Opinión | DIVIÉRTETE AHORRANDO

¿Cuándo te olvidarás de Haití?

A los que se preocupan por nuestras contradicciones, lo del comunista con Iphone y esas cosas, les enviaría un mensaje de calma: somos como España, duele pero va bien

Fachada del Ayuntamiento de Madrid con el mensaje 'Welcome regufees' en la etapa de Carmena.

Fachada del Ayuntamiento de Madrid con el mensaje 'Welcome regufees' en la etapa de Carmena. / EFE

El día de 2015 en que el Gobierno de Carmena colgó en el Ayuntamiento una enorme pancarta que rezaba Refugees Welcome, como madrileño me henchí de orgullo, pero como neurótico se me hizo un nudo en el estómago. Supe lo que venía.

Ser de izquierdas consiste en leer las cuestiones de fondo o estructurales por sobre las coyunturales. Cuando un banquero alcanza el éxito, ser de izquierdas consiste en recelar de su instinto empresarial y su capacidad para reinventarse y mirar en qué barrio nació y qué patrimonio tenía su familia. Esta mirada, a priori bastante razonable, tiene dos contrapartidas: una, lo estructural pasan más desapercibido, es decir, hay que llamar la atención sobre ello, explicar su gravedad, reclamar la empatía; dos, lo estructural a menudo o no tiene solución y si la tiene es muy lenta. O sea, que en algún momento toca pasar a otra cosa, y ese pasar a otra cosa es el talón de Aquiles de las personas de izquierdas, lo que más culpa nos genera, lo que aprovechan nuestros rivales para atacarnos.

Así que mientras los más entusiastas celebraban sin sombra aquella pancarta, yo caí presa de la angustia. Polución, lluvia, palomas…el deterioro de la tela acababa de empezar y, cuando estuviera hecha unos zorros, ¿qué harían?, ¿qué mensaje le estarían dando al mundo si la quitaban?, ¿la cambiarían por otra?, ¿pero hasta cuándo?, ¿es que, cuando tomaron tan noble decisión, no había nadie pensando en el mañana? Sí lo había: cambio de soporte. La estacionalidad de la pancarta fue sustituida por la vocación de permanencia de la escultura, vaya, que el Ayuntamiento retiró la lona y mandó instalar en el Paseo de Recoletos un monumento dedicado a los refugiados.

Siempre el mismo desafío para nosotros: ¿en qué momento dejamos que la conciencia pasa página?

Mis temores resultaron ser excesivos, pero yo sabía de dónde me venía el trauma: de la ansiedad acumulada en todos los años en los que Forges, siempre sensible a los que peor lo pasan, añadió en su viñetas el bocadillo “no te olvides de Haití”. Lo hizo después del terremoto de 2010 y, con su gesto, consiguió atornillar nuestra atención pasajera a la realidad de uno de los países más vapuleados. Pero mi cabeza ansiosa no dejaba de pensar: ¿en qué momento Forges se olvidará de decirnos que no nos olvidemos de Haití? ¿Cuándo dejará de hacer tan digno reclamo? Siempre el mismo desafío para nosotros: ¿en qué momento dejamos que la conciencia pasa página?

Un gag recurrente del humor de izquierdas es la parodia de esos noticiarios que hablan de una tragedia humanitaria y a continuación del primer día de Rebajas. Muy de acuerdo en que las transiciones entre temas deben ser cuidadas, para evitar en la pantalla matrimonios tan incómodos como el de Sálvame y Pedro Piqueras, pero en algún momento hay que pasar de una cosa a otra, pues difícilmente podemos dedicar nuestra empatía o nuestras manos a tantos males como nos aquejan. A veces sustituimos una causa por otra y a veces una causa por un capricho, pero el runrún nos acompaña: siempre hay una pancarta que no debimos bajar, una tragedia que no debimos olvidar. Hemos naturalizado el vivir con culpa y hacemos del padecimiento una bandera política, lo cual es raro, pero cuando piensas que somos gente que se alegra de pagar impuestos y que incluso pide que los suban, lo entiendes todo. Y a los que se preocupan por nuestras contradicciones, lo del comunista con Iphone y esas cosas, les enviaría un mensaje de calma: somos como España, duele pero va bien.