Opinión | EL TRIÁNGULO
Valientes
Provoca rubor, estupor y cabreo ver la forma en la que jugadoras de élite están siendo zarandeadas por la Federación Española de Fútbol
Es todo demasiado confuso, como si nadie quisiera escucharlas ni aceptar las razones que les llevaron a pedir no ser convocadas, no solo por lo que sucedió el día en la que se proclamaron campeonas del mundo, sino, y sobre todo, por la forma en la que venían siendo tratadas, siempre de forma inferior, siempre con ese halo de protección que se usa y con el que se disfrazan las cosas que en realidad no sabemos cómo considerar, porque no son importantes, existen y por eso nuestras chicas se han plantado, han dicho que no y lo han hecho de forma conjunta, asumiendo las consecuencias, de haberlas, y anteponiendo por primera vez su salud, sus exigencias, sus derechos y esa igualdad que tantas bocas llena y que tan mal se interpreta y reinterpreta.
Es como si en el caso que nos ocupa y preocupa desde hace semanas las cosas se hicieran mal en cadena y nadie, dentro de la RFEF, entendiera qué está sucediendo, porque realmente no saben qué está pasando y no entienden que ellas lo que quieren es respeto, cambios en profundidad, cambios estructurales, cambios radicales que impidan que las cosas se vuelvan a hacer como se han hecho y siguen haciéndose. Es incomprensible que tras todo lo que ha sucedido la seleccionadora de España, Montse Tomé, convoque a las jugadoras que pidieron no serlo hasta que no hubiera cambios de verdad y en rueda de prensa diga que no convoca a Jenni Hermoso «para protegerla».
La jugadora ha sido contundente en su respuesta, porque en ese «para protegerla» hay demasiados interrogantes. ¿De quién hay que protegerla? ¿Por qué? ¿Es de los medios de comunicación? ¿De la sociedad acaso? ¿De su familia? ¿De ella misma? ¿O quizá de quien haya que protegerla es de la propia RFEF, que no quiere escucharlas y no entiende que no es no y que ya están cansadas de ser muñecas a las que se puede besar sin permiso, aupar como si fueran sacos y tratar de forma desigual y terriblemente desafortunada?
Provoca rubor, estupor y cabreo ver la forma en la que jugadoras de élite están siendo zarandeadas por la Federación Española de Fútbol, que una y otra vez con sus decisiones y declaraciones las culpabiliza por el simple hecho de pedir justicia y respeto en un mundo que, creyendo haber superado el machismo, es ciego y cruelmente machista y no entiende que estamos cansadas de ser el lugar invisible en el que las cosas sí pasan, no se cuestionan; se asumen y se olvidan y así los privilegios siempre para los mismos.
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