Opinión | GATO ADOPTIVO

El dilema de Feijóo

Feijóo tiene ahora por delante una legislatura, larga o corta, Junts y ERC decidirán, para resolver el dilema que se le presenta con Vox

Feijóo en una imagen reciente

Feijóo en una imagen reciente

 “Algún día contaré lo que el PP nos llegó a ofrecer hace un par de meses”, dijo Aitor Esteban el jueves desde la tribuna de oradores del Congreso y en el hemiciclo se hizo el silencio. Poco después, el Diario Vasco publicaba que la oferta era la cartera de Industria para los nacionalistas vascos a cambio de hacer presidente a Feijóo, información desmentida por Génova. Que el PP lleva meses haciendo ojitos al PNV ya lo han leído ustedes en este periódico que tienen entre manos o en su dispositivo electrónico, como también les hemos explicado que el propio Feijóo ha reconocido haber tenido contactos con Junts y con el ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, por el que ha llegado a proclamar su “respeto”: “En los contactos, no personales ni directos, pero sí indirectos, no nos ha mentido. Eso sí es un valor”.

Tanto el ofrecimiento al PNV, sea el de una cartera ministerial o cualquier otro, como los contactos con Junts forman parte de la estrategia a largo plazo del PP de Feijóo, no son movimientos tácticos. Los populares, en la última época del liderazgo de Mariano Rajoy y durante toda la etapa de Pablo Casado, rompieron todos los puentes con sus aliados naturales, aquellos con los que no sólo pactó el ex líder gallego, sino que también hicieron presidente del Gobierno a José María Aznar. Y esos lazos hay que restablecerlos si el PP quiere ser verdaderamente competitivo ante un PSOE que es capaz de pactar a derecha e izquierda, precio a pagar al margen.

Feijóo lleva décadas en la política activa y es muy consciente de que el PP no volverá al Gobierno de España mientras su único socio viable sea la ultraderecha de Vox y mantenga pactos con la formación de Santiago Abascal en ayuntamientos y comunidades. Es imposible saber lo que hubiera sucedido, pero en Génova creen que de haber ralentizado los acuerdos territoriales con Vox, quizás la Moncloa hubiera estado más cerca. De hecho, esa era la estrategia de la dirección para no espantar al votante moderado el 23J, dinamitada por la prisa del presidente valenciano, Carlos Mazón, que provocó un efecto dominó.

Asociar la imagen de Feijóo a la de Abascal es también el principal objetivo estratégico del PSOE y del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como quedó en evidencia en el debate de investidura, cuando dedicó prácticamente la mitad de su discurso a encadenar al PP a la ultraderecha. De hecho, ese fue uno de sus principales argumentos para justificar el pacto con Junts y ERC por la Ley de Amnistía, aquel de “hacer de la necesidad, virtud” con el que quiso disculpar una decisión política que le costó defender con convicción causando el malestar de Puigdemont y sus huestes.

Feijóo tiene ahora por delante una legislatura, larga o corta, Junts y ERC decidirán, para resolver el dilema que se le presenta con Vox. Una vez ha decidido que no descarta saltar al terreno de juego para disputarle el apoyo de los nacionalistas/independentistas periféricos al PSOE, tiene que optar por la fórmula para fagocitar a Vox, toda vez que intentar juntarlos a todos sería como mezclar agua y aceite. De hecho, en Galicia ya lo ha conseguido: en las últimas elecciones autonómicas dejó a Vox fuera del parlamento regional y en las generales del 23J los 77.000 votos recibidos por la formación de Abascal fueron insuficientes para que obtuviera un diputado. En Galicia, con un PP muy implantado en el ámbito rural, donde Vox se hace fuerte en otras comunidades autonómas, y con un discurso galleguista que ha enfrentado al centralista de la ultraderecha, Feijóo ha frenado a Vox.

También lo han hecho Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía, con una estrategia parecida a la desarrollada por el propio Feijóo en Galicia, e Isabel Díaz Ayuso en Madrid, con una táctica absolutamente contraria que asume como propia una parte del marco mental de Vox y se convierte en el voto útil a los ojos de los potenciales votantes de Abascal. Ese es el dilema al que se enfrenta Feijóo, hacer frente a Vox con las armas que tan buenos resultados le dieron a él en Galicia y a Moreno en Andalucía, o imitar a Díaz Ayuso en Madrid. Porque lo que no está en discusión es que necesita que los votantes de Vox regresen a la casa grande de la derecha que edificó en su día José María Aznar y le catapultó a la Moncloa, ya sea para poder gobernar en solitario o volver a apoyarse en sus socios tradicionales.

Aitor Esteban, que el jueves nos dejó con la miel en los labios del ofrecimiento del PP, lo resumió perfectamente poco después con un símil rural: “Alberto, tu tractor está gripado por usar aceite Vox”.