Energía

La guerra de Ucrania resucita el fantasma del 'fracking' para obtener gas

EEUU enviará barcos metaneros con combustible obtenido con este sistema y Reino Unido plantea volver a emplearlo

Campo de instalaciones de 'fracking' en EEUU

Campo de instalaciones de 'fracking' en EEUU / popular resistence

R. Díaz / J. L. Ferrer

La Unión Europea anunciaba a finales del mes pasado un importante acuerdo de gas con Estados Unidos por el que el país norteamericano suministrará 37.000 millones de metros cúbicos de gas natural licuado, enviado mediante barcos metaneros, antes de que se termine el año, un 68% más que los que lo que EE UU trasladó en 2021. De este modo, Europa trata de cubrir, al menos parcialmente, las cantidades que dejará de comprar a Rusia en protesta por la guerra de Ucrania.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, recalcó el día de la firma del acuerdo que el objetivo es “seguir trabajando para entregar 50.000 millones de metros cúbicos de gas para el año 2030”. Es así como EE UU se convierte en la tabla de salvación de un sistema energético europeo que, por sí solo, es incapaz de poner en marcha alternativas al gas ruso.

La Comisión Europea quiere reducir en dos tercios, este mismo año, las importaciones de gas ruso y este plan incluye la compra de 50.000 millones de metros cúbicos de gas licuado a otras potencias como Estados Unidos o Qatar.

Barco para transporte de gas licuado

Barco para transporte de gas licuado / Agencias

Compraremos gas obtenido con 'fracking'

Ahora bien, el problema radica en cómo obtiene Estados Unidos este gas. La respuesta no es precisamente alentadora, porque la polémica técnica del ‘fracking’ sigue totalmente vigente en EE UU, pese a los peligros que entraña y al fuerte rechazo social y científico que genera.

El ‘fracking’ consiste en bombear grandes cantidades de líquido en el interior de la roca del subsuelo para fragmentarla y ayudar así a obtener el gas que se oculta bajo tierra. Las consecuencias ambientales, incluyendo movimientos sísmicos, están sobradamente demostradas y en Europa es una técnica prohibida de manera casi uniforme, también en España.

Pero la guerra de Ucrania lo está cambiando todo. De este modo, para asegurar el suministro de gas que dejaremos de recibir de Rusia, la UE parece dispuesta a mirar hacia otro lado sobre la forma en que se obtiene el gas norteamericano. La prioridad ahora, afirman los dirigentes europeos, es tener gas.

Gran Bretaña resucita el debate

En Gran Bretaña, uno de los países que han dado la espalda al 'fracking', ya se está reabriendo el debate sobre la conveniencia o no de volver a permitir este sistema. Jacob Rees-Mogg, secretario para las Oportunidades del Brexit, sorprendía a todos hace pocos días al lanzar un desafío al propio Boris Johnson: "El Gobierno debe repensar el fracking para garantizar que se pueden calentar las casas a un precio asequible".

Funcionamiento del 'fracking'

Funcionamiento del 'fracking' / Agencias

"Lo peor que puede pasar con el fracking es que se te caiga una roca como en una mina abandonada", aseguró Rees-Mogg en sus controvertidas declaraciones. "Me preocupa que cuando la gente oye hablar de la escala Richter piensa inmediatamente en el terremoto de San Francisco. Eso no es cierto. Debemos entender mejor cuáles son los riesgos reales antes de decidir si es o no seguro".

Boris Johnson anunció la semana pasada su intención de aumentar la producción de gas y petróleo en el Reino Unido en respuesta a la crisis creada por la guerra de Ucrania. "Eso no significa que vayamos a abandonar nuestros compromisos de reducción de emisiones, pero necesitamos intensificar nuestra autosuficiencia como una transición con más hidrocarburos", precisó el premier, que está recibiendo grandes presiones de su propio partido para acelerar las prospecciones en el mar del Norte y volver a poner el fracking sobre la mesa.

Mientras tanto, las organizaciones conservacionistas internacionales recuerdan el peligro del ‘fracking’ y temen que pueda regresar a Europa.

Greenpeace: "Un suicidio ambiental"

“En las últimas semanas, con una sociedad en shock por la invasión de Ucrania y con el miedo en el cuerpo ante un posible desabastecimiento energético, parecen resucitar soluciones peregrinas como el fracking o fractura hidráulica, una técnica muy agresiva de extracción de petróleo y gas que se emplea en rocas porosas. Es el ‘socarrat’ de la extracción de hidrocarburos para entendernos”. Así comienza un artículo titulado ‘El cuento de la lechera (del fracking)’, publicado en el blog de la Greenpeace y escrito por Francisco del Pozo Campos, ingeniero técnico industrial y responsable de Gas Fósil en la ONG.

Del Pozo alerta sobre las intenciones de los responsables de la industria energética fósil para rebuscar “en el cajón de los proyectos abandonados” y desempolvar el informe de la consultora Deloitte de 2014 sobre el petróleo y gas que se encuentra por explorar en el subsuelo de la cornisa Cantábrica, los Pirineos y otras regiones.

Instalación de 'fracking'

Instalación de 'fracking' / Britannica

Francisco del Pozo asegura que el sueño de sacar de las profundidades de la tierra esa energía es “imposible”, porque el fracking está explícitamente prohibido por la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Además, sería “un suicido ambiental, climático y un proceso de extracción de recursos caro y lento”.

Según Del Pozo, la industria del fracking en EEUU es otra burbuja financiera como la del ladrillo en España. Y resalta las “piedras de realidad contra el cántaro del fracking”, sus principales impactos:

--Impacto en la biodiversidad. Ocupa amplias áreas de territorio y lo deja como un queso gruyere. Los pozos conllevan maquinaria pesada, instalaciones, construcción de balsas artificiales de agua, carreteras, etcétera, que impacta gravemente a la biodiversidad.

--Huella y contaminación hídrica. España es un país semiárido y esta técnica requiere inyectar en cada pozo entre 9.000 y 29.000 metros cúbicos de agua con un cóctel químico y tóxico. Además mucha de este agua nunca se recupera.

--Genera muchos residuos. Y de muy difícil tratamiento. Como necesita perforaciones horizontales muy profundas cada pozo genera en torno a 20 toneladas de lodos contaminados con fluidos de perforación y miles de metros cúbicos de agua de retorno.

--Fugas de metano. Casi cada pozo y tubería de gas fósil tiene fugas de metano, un destructor climático con un potencial de efecto invernadero más de 80 veces superior al dióxido de carbono..

--Emisiones directas. Es una técnica que necesita mucha energía, consume una gran cantidad de gasóleo y por lo tanto tienen grandes emisiones directas de CO2.

--Puede provocar microsismos.  La inyección y extracción de fluido a muy alta presión necesario para el fracking puede causar un aumento de los temblores sísmicos de pequeña magnitud.

--Cada pozo necesita varias toneladas de arena de sílice. Es una arena especial y necesita de minería, transporte y almacenaje.

--Dudosa rentabilidad. Tiene unos elevados costes y el negocio depende de las fluctuaciones del precio del gas: para ser lucrativo, necesita fuertes tensiones y conflictos en el mercado de la energía.

--Plazos de explotación larguísimos. Frente a la rapidez de instalación de renovables, si tuviera todas las leyes a favor y empezasen mañana los trámites, apenas se comenzaría a extraer algo de gas de manera viable dentro de una décadas.

Otra razón para descartar el fracking, aparte de su incompatibilidad con la emergencia climática, es que,aunque tuviera éxito, “lo único que haríamos sería prolongar la dependencia de los combustibles fósiles, cuyo uso debemos abandonar para tener opciones de evitar un cambio climático muy peligroso al sobrepasar el límite de calentamiento global de 1,5ºC fijado en el Acuerdo de París”, apunta Del Pozo.