Opinión | LA ESPIRAL DE LA LIBRETA

Lula y Brasil, la samba del mundo

La época exige el tempo sosegado de la bossa nova. Contra la noche, elegancia y equilibrio

Lula festeja su victoria ante sus partidarios.

Lula festeja su victoria ante sus partidarios.

El domingo transcurrió con música brasileña de fondo por no morderme las uñas —es un decir— aguardando el escrutinio. Y siguió así el Día de Todos los Santos, con idéntica banda sonora, cruzando los dedos para que el exmilitar Jair Bolsonaro no imite la estela negacionista de Trump tras la ajustada victoria de Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva. «Tristeza não tem fim, felicidade sim». Una y otra vez, machaconamente la misma música, sobre todo un querido disco doble. «É melhor ser alegre que ser triste, alegria é a melhor coisa que existe». Como no conviene atiborrar la casa de trastos y pecios de naufragios, pasé un calvario en su día con el triaje de los CD. Ahora frecuento Spotify, porque resulta muy cómodo, pero de algunos discos compactos no me habría desprendido ni muerta, como el que grabó Vinícius de Moraes en La Fusa, un local de Buenos Aires, con el guitarrista Toquinho, Maria Creuza y Maria Bethânia. Poeta, diplomático, compositor, el blanco más negro de Brasil. Vinícius de Moraes, uno de los padres de la bossa nova. 

Cuando Lula llegó al poder, redimió a Vinícius, a quien la dictadura militar había expulsado del cuerpo diplomático en 1969. Era un momento de exaltaciones varias en Brasil, pero el país al que regresa el resucitado líder del Partido de los Trabajadores no es el mismo: atraviesa, como el orbe, una crisis desmelenada. Lula lo tiene crudo con un Parlamento muy escorado a la derecha; deberá remendar una sociedad desgarrada en dos jirones contrapuestos, hacer frente al lobi de las armas y los pentecostalistas, que lo consideran el diablo redivivo. En verdad, los dilemas a los que se enfrenta Brasil son de alcance universal; el planeta entero baila la misma la samba al son de tambores apocalípticos: las urgencias que impone el cambio climático, la lucha contra la miseria y la desigualdad, las migraciones, las conspiranoias, así como el auge del autoritarismo y la ultraderecha, hipnotizadas por la flauta del ‘fake news’.

Para salir victorioso, Lula deberá ejercer un liderazgo transversal desde la moderación y el pragmatismo, gobernar para los 215 millones de brasileños, esquivar la confrontación y ampliar su espectro con el fin de desactivar la bomba de odio e intolerancia del bolsonarismo. Como en la música. Si la samba es carnaval, colores estridentes, timbales de batucada y movimientos espasmódicos, los tiempos sugieren una derivación hacia la bossa nova tranquila, más recogida e íntima, muy influida por el jazz. La bossa nova es elegancia y equilibrio. La balanza. Una samba susurrante. La sofisticación de los ritmos populares brasileños. No hay estilo que concilie mejor alegría y esperanza melancólica. Como Vinícius.