Opinión | SÁBADOS SOCIALES

Estafas en mitad de la siesta

Yo creía que habían prohibido estas llamadas intempestivas, pero quizá la ley solo afecta a empresas legales

Ganar volumen, perder peso

Shakespeare, Lope y Garcilaso están en línea

Una persona consulta su teléfono móvil.

Una persona consulta su teléfono móvil. / EUROPA PRESS

Siempre llaman a la hora de la siesta, en el sopor del brasero o del zumbido del aire acondicionado, cuando el timbre del teléfono suele sacarte de un sueño leve robado al día. También era la hora de la siesta ayer, cuando llamaron, en este octubre enloquecido en que el calor es una maldición pegajosa. 

Yo creía que habían prohibido estas llamadas intempestivas, pero quizá la ley solo afecta a empresas legales, y por eso ellos se sienten libres para hacer lo que les venga en gana. Preguntaron por mi marido, por supuesto, porque en estas cabezas enfermas no cabe que la luz o el agua o el teléfono estén a nombre de la mujer. Si el marido no está, preguntan si estás capacitada para tomar decisiones, pregunta filosófica donde las haya, aunque creo que sus intereses van un poco más acá del ser y el no ser y el acto volitivo y esas cosas. 

Piden tus datos personales, poco a poco, como trileros de feria. Van a cambiar el router para el 5G, dicen. Necesitamos su número de cuenta y su DNI. Y cuando no los das, siguen insistiendo en que no pasa nada, en que es normal no fiarse, y por eso ofrecen concertar una cita con un técnico, para lo que necesitan saber horarios de trabajo, o sea, quién está en casa y a qué horas. Cuelgas tratando de no insultar, aun sabiendo que es una estafa, lo que te confirma después tu empresa de telefonía cuando llamas para que te expliquen qué está pasando. 

Ellos no pueden denunciar, te dicen, son los consumidores los que deben poner freno a ese intento de robo de datos o de que se meta en tu casa un indeseable. 

Mientras escucho, pienso en las personas mayores que viven solas. Pienso también en mi madre, a la que le encantaba hablar por teléfono y contar su vida a poco que le preguntaran. La imagino sorprendida por la llamada, sacada de la siesta, proporcionando datos a diestro y siniestro a esta gentuza. Les contaría que tenía cinco hijos, once nietos, y un marido con problemas de movilidad... o sea, les haría una invitación en toda regla a venir a desvalijar su casa o por lo menos a darles un susto de muerte. Y pienso también de qué está hecho un ser humano que juega con el miedo y la ignorancia de un anciano, abusando de la debilidad y la confianza. 

Y dan ganas de concertar una visita sí, de hacerse pasar por una persona mayor, y esperar al supuesto operario rodeado de policía, o de alguien que hiciera ver a estos monstruos que se puede salir de la escoria a poco que miren a los ojos a las víctimas, a esos seres indefensos que podrían ser sus padres. A lo mejor, así se alejan, camino de otra oportunidad de estafa o de la redención, si esta fuera posible en el basurero moral en que vivimos. 

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