez en Rabat consideren que estas cláusulas son una limitación a su desarrollo económico y social. Mientras Sánchez intentaba cuadrar el círculo de las complejas relaciones comerciales con un país como Marruecos, cuya agricultura compite con la española, cientos de tractores tomaban el centro de Madrid esperando soluciones que no llegan.