Opinión | LA ESPIRAL DE LA LIBRETA

Sangre roja en un vaso de plástico

El mundo avanza a marchas forzadas hacia la bipolaridad sin matices

Momento del secuestro de Noa Argamani por miembros de Hamás en la fiesta rave de Israel.

Momento del secuestro de Noa Argamani por miembros de Hamás en la fiesta rave de Israel.

Dos semanas de guerra en Oriente Próximo se comprimen en dos imágenes que no puedo arrancarme de la cabeza. En la primera, la joven israelí Noa Argamani, que había estado bailando en la fatídica rave del desierto, grita "¡no me matéis!" a sus secuestradores, los monstruos de Hamás, quienes la arrastran montada en una motocicleta enloquecida. La segunda instantánea se produce tras el ataque al hospital Al-Ahli, al norte de la franja: un hombre palestino recoge en un vaso de plástico la sangre que le mana de una herida en el cuello o en la sotabarba. Intenta preservarla inútilmente porque es el símbolo más preclaro de la vida.

La miel, la leche, el vino que los antiguos ofrendaban a dioses y espíritus no eran sino una representación de la sangre, el líquido preciosísimo, rojo, espeso, con sabor a hierro. Drones y otros artilugios diabólicos han sofisticado la quijada de asno con que Caín mató a su hermano Abel, pero el gen de la violencia viene siendo el mismo.

Las dos semanas de guerra se sintetizan asimismo en dos frases. Una la pronunció el presidente de Israel, Isaac Herzog, responsabilizando a toda la Franja de Gaza del ataque perpetrado por Hamás: "Es una nación entera la responsable. No es cierta esa retórica de que los civiles no sean conscientes ni estén involucrados". De la declaración se infiere que no existiría palestino inocente, que para erradicar a los 15.000 terroristas habría que borrar a dos millones de personas.

¿Defender a Hamás?

La segunda frase estalló en la inauguración de la Feria del Libro de Fráncfort, una aserción templada del pensador esloveno Slavoj Zizek: "Condeno los atentados de Hamás sin atenuantes y le doy el derecho a Israel a defenderse. Pero tengo la sensación de que si uno habla del trasfondo de este conflicto, queda de inmediato bajo sospecha de defender a Hamás". A continuación, se oyeron gritos desde el público, acusaciones al filósofo de blanqueo, de estar comparando al Gobierno israelí con el terror de Hamás.

Después de que la URSS se desplomara por su propio peso, creímos ingenuamente estar avanzando hacia un nuevo escenario multipolar. Falso. El mundo avanza cada vez más rápido hacia dos grandes bloques enfrentados. De un lado, el viejo Estados Unidos, de capa caída, a quien sus aliados tradicionales en Oriente Próximo han dado la espalda. En el otro bando, China capitanea un variopinto rebaño, que incluye a Rusia y el mundo árabe (Arabia Saudí e Irán han enterrado momentáneamente el hacha de guerra), un grupo autoritario con el que no apetece ni sentarse a jugar al parchís.

Pero no es menos cierto que en Occidente emergen síntomas imperativos: la cultura de la cancelación, el enroque, el blanco o negro, sin gris ni matices. Otra vez dos polos ante los viejos problemas de siempre y los sobrevenidos: cambio climático, hambrunas, riadas de refugiados.