CRISIS ESTRUCTURAL

El lento declive del Reino Unido, un cóctel más allá del Brexit

La pandemia del covid o la guerra de Ucrania también han contribuido a empeorar una economía dañada por décadas de estancamiento

Protestas en Londres.

Protestas en Londres.

Begoña Arce

"Crecimiento, crecimiento, crecimiento". Así resume la primera ministra británica, Liz Truss, sus prioridades económicas. De momento lo único que ha crecido con su minipresupuesto es la inflación, el déficit y los tipos de interés. El atajo de rebajar impuestos sólo ha empeorado las cosas. "Las políticas dirigidas a un verdadero crecimiento requieren un largo esfuerzo, un maratón de reformas difíciles de llevar a cabo, no esta carrera enloquecida", señala John Van Reenen, profesor de la London School of Economics, quien se pregunta si el Reino Unido podrá resurgir, o si el daño, después de décadas de estancamiento, es ya demasiado profundo.

¿Qué le pasa al Reino Unido? La rica potencia de sólidas instituciones liberales vive un lento y prolongado declive económico. Brexit, covid y ahora la guerra en Ucrania han agravado la situación, pero el deterioro se viene arrastrando desde hace mucho más tiempo. "El declive para el Reino Unido es un verdadero peligro. Es un país poderoso, pero va hacia atrás", afirma Torsten Bell, economista del 'think tank' independiente The Resolution Foundation. El crecimiento económico es cero en estos momentos. Bell apunta como causa importante la gran desigualdad existente en la sociedad británica, que ha ido aumentando desde los años 80 y es mayor que en otros lugares de Europa. La productividad es baja y hace tiempo que no suben los salarios.

Carolyn Fairbairn, empresaria y antigua directora de la Confederación de la Industria Británica (CBI) añade el problema de la conectividad, con una red de transportes muy por debajo del nivel europeo, la banda ancha, aún inaccesible en algunas zonas del país y un déficit grave en educación, incluido el reciclaje de adultos. Remediar esos males que lastran el crecimiento requiere tiempo y un plan fiable. "Si la política cambia constantemente, no hay inversiones", apunta Fairbairn.

¿El nuevo 'Black Wednesday'?

Truss cree, en cambio, tener una fórmula exprés con un minipresupuesto que, según algunos, parece la nota de despedida de un suicida. Un destrozo económico y el harakiri político. Entre la furia y la desesperación, en el Partido Conservador temen que el daño sea irreparable. Antes de la presentación del plan el 23 de septiembre, los conservadores iban ocho puntos por detrás de los laboristas. La media ahora en las encuestas es de 23 puntos, la mayor ventaja para la formación de Keir Starmer desde el año 2010.

Al profesor John Curtice, gran gurú de los sondeos, la situación le recuerda a lo ocurrido hace 30 años, cuando el Gobierno conservador se vio sacudido por los mercados financieros en la jornada en que la libra esterlina fue expulsada del Mecanismo Europeo de Cambio y pasó a los libros de texto como el 'Black Wednesday' (el Miércoles Negro). Aquello "destruyó el bagaje de competencia económica del Gobierno y puso los cimientos para la derrota de los conservadores en 1997", señala Curtice. Ahora sospecha que la historia volverá repetirse.

Asegurar la victoria

El 62% de los británicos quiere una elección general anticipada. Si los laboristas veían complicada la posibilidad de llegar al poder, de golpe comienzan a dar la impresión de estar listos para gobernar. En la reciente conferencia del partido en Liverpool se reforzó la línea centrista del Nuevo Laborismo. A Starmer le ha costado desprenderse del legado extremista de Jeremy Corbyn. Ahora curiosamente la extremista es una conservadora y preside el Gobierno. La conferencia fue un ejemplo de unidad y disciplina, en contraste con lo ocurrido con los 'tories' en Birmingham.

Starmer es un político sobrio, un poco rígido, y aunque como orador resulta sólo pasable trasmite una sensación de seriedad, de medir las palabras, sin fantasear. Un estilo que tranquiliza a los ciudadanos cansados de bufones y locas robóticas. Pero la enorme ventaja actual en los sondeos tiene menos que ver con el entusiasmo por su partido que por la repulsa al Gobierno. Starmer deberá hacer bastante más para asegurarse la victoria en los dos años que faltan para las elecciones. A no ser que los conservadores salten antes por los aires.