Opinión | ESPEJO DE PAPEL

Trama “reabre” en España Shakespeare and Company, la legendaria librería de James Joyce

Shakespeare and Company simboliza el espacio refugio-encuentro-intercambio de los interesados en la literatura

Shakespeare and company

Shakespeare and company / Andrea San Martín

La librería más importante, en realidad el emblema de las librerías del mundo a principios del siglo XX, cuya sede fue París, entonces la capital universal de la cultura literaria, “reabre” en España en forma del libro que cuenta, en primera persona, el origen y la primera historia de este tesoro de la bibliofilia.

El libro, Shakespeare and Company, el nombre de aquella librería, fue escrito por Sylvia Beach, la audaz librera que, entre otras cosas, primero se atrevió a publicar en su sello, en 1922, el Ulises de James Joyce. Ella aparece en la cubierta de la edición española que acaba de salir de la imprenta de Trama, la editorial que dirige Manuel Ortuño.

En esa fotografía la leyenda editorial se situaba también el propio Joyce, que tenía en la librería su residencia oficiosa. Igualmente, los clientes y autores de Sylvia Beach eran, desde 1919, cuando se puso en marcha la legendaria esta casa del libro de París, Ernest Hemingway, su amigo-enemigo Francis Scott Fitzgerald o la amiga entonces de todo el mundo Gertrud Stein.

Lo que todos esos personajes tuvieran que ver con aquel establecimiento están ya en la historia, y figuran en ese libro, Shakespeare and Company. Esta joya acaba de ser reeditada en España, de cuyas estanterías faltaba desde hacía al menos veinte años. Desde la cubierta hasta la tipografía, es un homenaje a aquella primera edición que recuerdan todos los bibliófilos con fe en la supervivencia del libro como objeto.

Quien se ha ocupado de esta reedición, que ya está en las librerías, es Manuel Ortuño, el director de Trama, sello editorial tan específico que ya es realmente un homenaje al libro y, en cierto modo, un homenaje a lo que significa este editor.

Sylvia Beach es la autora, para la historia, Shakespeare and Company, estuvo descatalogado durante veinte años

Manuel Ortuño es editor, este es su oficio. Lo fue por cuenta ajena, hasta que con unos amigos fundó Trama hace cerca de treinta años. Al frente de esa empresa de homenaje a la literatura escrita en papel en los tiempos en que parecía que todo iba a ser digital, también trabajó las revistas literarias, al frente de Medios Revueltos y Letra Internacional. Ahora compagina Trama con la dirección de la revista Texturas. Sobre edición y libros, sus hechos y algunas ideas. Ha trabajado en distintas instituciones del sector del libro y la edición, en España y en Iberoamérica, y México es uno de sus muelles de atraque, por historia y por devoción. Preside desde hace rato ARCE, la Asociación de Revistas Culturales de España.

Su sede está en Chamberí, donde tiene las oficinas de sus distintas pasiones. Su oficina tiene también el aire de una librería inglesa, o francesa, y no resulta difícil encontrárselo por este barrio madrileño llevando en la mano su reciente bibliografía, entre la que estos días destaca el libro de Sylvia Beach.

Con él en la mano me contó que esta Shakespeare and Company “simboliza el espacio refugio-encuentro-intercambio de los interesados en la literatura. Ahí se intercambian libros, ahí se ayudó a editar una obra tan imprescindible como el Ulises, ahí había un sitio por si un escritor no tenía donde dormir. Es decir: siempre fue más que una librería”.

Este libro, en el que Sylvia Beach es la autora y la primera persona del plural que fue siempre, para la historia, Shakespeare and Company, estuvo descatalogado durante veinte años. “Compramos los derechos para reeditarlo porque refleja lo que queremos en la editorial: acercar este tipo de libros, y de iniciativas, a la gente. Los derechos sólo los tenemos para España porque no tiene sentido publicar aquí para enviar unos cuantos ejemplares a América Latina a un precio desorbitado… En mi opinión, lo que hay que hacer es generar mecanismos de cooperación horizontal: compartir catálogos, obras, costes, para hacer coediciones”.

Así viene trabajando Ortuño con sus colegas hispanoamericanos, y así operará con este libro que de pronto rejuvenece allí donde no existía siendo, como es, una especie internacional, un escudo, de la historia de la edición. En la época, le decimos, en que ya nadie habla de la desaparición del libro de papel, aquella metáfora universal del libro tradicional reaparece entre nosotros.

En medio de las amenazas que sufrió el libro en los últimos tiempos, además estuvo la pandemia, que tampoco consiguió acabar con las librerías y con su célebre, y parece que indestructible, contenido… “Así es. Además, la pandemia demostró que un encierro como ese tampoco pudo acabar con las librerías. Al contrario: se recurrió a ellas más que nunca. Fue una experiencia muy interesante y muy emocionante”.

Todos estos años Ortuño ha hecho de su pasión por hacer de Trama un emblema raro de amor el libro: montó una editorial que publicaba libros que hablan de libros… “Era algo que se tenía que haber hecho desde hace mucho más tiempo…, pero nadie lo hacía. Jorge Herralde me dijo que yo estaba como una cabra, que los libros sobre libros interesan muchísimo, pero a poquísimas personas. Yo le dije que era un empeño vital, personal, y que merecía la pena hacerlo. Eso fue hace más de dos décadas y, en los últimos tres años, ya ha habido editoriales que le han entrado al tema, cosa que me alegra mucho”.

Él cree que es imprescindible que quienes trabajan en el mundo de la edición sepan cómo se hacían las cosas antes. “Estoy convencido de que editores, libreros, autores, periodistas… necesitan conocer lo que hay detrás de un catálogo editorial. La colección la empezamos con ensayos sobre los cambios que se han ido dando en el mundo del libro y, a partir de ahí, me empeñé en tener las memorias o experiencias de los grandes editores. Como decía Mario Muchnik, el oficio editorial no se enseña, se aprende. Y para aprenderlo hay que saber los antecedentes y enterarnos de las experiencias de los mejores”.

Por ahí va Manuel Ortuño por Chamberí exhibiendo Trama como si llevara una espada de papel desafiando lo que hace años parecía que no tendría lugar en el futuro

En una época que no ha sido tachada se dijo que había demasiados libros. ¿Ha perjudicado a los libros ese lugar común? “Tal vez. Yo no tengo muy claro que exista un sector de la edición... Creo que existen distintos sectores que se dedican al mundo del libro, con diferentes necesidades y expectativas. Los grandes grupos editoriales no tienen nada que ver con las pequeñas editoriales. Eso de ´los demasiados libros` quizá se refiera a que hay caminos de la edición en los que no todo vale. Es decir, se pisan demasiados callos.

Hay cuellos de botella muy importantes y los grandes quieren quitarse de encima cosas que puedan distraer o entorpecer sus intereses. Pero yo creo que eso está cambiando, porque hoy hay más editoriales pequeñas e importantes que nunca. Hoy también hay librerías muy interesantes que no sólo están en la lógica comercial, sino que son verdaderos centros culturales. Entonces decir que hay demasiados libros y demasiadas editoriales es algo que le conviene a los grandes grupos editoriales. Para ellos hay demasiadas editoriales pequeñas”.

En 1991 asistió Ortuño en Buenos Aires a la primera premonición fallida sobre el final del libro. La dio Nicholas Negroponte en la feria del libro de la capital de Argentina, que precisamente ahora se celebra una vez más, con abundantes libros de papel en sus numerosas estanterías. Dijo allí Negroponte hace tantos años: “Aquí está el libro digital y al papel le quedan cinco años”.

Después vino, en la Feria de Francfort, la más importante de la industria, un aluvión de agoreros diciendo que el libro iba a desaparecer. Fue en 1996. La resurrección, en España, de aquel libro mítico de Silvya Beach que ahora lleva en las manos el editor de Trama es una muestra más de que el libro está tan vivo como sus símbolos más preciados. Por ahí va Manuel Ortuño por Chamberí exhibiendo Trama como si llevara una espada de papel desafiando lo que hace años parecía que no tendría lugar en el futuro.

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