Opinión | DESPERFECTOS

Inseguridad al girar la esquina

Ante tantos focos inestables, quizás lo más prudente sería un esfuerzo prioritario para prever las fracturas en el 'status quo' y no dar por supuesta la 'pax' de la vieja y nueva Europa

El primer ministro Mateusz Morawieck vota en las elecciones generales de Polonia.

El primer ministro Mateusz Morawieck vota en las elecciones generales de Polonia. / EFE

Creer con complacencia que vivimos en un mundo seguro añade un plus a la inseguridad. Aunque en esta parte del mundo las catástrofes no se concatenan, siempre hay sorpresas terribles. Acuchillado por un yihadista, cayó un profesor francés en Arras. Amenazas de bomba han hecho cerrar el Louvre y el palacio de Versalles. Dos muertos en las calles de Bruselas, a manos de un peón del terrorismo islamista.

En Polonia parece probable que el recuento electoral del domingo represente la llegada de un gobierno con Donald Tusk –con diseño de coalición centrista-, en sustitución del partido derechista Ley y Justicia, el más votado, pero tendrá que atender el recelo polaco ante la inmigración.

Con todo, alivia la ansiedad del 'establishment' de Bruselas, ya suficientemente abrumado por la fatiga en el apoyo a Ucrania y las discrepancias tan inoportunas frente al ataque terrorista de Hamás contra Israel. Que gobierne Donald Tusk en Polonia es un respiro más bien fugaz, porque ya ha comenzado la batalla política de cara a las elecciones del Parlamento Europeo el próximo junio. Ya están en los vestuarios los púgiles para la confrontación aunque, una vez más, el electorado parece ser ajeno a lo que está en juego.

El astuto y corrupto Talleyrand dijo que la estabilidad suple a menudo la perfección, pero la perfección por sí misma no puede suplir la estabilidad. Ese es el nombre del juego, del Mar Negro al Golfo Pérsico, del Parlamento Europeo al Capitolio, de Buenos Aires a Nueva Zelanda. Ante tantos focos inestables, quizás lo más prudente sería un esfuerzo prioritario para prever los conatos de inseguridad, las fracturas en el 'status quo' y no dar por supuesta la 'pax' de la vieja y nueva Europa, especialmente con Putin en el gabinete de guerra y Oriente Medio con los misiles desbocados. Eso también se dirime en Gaza.

En Estados Unidos, el decorado es de crisis vital. Tras un espectáculo poco ejemplar, aún no está resuelta la sucesión del 'speaker' del Congreso. Mientras tanto, gran parte de la ciudadanía ve la edad del presidente Joe Biden como un riesgo en caso de nuevo mandato presidencial, a la vez que Donald Trump, el candidato republicano por ahora con más apoyo, día sí día no injuria a los jueces de la gran nación. El partido republicano se lo juega todo, pero también los demócratas, en manos del ala izquierda. 

El síndrome de desazón colectiva es agudo. Para quienes los Estados Unidos son todavía un pilar de la seguridad global, aunque demediado, ver tanto desconcierto aturde. No es anecdótico que el cabecilla del caos republicano sea el representante Matt Gaetz, quien pedía el premio Nobel de la Paz para Trump por sus conversaciones de paz con Corea del Norte. Sin un líder consistente, el partido republicano se cuartea visiblemente, sin un candidato que vaya en cabeza.

Es un inmenso error suponer que si los Estados Unidos pierden fuerza será una oportunidad para la Unión Europea. Los Balcanes iban a ser esa oportunidad y no lo fueron. Si los Estados Unidos se 'desatlantizan', el proceso europeo saldría dañado. En caso de que Trump regrese a la Casa Blanca, algunas legitimidades quedarán en la cornisa. Es una crisis de autoridad que corroe el bipartidismo. ¿Cómo va a ser si la política predica deslealtad institucional? Así, las masas digitales ponen el cursor en la ley de Lynch. Hay algoritmos de la inestabilidad. Y las opiniones públicas denotan poca fortaleza frente a la posverdad y las 'fake news'. Eso también agrava la inseguridad.