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Mira Milosevich: "Europa no puede disuadir a Rusia diciéndole nosotros no vamos a entrar en Ucrania: tiene usted barra libre"

Politóloga e investigadora sénior del Real Instituto Elcano, presenta su visión del régimen ruso de Putin en el libro 'El imperio zombi'

La profesora, investigadora y escritora Mira Milosevich en Madrid.

La profesora, investigadora y escritora Mira Milosevich en Madrid. / ALBA VIGARAY

Putin no es un fenómeno actual sino consecuencia histórica del imperio que Rusia "fue", por contraposición a "tuvo"; es decir, sin expansión allende el mar. Un imperio autárquico, capaz de preservar su identidad eslava y cristiano ortodoxa, y celoso de "su otro": Europa. La transición democrática de Gorbachov fue un mal entendido occidental. Lo cuenta Mira Milosevich (Belgrado, 1966), investigadora sénior del Real Instituto Elcano, en El imperio zombi (Galaxia): un libro necesario para entender la actualidad.

Su tesis es que el régimen de Putin no es nada nuevo sino una continuidad de la historia iliberal y anti occidental de Rusia. ¿Su autoritarismo sería la verdadera esencia de los pueblos eslavos orientales?

Bueno yo no diría eso, porque también soy eslava y porque dudo que los pueblos tengan una esencia como tal. La diferencia de Rusia es que en lugar de haber tenido un imperio, como Gran Bretaña o España, “ha sido” un imperio, forjado a base de expandir sus fronteras naturales. Y esta tentación continúa ahí presente, manteniendo grandes vínculos culturales, históricos, religiosos y lingüísticos con los pueblos que formaron el imperio. A ello se debe su autoritarismo, además de a su modelo centralista de poder, algo que ya Catalina la Grande aprendió de Montesquieu, y a la ausencia de experiencia democrática.

¿Por qué le llama El imperio zombi si, según sus estudios, le apoya el 66% de los 6.300 millones del Sur Global, frente a la soledad de Occidente (1.200 millones)?

Según la RAE, zombi es un muerto que quiere volver a la vida a través de la brujería. Una metáfora para explicar que o le asiste la magia o será incapaz de reunir fuerzas para volver a imperar. A partir de su invasión de Georgia en 2008, Rusia, al haber fracasado en su constitución como estado-nación, inicia una re-imperialización, o lo que yo llamo su intento zombi de volver a la vida como una gran potencia.

"A la diplomacia de este siglo le compete frenar las ambiciones de los postimperios" –argumenta. ¿Por qué habla de postimperios? ¿No es el imperialismo la geopolítica actual de las potencias revisionistas con Rusia y China a la cabeza?

Porque se trata de países, junto a Irán y Turquía, que “han sido” imperio y lo han perdido, pero siguen considerándose “estados-civilización”, lo cual ni siquiera es un modelo de estado. Salvo en el caso de Turquía, están convencidos de tener derecho a su re-imperialización, extendiendo su influencia en áreas geográficas.

Dígame, en medio de este fregado, ¿la ONU no ha demostrado suficientemente su inoperancia?

La ONU está bloqueada hace mucho tiempo, porque el Consejo de Seguridad está obstruido bien por China y Rusia, bien por EE.UU. y sus países de influencia; y porque se ha convertido en un espacio de trueque, transaccional: votos a cambio de protección. Hoy en día es una institución simbólica cuyas decisiones nadie respeta, porque no son jurídicamente vinculantes.

Nunca se firmó un acuerdo para mantener a la OTAN lejos de las fronteras rusas, y ese es el problema: Rusia se siente engañada

¿Cómo de probable es el peligro de una guerra de Rusia contra Europa? ¿Puro macronismo?

Creo que las palabras de Macron están siendo mal interpretadas. Lo que quiere expresar es “una ambigüedad estratégica”: no quiere decir que vayamos a ir a una guerra con Rusia, sino que no debemos descartar ninguna opción. No puedes disuadir a un enemigo si le dices nosotros no vamos a entrar ahí: tiene usted barra libre. Es una contra disuasión en forma de declaración retórica más que una intención real.

Pidió también a la UE una mayor inversión en defensa, ¿esto también es ambigüedad estratégica?

No, ocurre que desde la guerra de Ucrania las misiones de paz se han convertido en operaciones de disuasión y defensa del territorio europeo, lo que supone un importante salto cualitativo. Y esto tiene sus raíces históricas, es el papel paradójico de Rusia en Europa desde las guerras napoleónicas: por un lado fue clave en su equilibrio de poder, conteniendo las invasiones de Napoleón y de Hitler, y al mismo tiempo es una constante amenaza.

Sostiene que la guerra de Ucrania no tiene solución, ¿a su juicio la OTAN ha actuado imprudentemente, ha sido torpe y desafiante?

Lo que digo es que la única manera de proteger a los antiguos satélites de la URSS es aceptándolos en la OTAN, y la gran mayoría así lo ha solicitado; y también, que aunque la estrategia no fuera un error, sí fue desafortunada la manera en que se hizo.

¿No existió en el Acta Fundacional de 1977 un compromiso de mantener la infraestructura militar de la OTAN lejos de las fronteras con Rusia?

Está perfectamente documentado que nunca se firmó un acuerdo formal, y ese es el problema de Rusia: se siente engañada. Esa exigencia rusa sí estuvo en las negociaciones del fin de la Guerra Fría, pero EE.UU. sólo quiso de Rusia su cooperación en terrorismo, desarme, mantenimiento de la paz y relaciones económicas, mientras que Rusia lo que quiso y quiere es mantener su soberanía y su poder de veto en el espacio post soviético, los Balcanes y el Sur Global, sin integrarse en el orden liberal internacional liderado por los EE.UU. y universalizado después de la Guerra Fría.

Gorbachov quiso reconstruir el comunismo sin entender que un régimen totalitario no puede democratizarse

Leyendo su libro se me ha caído un mito: ¿Gorbachov no intentó hacer una transición democrática sino una reconstrucción del poder soviético?

Lo siento por vosotros si lo entendisteis así (risas), pero Gorbachov lo que quiso fue reconstruir el comunismo, sin entender que un régimen totalitario no puede democratizarse. Sostenía, como todos los líderes soviéticos después de Stalin, que el error del sistema había sido su mala aplicación, mientras seguía creyendo firmemente en el comunismo.

Así como en la paz, ¿o esto también lo tergiversamos?

No, y por eso los rusos lo consideran un traidor: porque decide no actuar, no usar la fuerza militar como habían hecho sus predecesores contra Hungría y Checoslovaquia, para impedir la desintegración del imperio. El mantenimiento de la paz sí se debe a Gorbachov, como la mejora de las relaciones con Occidente, la idea del desarme y otros aciertos. Pero los rusos no entendieron que su líder negoció así porque no tenía otra alternativa, su economía no podía seguir la carrera armamentística de la llamada Guerra de las Galaxias.

¿Fue la desintegración de las repúblicas soviéticas un error de cálculo de la Glasnost y atendemos a su revancha?

La guerra de los Balcanes en cierto modo pospuso la desintegración sangrienta de la URSS, que entonces admiraba a todo el mundo por su descomposición pacífica. Pero esa desintegración violenta ya se estaba produciendo dentro del territorio. Ucrania es el típico ejemplo de país limítrofe del imperio que quiere independizarse cuando la metrópoli se debilita. El nombre de Ucrania significa “en el límite”, por su ubicación en medio de las rivalidades de los imperios otomano, polaco-lituano, austrohúngaro y ruso, de ahí su dificultad de convertirse en estado-nación: tiran de ella por todas partes.

Hábleme del chauvinismo ruso, contra el que ya se levantaba Lenin. Ningún país ha invertido tantos esfuerzos en la construcción de su identidad: ¿la obsesión identitaria puede ser un complejo, en este caso frente a Occidente?

Rusia siempre ha admirado y envidiado, amado y odiado a Occidente a partes iguales. Es el otro, el doble de Dostoyevski, que ha intentado imitar y ser parte de, y yo creo que la ruptura que supone la guerra hoy es más drástica y será más duradera que la posterior a la Revolución Rusa. La identidad rusa se forja por su ubicación geográfica entre Europa y Asia, y su obsesión con Occidente como un doble.

¿Por qué el respaldo de la religión más ortodoxa es básica para todo nacionalismo o acaso la respuesta está en la pregunta: fundamentalismo, dogma?

En este caso se debe a que fueron conquistados por potencias musulmanas, otomanas y mongolas, que no querían convertir a todo el pueblo al Islam, porque eran sólo los no islámicos lo que pagaban impuestos. Así, en el siglo XIII, la religión se convirtió en la gran diferencia y posibilidad de autonomía; es decir, el gran rasgo de identidad. La consecuencia es que las iglesias ortodoxas son autocéfalas, ganando influencia en los procesos políticos y en el sentimiento y definición de la identidad nacional. Las constantes de los pueblos rusos son: religión ortodoxa, idioma, condición eslava y ubicación entre Europa y Asia.

El objetivo de la Guerra Híbrida (o tecnócrata) de Rusia contra Europa es la polarización social y la debilitación del adversario a bajo precio

La elección de Putin significó el reconocimiento tácito del fracaso de la transición –escribe. Pero ¿hubiera sido factible un líder demócrata? ¿Existe de verdad una oposición popular democrática en Rusia?

Rusia, por su Historia, nunca ha tenido oportunidad de desarrollar la democracia: nunca hubo libertad para la oposición popular, sino que se articulaba a través de la intelligentsia, la élite cultural. Putin se aferra al concepto de “democracia soberana”, es decir “imitativa” o aplicada a su manera: el Kremlin crea los partidos y establece un férreo control de los medios y las elecciones con ganador inequívoco. Actualmente existe una apatía política derivada de este proceso histórico.

¿El asesinato de Navalny, sin ir más lejos, ha tenido una respuesta cuantitativa en el país?

Navalny no era tan popular en Rusia como en Occidente, no llegó al 5% de los votos a nivel nacional; y lo era sólo en las grandes ciudades, Moscú y San Petersburgo. Además, Rusia está en plena guerra y la ley marcial aplica una represión muy dura, aunque no es nada nuevo. Sí hay una oposición al régimen, pero no articulada.

¿Cómo es el sentimiento popular mayoritario?

Hay un gran apoyo a Putin, que es percibido como el salvador del colapso económico y la desintegración. La gente mantiene que vive mejor que a finales de los 90, y el apoyo a la guerra es un sentimiento de defensa nacional, nadie quiere devolver la tierra conquistada. Los opositores están fuera del país. La clave del fracaso de la transición fue que antes de las reformas políticas se hicieron las económicas, normalizando una corrupción desmedida, por lo cual la gente rechazó el liberalismo. Y el gran error político fue que, en 1996, EE.UU. le da a Yeltsin un cheque de 37.000 millones de dólares para su campaña política frente al Partido Comunista, lo que no sucedió en ningún país de la Europa del Este. Ganó, sí, pero ¿a qué precio?: no hubo una defenestración natural del poder político de los comunistas.

¿Es absolutamente real la instigación de Rusia para la descomposición de la UE, lo que habría logrado el Brexit y el referéndum catalán?

Es lo que llamamos la Guerra Híbrida y ellos llaman Guerra No Lineal, asimétrica, en la que todos los instrumentos son válidos: desinformación, captación de las élites políticas y económicas (Gerhard Schröder es presidente de Gazprom), y todo tipo de arma no militar convencional. Su objetivo es la polarización social y división entre países europeos: la debilitación del adversario a bajo precio.

Nunca me he sentido menospreciada aquí por mi origen; bueno, cierto es que pertenezco a una emigración cualificada, y esto ayudó

Mira, ¿por qué y cuándo emigró usted de Serbia?

Cuando comenzó la guerra de Bosnia, en 1992, porque me di cuenta de que iba para largo. Yo había participado en la oposición, pero nada real había cambiado y la ambición bélica de Milosevich era inevitable. Trabajé en investigación en los medios y tuve grandes maestros que me vacunaron contra el nacionalismo. Emigré primero a Hamburgo, luego a San Diego con una beca y a Nueva York, y de ahí vine a España por una decisión irracional, me parecía un país apetecible donde no iba a ser una Gastarbeiter (trabajadora emigrante, como eran considerados los yugoslavos en Alemania). Bajé del avión en Madrid, vi un cielo fantástico y me alojé en un hostal de Gran Vía, y mi primer trabajo fue como babysitter en inglés, pero a los tres meses estaba haciendo mi tesis doctoral en Antropología y en Estudios Europeos: traía una recomendación de la Universidad de Chicago. Y empecé a escribir libros. Nunca me he sentido menospreciada aquí por mi origen; bueno, cierto es que pertenezco a una emigración cualificada, y esto ayudó: he llegado a ejercer lo que me gustaría haber hecho en mi país. Estoy muy agradecida.

Y no sería por casualidad que conociera y se casara con Jon Juaristi, el gran analista de la melancolía de los nacionalismos, ¿verdad? ¿Cómo sucedió?

En mi doctorado estudié nacionalismo y tuve que elegir una de las lenguas vernáculas en España. Elegí el euskera y leí Los vestigios de Babel, y quise conocer a Juaristi pero la universidad no me lo facilitó. Y cuando publiqué mi primer libro, la editorial lo propuso como prologuista. Así lo conocí.