Opinión | DIPLOMACIA

Mohamed VI marca ‘el tempo’

La invitación del rey de Marruecos para que Pedro Sánchez viaje a Rabat próximamente lleva a cancelar la visita prevista del ministro Albares

Pedro Sánchez y Mohamed VI.

Pedro Sánchez y Mohamed VI. / Ballesteros

La conversación telefónica que mantuvieron ayer el rey de Marruecos y el presidente del Gobierno, y la invitación de Mohamed VI a Pedro Sánchez para que acuda a Rabat en los próximos días responde, según las fuentes oficiales marroquíes, al deseo de “inaugurar una etapa inédita en las relaciones entre los dos países”.

En suma, persigue restablecer los lazos de buena vecindad rotos hace casi un año, cuando la acogida en España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, para ser tratado de covid, abrió una gran crisis diplomática. Marruecos reaccionó entonces relajando los controles fronterizos y provocando la llegada a las playas de Ceuta de miles de jóvenes migrantes.

Ahora, España apuesta por dar un giro en la tradicional postura respecto a la excolonia, al secundar el plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental, que considera la opción “más seria, realista y creíble” para desencallar un conflicto que dura ya 47 años.

El contacto establecido por Mohamed VI se produjo menos de 24 horas antes del viaje a Rabat que tenía previsto realizar el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, y no carece de significado, porque ha llevado a cancelar la visita del ministro y ha permitido al monarca alauí marcar el ‘tempo’ en la normalización de relaciones, algo previsible, por lo demás, en un régimen cuyo primer actor político es el rey.

La implicación del rey de Marruecos en la reconciliación debería traducirse en acuerdos sobre Ceuta y Melilla

En paralelo, el calendario hace evidente que detrás de la iniciativa marroquí y del restablecimiento del clima de buena vecindad perseguido por España hay que atribuir una parte no menor de responsabilidad a la diplomacia de Estados Unidos, a través de las visitas a Rabat y a Argel de la vicesecretaria de Estado, Wendy Sherman a principios de marzo, y del secretario de Estado, Anthony Blinken, esta misma semana.

Entre estos dos viajes, el 14 de marzo, se produjo la noticia del cambio de postura respecto al Sáhara. Ahora Sánchez acudirá a palacio después de que lo haya hecho Blinken.

Nada puede verse como una mera coincidencia. Para el dispositivo de seguridad de la OTAN, comprometido en la guerra de Ucrania, es importante mantener un ambiente distendido en el flanco sur, sin cuentas pendientes, dos de las cuales podrían ser la atmósfera enrarecida a ambos lados del Estrecho y una respuesta radical de Argelia –interrupción del suministro de gas a España– a causa de su compromiso con el exilio saharaui de Tinduf.

Con el factor añadido, en absoluto desdeñable, de que el régimen argelino mantiene una relación de privilegio con Rusia como antes la mantuvo con la Unión Soviética, y los contratos de suministro firmados por Sonatrach no deben tenerse por obligaciones insoslayables en un ambiente de crisis global.

La diplomacia de EEUU está sin duda detrás del restablecimiento del nuevo clima de buena vecindad con Rabat

Lo que ahora está por ver es si la implicación personal de Mohamed VI se traduce en mayores cuotas de seguridad efectiva para Ceuta y Melilla y el control de los flujos migratorios se ajusta al respeto de los derechos humanos y a los compromisos contraídos.

Repasar la lista de desencuentros entre Madrid y Rabat permite mantener cierto grado de incertidumbre en la relación con un vecino imprevisible, que se siente extremadamente reforzado desde que en 2020 Donald Trump reconoció la soberanía marroquí del Sáhara a cambio de que Marruecos reconociera al estado de Israel.

Porque la promesa de Blinken de apoyar las gestiones de Staffan de Mistura, el enviado especial de la ONU para el Sáhara, en la práctica no obligan a nada a Mohamed VI, y la aparición del monarca en la reconciliación con España solo será valiosa si se traduce en acuerdos concretos y específicos que liberen a Ceuta y Melilla de sobresaltos.