Opinión | TECNOLOGÍA

Los límites del uso de la tecnología: reconocimiento facial en tiempos de guerra

Reconocimiento facial.

Reconocimiento facial. / PIXABAY

Una de las tecnologías más invasivas del mundo puede salvar vidas en Ucrania. Muchos la conocen como “la empresa secreta que podría acabar con la privacidad tal y como la conocemos” por una investigación realizada por el New York Times hace unos meses. Clearview IA, es una pequeña compañía que, fundada en 2017, vale 130 millones de dólares. Su salsa secreta se llama la mayor base de datos de reconocimiento facial del mundo. Clearview tiene un algoritmo que es capaz de relacionar cualquier foto con más de 3.000 millones de imágenes sacadas de internet. ¿Qué significa esto? Pues que llevan años recopilando todas las fotos de personas que se suben a la red, es decir, convierten todas las fotos que cada día compartimos en una gigantesca base de datos para identificar personas. Imagínate que vas por la calle y te cruzas con alguien a quien no conoces. Esa persona podría sacarte una foto sin tu consentimiento y en tan solo segundos tener una enorme cantidad de información vinculada a tu imagen (perfil de redes, eventos en los que hayas participado, gente que te haya etiquetado, etc.). No hay ninguna ley que lo impida.

Por razones evidentes este servicio es especialmente útil para la policía, pero también para todo tipo de operadores interesados en encontrar a personas por muy diversos motivos, y todo sea dicho, con esta capacidad de búsqueda es muy difícil esconderte. De la ley, de tu ex o de un psicópata. Con una posibilidad de vigilancia masiva de este calado la privacidad deja de existir. Ni siquiera los organismos oficiales cuentan con bases de datos de semejante tamaño. La compañía argumenta que sus fotos son públicas, que no hace más que registrar lo que cada uno de nosotros comparte en internet y que además puede ayudar a localizar delincuentes. Mas de 600 organismos públicos en Estados Unidos la usan, desde el FBI hasta la policía de fronteras, quienes podrían perfectamente entrar en un supermercado, escanear a la gente, ver si coincide con alguien que las cámaras infrarrojas hubieran detectado cruzando desde México y deportarles inmediatamente. Por si fuera poco, la aplicación no está exenta de los sesgos algorítmicos y problemas que se vienen denunciando desde hace años, como que éstos fallan con las personas que no son blancas, llevando a arrestos equivocados o señalamientos injustos. Suena a película de ciencia ficción, pero puede pasar. Imaginemos vivir con ese miedo, cada día.

Pero no todo se queda en Estados Unidos, porque la solución de Clearview también es utilizada por países donde se vulneran los derechos humanos como Arabia Saudí. Los neodictadores saben que una tecnología así es extremadamente útil para el control de la población y para la represión. Hasta aquí el dilema sobre los límites de la tecnología parece más o menos fácil. Pocas personas defenderían herramientas que sirvan para ser más efectivos en represión, abuso de poder, control social, persecuciones sobre personas vulnerables o acoso. Muchas coincidiríamos en la importancia que tiene la privacidad para preservar nuestra libertad. Sin embargo, la cosa se puede complicar. Esta semana, en medio de imágenes de mujeres embarazadas muriendo en camillas y bombardeos rusos sobre hospitales, conocíamos que el ministerio de defensa ucraniano, en su asimétrica lucha por sobrevivir, ha comenzado a utilizar el motor de búsqueda de Clearview para identificar operativos rusos encubiertos, combatir la desinformación y poner nombre a los cadáveres que se van acumulando en las calles. Con ella Ucrania tiene acceso a casi 2.000 millones de fotos de las redes sociales rusas. No se me ocurre quién podría condenar en este contexto el uso de esta herramienta, pero me pregunto si es por ello justificable su existencia. La sociedad digital no viene exenta de dilemas, por eso es necesario reflexionar sobre estas cuestiones con sosiego. La pregunta con respecto a Clearview sería, para el bien o para el mal, ¿queremos vivir en un mundo con este tipo de tecnología?