GALICIA

Así evitaron el suicidio de una paciente en el hospital de Cunqueiro: "A 20 metros del viaducto, con la cara desencajada”

Dos vigilantes de seguridad del hospital y el responsable de celadores evitaron el intento de suicidio de una paciente el domingo

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Rosa e Iván, ante el viaducto. RICARDO GROBAS

Rosa e Iván, ante el viaducto. RICARDO GROBAS

Ana Blasco

Cuenta Rosa María Fernández Pereira, vigilante en el Hospital Álvaro Cunqueiro, que no es excepcional ver a gente salir muy alterada del Servicio de Urgencias, diciendo que quiere acabar con su vida. Pero se va calmando. “Ella no, ella iba a por todas y se notaba”, recuerda de la paciente a la que en la madrugada del domingo, junto a otro compañero de seguridad y al responsable de celadores del turno, salvaron de un intento de suicidio desde el viaducto de la VG-20.

Iba con el pijama hospitalario, descalza y “con la cara desencajada”, describe Rosa. FeSMC-UGT, a través de un comunicado en el que felicitan al personal por su intervención, añaden que tenía “claros síntomas de estar sufriendo un brote psicótico”. Pasaban las seis de la mañana y, a esas horas, solo hay tres vigilantes en el Cunqueiro. Uno en el control de cámaras y los otros dos en Urgencias, pero coincidió que en ese momento solo estaba Rosa, que ya cuenta con una mención policial por otra intervención en un incendio en Psiquiatría del Cunqueiro. “Escuché que llamaban a seguridad, la vi a ella y le dije ‘Por favor, no te vayas, que ahora viene una ambulancia a por ti”, relata. Pero no le hizo caso y se fue gritando: “No te metas”.

Los gritos alertaron al responsable de celadores y ambos la siguieron fuera. “Mi vida es una mierda, quiero morir”, decía. Al poco se sumó también un segundo vigilante, Iván Armesto, que lleva menos de tres meses trabajando en el complejo de Beade. Entre los tres trataron de convencerla para que regresara. A la vista de que se dirigía a la rotonda de la carretera de la Venda por el medio de la calzada, llamaron a la Policía Nacional que tenía “todos los operativos ocupados”. Mientras se liberaba alguno, les pidieron que trataran de disuadirla.

"Volví a casa llorando"

“Vas a perder tu puesto de trabajo por ausentarte de él”, recuerda Rosa que le dijo para que se fuera. “Yo lo que quiero es ayudarte”, le respondió. Se centraron en el diálogo hasta que vieron cómo echaba a correr por la cuesta que lleva a la VG-20 y, en concreto, a uno de sus viaductos. No le frenaban ni las silvas, las ortigas ni otro tipo de obstáculos del terreno. Sabía a dónde iba. Era ya la segunda vez que lo intentaba allí. Entonces se echaron encima de ella. “Era muy difícil hacer que razonara, no nos quedó otra”, cuenta Iván y añade que estuvieron “aún unos dos minutos” sobre ella hasta que se relajó.

Entonces rompió a llorar. Les contó su historia. “Muy dura”, coinciden. Y les dio las gracias una y otra vez. Cuando le bajó la adrenalina vieron que iba con un esguince en el tobillo y ni le habían notado que cojeara. Volvió en silla de ruedas.

La intervención fue casi al final de un turno de 12 horas. “La academia nos prepara para saber cómo intervenir, pero actúas más por instinto”, sostiene Iván. FeSMC-UGT destaca el valor “profesional y humano de ambos” y pide para ellos una mención honorífica de la Policía. “Salí hasta con pinchos, pero salvé una vida. Volví a casa llorando” concluye Rosa.

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