Opinión | COMPLICIDADES
Politeísmo festivo
Cualquier excusa es buena. No somos excluyentes. Todo nos resulta compatible y adecuado
Celebro con entusiasmo todo lo que se tenga que celebrar. Mi lema está cifrado en los versos de Rubén: «A saludar me ofrezco y a celebrar me obligo». En Casa Marzal, fundada en 1961, nos apuntamos a todas. Lo mismo a la Navidad que a las Pascuas. Somos de Halloween y de la Noche de Ánimas (aunque sean lo mismo, o precisamente por eso). Nos mostramos como partidarios de Santa Claus y de los Reyes Magos al mismo tiempo, y, si es preciso, nos decidimos por uno de los dos bandos según el día, el lugar y la hora. Lo dicho: de San Fermín y de San Juan. Muy de las Fallas y de la Feria de Abril. De la Semana Santa sevillana, con sus imaginarios latigazos de manzanilla, y de la Semana Santa de San Vicente de la Sonsierra, con esos ‘picaos’ que se amoratan las espaldas a golpes disciplinantes de su flagelo. Bailamos el chotis y la sardana. Bebemos fino y calimocho. Saltamos sobre las brasas ardientes y jugando a la rayuela. Nos vestimos de lagarterana y de pamplonica impoluto con el pañuelo rojo al cuello. Carnavaleros de Tenerife travestidos y clavariesas con peineta de dos palmos y mantilla negra hasta los talones. Se nos van los pies detrás de la orquesta local, y también nos ponemos bailongos con los conciertos multitudinarios de la estrella de turno. Somos miembros del club petardista y de la Cofradía del Silencio. Cualquier excusa es buena. No somos excluyentes. Todo nos resulta compatible y adecuado.
Mi maestro en asuntos festivos es mi gran compadre de la infancia Josepe Calabuig Soler. Es, desde hace décadas, anestesista en el Hospital de la Plana, en Vila-real, pero ha trabajado en muchos otros destinos. Josepe ha seguido siempre una política de celebraciones basada en el respeto a los demás. Para no ofender a ningún sector sanitario cuando se celebran las cenas de servicio, se apunta a todas sin excepción. Cena y se va de parranda con los cardiólogos y con los cirujanos, con los urólogos y con los otorrinos, con los traumas y con los hematólogos. Con las enfermeras de todas las especialidades. Con los celadores, con los empleados de la limpieza, con los administrativos, con los conductores de ambulancias, con los encargados de los servicios fúnebres.
Debemos complacer a todas las divinidades, a ser posible.
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