GALICIA

El SOS de las mariscadoras: "La gente viene a trabajar a base de calmantes"

Las profesionales ponen el grito en el cielo para que se reconozcan las múltiples dolencias asociadas al ejercicio de su actividad

Mónica Sanmartín (en el centro, de rojo y con gorra) trabajando en la ría de Vigo junto a sus compañeras, mariscadoras todas de la Cofradía de Pescadores "Virgen del Carmen" de Arcade.

Mónica Sanmartín (en el centro, de rojo y con gorra) trabajando en la ría de Vigo junto a sus compañeras, mariscadoras todas de la Cofradía de Pescadores "Virgen del Carmen" de Arcade. / MARTA G. BREA

Jorge Garnelo

“Cada mes o dos meses hay alguien que se jubila”, dice Mónica Sanmartín a las pocas horas de dar por concluida otra jornada asfixiante en la ría de Vigo. El oficio de las mariscadoras, aunque breve, es doblemente duro. Todavía más para las profesionales veteranas. Cazadoras de almeja y berberecho, ella y su grupo se reúnen a las diez en punto en el muelle de la Cofradía de Pescadores “Virgen del Carmen” de Arcade. Allí cargan en un barco que las lleva hasta la zona donde faenan, ante la icónica Isla de San Simón, los angazos y pequeños sachos y rastrillos que utilizan para hacerse con las preciadas cochas. Cuando el agua les llega por la cintura emplean el primer objeto, un alargado palo con una jaula metálica en punta que se asemeja a una gigantesca cuchara. Cuando la marea baja y solo queda tierra se inclinan, forzando su espalda hasta conseguir la mercancía suficiente. Eso o hasta que el cuerpo aguante.

Mónica, que lleva ocho años en el mar después de haber pasado por distintos sectores, lo tiene claro: “La fuerza que hacemos aquí la requieren muy pocos trabajos, el esfuerzo es agotador”. Sabe bien de lo que habla. Convive con un grado medio de túnel carpiano y por las noches duerme con férulas en las manos para que sus muñecas también puedan descansar. Lejos de ser una salvedad, no es la única de sus compañeras que ha sido diagnosticada por algún tipo de dolencia ligada a su entorno laboral. Tendinitis, lesiones en brazos, espalda e incluso piernas son comunes en su día a día: “Tomarse un paracetamol es como desayunar, hay gente que incluso viene a base de calmantes”.

Ante la penosidad de su oficio y los riesgos asociados, las mariscadoras ponen el grito en el cielo para que se reconozcan las múltiples enfermedades relacionadas con el ejercicio de su actividad. En este sentido, otro problema recurrente son las infecciones de orina que padecen. “La cistitis afectó tanto a una chica que tuvo complicaciones en los riñones. Yo misma tuve que tratarme dos veces”, manifiesta Mónica. Por si con ello no bastase, acude cada mes al fisioterapeuta por los dolores de cabeza que le provocan las cervicales, al tener que pasarse horas y horas agachada mientras busca los moluscos en el suelo con sus propias manos. “Imagina el cuello todo el rato en tensión”, evidencia acto seguido.

Estas sesiones, como las que realiza para descontracturar sus músculos, son de pago. “Si no lo hago así y espero, he llegado a no ser capaz de dar la vuelta en la cama”, indica. La peor época llega en cuanto empeoran las condiciones meteorológicas o cuando laboran dentro del agua y esta se mueve bruscamente. “En esos momentos tienes que hacer más resistencia, si no te lleva la corriente. Y lo hacemos sumergiendo y sacando el angazo, repitiendo eso una y otra y otra vez”, agrega. El aparato pesa entre siete y ocho kilos, a los que a mayores hay que sumarle el peso del producto que logran extraer. Estas últimas semanas, a contracorriente, está escaseando.

Un nuevo estudio en camino

“No sé cómo habría que estar para que te den cita en la sanidad pública”, se cuestiona Mónica, que critica las largas listas para poder tratarse y depender de recursos privados que corren a cuenta de su bolsillo. El acceso al sistema sanitario por parte de este colectivo de profesionales es precisamente una de las prioridades del Instituto de Seguridade e Saúde Laboral de Galicia (Issga), que está desarrollando un nuevo estudio para evaluar el impacto que tiene el trabajo de las mariscadoras en su estado físico, efectuando para ello diferentes encuestas y valoraciones médicas a las mujeres que quieran participar con el objetivo de analizar los resultados y ver cuáles son los inconvenientes que deben ser abordados.

Nieves Lorenzo, jefa del área de Medicina del Trabajo en el centro territorial que posee en A Coruña este organismo, dependiente de la Xunta, explica que esta investigación se hace para actualizar los datos de una primera que se hizo hace una década. En aquella ocasión, además de comprobar la edad media del sector (más de 50 años), las herramientas que utilizaban y las dolencias que se expresaban, concluyeron que las estructuras anatómicas más machacadas eran los hombros, los codos y las manos.

Procedimiento para extraer la almeja, gracias a un utensilio denominado angazo.

Procedimiento para extraer la almeja, gracias a un utensilio denominado angazo. / MARTA G. BREA

Detectamos muchos casos de túnel carpiano y fue algo bastante frecuente. De hecho, el 25% de las mariscadoras que entrevistamos, cerca de 1.000 personas, tenían ya una sospecha. La clínica que tenían era muy sospechosa de tener una neuropatía por presión en la muñeca, que es por la postura a fuerza de movimiento repetitivo. En el 13% de los casos ya estaba confirmada esta enfermedad, pero en muy pocos estaba reconocido y tramitado el parte de enfermedad profesional. Se les trataba como enfermedades comunes”, comenta la especialista.

Junto a la Consellería de Sanidade, la entidad diseñó un sistema para la comunicación de sospecha de enfermedad profesional, a través de los médicos de atención primaria especializada. Al ser la mayor parte de las mariscadoras trabajadoras por cuenta propia, una vez llegaban a las mutuas estas rechazaban sus dolencias al no vincularlas a su ámbito laboral. “La mujer se quedaba en una situación de vulnerabilidad, sin que le tramitasen”, añade. Ahora, por la contra, en caso de sospecha se comunica a inspección sanitaria, encargada de los trámites para solicitar una determinación de contingencia por enfermedad profesional: “A todas las que nos han llegado se ha dado solución”.

“Queda mucho margen de mejora”, insiste no obstante Lorenzo, aunque no considera que se trate de un colectivo “sobreexpuesto” ya que “hay muchos puestos en los que existe riesgo de exposición a posturas forzadas y movimientos repetitivos”. Con este nuevo estudio, la experta espera que se sigan reconociendo las enfermedades profesionales de las mariscadoras, más allá del túnel carpiano. Actualmente lo están haciendo en Rande, tras otro hecho a las rederas en el que se ha constatado su envejecimiento. “Ha bajado una barbaridad, se notan las jubilaciones y que no hay relevo”, refleja. De igual manera, todavía tienen dificultades en el reconocimiento, que “ha dado un avance pero no el que esperábamos”.