Opinión | NUESTRO MUNDO ES EL MUNDO
Colgar de los pies
La Transición fue un pacto amplio para construir la democracia. Ahora el objetivo es conquistar la Moncloa y ningunear al otro gran partido. Así, gobernar será un infierno
El líder del tercer partido ha declarado: "Llegará un momento en que el pueblo querrá colgar de los pies al presidente del Gobierno". Pasó en Italia con Mussolini en 1945. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Ni Estado de derecho, ni abolición de la pena de muerte. Nada.
La causa son los dos bloques. Que Sánchez hable de crear un muro frente a la media España que vota al PP o a Vox. O que el 'ABC', diario bien informado sobre la derecha, titule que el PP hará "irrespirable" la legislatura. Poco que ver con la clave de la Transición, tan atacada por Iglesias, que fue lograr un pacto amplio para construir la democracia.
España quería dejar de ser una anomalía europea y la única vía era el pacto entre la clase política del régimen y la oposición. E incluso los partidos fueron pactos. La UCD unió a 'azules' (Suárez), liberales (Garrigues), democristianos (Óscar Alzaga) y socialdemócratas (Fernández Ordóñez). El PSOE de Felipe se juntó al PSC, a la Federación de Partidos Socialistas e incluso al PSP de Tierno Galván. Y en AP convivieron (Fraga, Silva y López Rodó) políticos que bajo Franco se habían enfrentado. Y aceptaron legalizar el PCE y enterrar el Movimiento Nacional. Sin pactos, no había futuro.
Ahora tenemos una democracia con resultados, pero agrietada porque los dos grandes partidos solo aspiran al poder y a ningunear al otro. Un partido que ronda 130 escaños (sea el PSOE o el PP) quiere lo que ordenó Alfonso Guerra, que "el que se mueva no salga en la foto". Y Aznar, que no votó la Constitución del 78, cree desde hace años que es quien sabe leerla. A su favor.
Hemos pasado de que el pacto fuera el aire necesario para respirar y coexistir con los adversarios a que el único objetivo sea, aunque con hipotecas, conquistar la Moncloa. Y sin voluntad de algún pacto entre los grandes partidos es muy difícil que funcione bien una democracia que exige un fuerte consenso (mayoría parlamentaria de tres quintos) para elegir el poder judicial. Así, gobernar será un infierno.
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