FOTOGRAFÍA

Gervasio Sánchez: “La última vez que visité Ucrania encontré un nivel de destrucción no visto ni en Bosnia”

El fotoperiodista de guerra pone rostro a las víctimas de las minas antipersonas en una exposición que arrancó en 1995 y que, 29 años después, acoge el Círculo de Bellas Artes

Medy Ewaz Ali reza ante la tumba de su madre en Kabul.

Medy Ewaz Ali reza ante la tumba de su madre en Kabul. / GERVASIO SÁNCHEZ

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Manuel Orellana perdió las piernas mientras recogía café en una hacienda de El Salvador. Lo mismo le sucedió a Sofía Elface tras buscar leña con su hermana en Monzambique. Medy Ewaz, de Afganistán, en cambio, tuvo suerte: salvó la derecha. Soekheurm Man casi muere de camino a su colegio en Camboya. Un destino similar al de Adis Smajic, que resultó herido mientras jugaba al fútbol para celebrar el fin del conflicto bosnio. Mónica Paola, de Colombia, como ellos, aún sigue recordando el día que le amputaron la mano. Desde entonces, nada ha sido igual. Las minas antipersonas destrozaron sus vidas y, a pesar del daño, han seguido respirando. Su testimonio es el arma más feroz frente a toda contienda. Gervasio Sánchez lleva 29 años dando voz a las víctimas. No con el objetivo de exponerlas, sino para remover conciencias.

Las que aparecen en la exposición que acoge el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta el 21 de abril, aunque felices por haber retomado sus caminos, demuestran que las consecuencias de la guerra son para siempre. Gervasio las conoció en su peor momento, mutiladas y maltratadas, a punto de perder la esperanza. Una angustia insoportable les unió para convertir la injusticia que estaban viviendo en una ventana al mundo. “Frente a la desinformación y la manipulación, las víctimas son la única verdad incuestionable. Si tengo dudas, me alío con ellas para mostrarlas con la dignidad y el respeto que merecen. Lo triste es que la mayoría no sabe por qué su país está así cuando hay quien hace negocio desde el primer minuto”, cuenta el fotoperiodista, que lleva 40 años cubriendo luchas armadas.

Sofia Elface habla por teléfono junto su quinto hijo.

Sofia Elface habla por teléfono junto su quinto hijo. / GERVASIO SÁNCHEZ

Este proyecto nació en 1995, a raíz de un encargo realizado por una revista del corazón. El primer viaje fue a Angola, donde se dio de bruces con el horror. Los disparos habían cesado, pero cada día se multiplicaba el número de afectados por las minas. Muchos eran desplazados que, con una alegría desbordante, regresaban al país para recuperar sus casas. “Las guerras no terminan cuando dice Wikipedia, sino cuando las secuelas se superan. Algo que, en ocasiones, no ocurre hasta décadas después”, mantiene. En esta historia de supervivencia, sus miradas son clave. Las de antes y las de hoy. Si bien se han hecho mayores, un escalofrío sigue agarrado a su médula. El miedo permanece latente y, así pasen 100 años, seguirá recordándoles qué ocurrió para que su nuevos pasos no pierdan sentido.

“He visto cómo sufrían, pero también cómo crecían. Algunos se han casado, otros han tenido hijos. Incluso han ido a la universidad. Salir de la violencia y poder documentar su vida en un contexto de paz, cuanto menos, ayuda”, continúa Gervasio. En la actualidad, sigue en contacto con varios. Se informa de sus problemas, les felicita los cumpleaños, se alegra de sus triunfos y se entristece con las malas noticias. “Son el anclaje moral y ético que necesito. Me ayudan a estabilizar mi balanza anímica. Desde que, en 1994, publiqué un libro sobre el cerco de Sarajevo, intento humanizar la guerra. Hay gente que viene a las exposiciones y se emociona, pero me importa poco. Lo normal es llorar, ¿no? Si no lo haces frente al dolor ajeno, tienes un problema. ¿Luego qué? Esa es la pregunta. Lo más probable es que, después, no pase nada. Yo lo hago para salvaguardar mi conciencia”.

Adis Smajic mira a su primer hijo recién nacido en 2013.

Adis Smajic mira a su primer hijo recién nacido en 2013. / GERVASIO SÁNCHEZ

P. ¿El conflicto de Palestina le pilló por sorpresa?

R. El de Oriente Medio empecé a cubrirlo en 1982, cuando los israelíes invadieron el sur de Líbano. Y la sensación es que todo va a peor porque la comunidad internacional, en su nivel de cinismo habitual, ha sido incapaz de imponer la lógica: definir los estados de Israel y Palestina. El 7 de octubre, los comandos de Hamás asesinaron a 1.200 personas. Al día siguiente, Netanyahu anunció una violenta campaña de bombardeos en Gaza. Eso se llama terrorismo de Estado. No obstante, lo que a mí me interesa es qué pasó 48 horas más tarde. Para entonces, ya había quien estaba haciendo negocio a miles de kilómetros. Tenemos unas instituciones internacionales que son basura. En el Consejo de Seguridad, por ejemplo, cinco países hacen lo que les da la gana. Al tener derecho de veto, imponen sus reglas. No se puede imponer un alto el fuego porque una de las potencias lo bloquea. Es vergonzoso.

P. ¿Ha estado en Ucrania?

Sí, en 2022 y 2023. Ahora bien, el enfrentamiento empezó en 2014 cuando Rusia se anexionó Crimea. Hasta el inicio de la invasión, este duelo no era importante para Europa. Los alemanes seguían haciendo negocio con el gas ruso. Sólo nos importa aquello que puede afectar a nuestras economías. Tengo clarísimo que las consecuencias van a ser brutales. En el este de Ucrania el desastre humanitario es tremendo. La última vez que visité el país encontré un nivel de destrucción no visto ni en Bosnia.

Mónica Paola, junto al río Magdalena en Colombia.

Mónica Paola, junto al río Magdalena en Colombia. / GERVASIO SÁNCHEZ

P. Por mucho que avancemos como sociedad, el fantasma de la guerra no nos abandona.

R. Es un negocio. España es una de las potencias en venta de armas. Y da igual que partido esté al frente. Cuando les preguntas por este tema, te responden: ¿qué podemos hacer? Sencillo: no violar la normativa de control de armas que aprobó el Parlamento en 2008.

P. ¿La cultura puede intervenir en el discurso político de algún modo?

R. Lo dudo. Los ciudadanos miran hacia otro lado. En 2003, un millón de personas tomaron las calles para decir no a la guerra de Irak. En 2023, casi nadie salió. En la última campaña electoral, envié una petición a diversos periodistas que iban a entrevistar a políticos: quería que les preguntasen por las armas. Ninguno lo hizo.  

.