BARCELONA 3 - 3 GRANADA

Barça-Granada | El genio de Lamine no fue suficiente

El canterano firmó un partidazo ante el Granada que solo sirvió para lograr un empate (3-3)

El Barça concedió demasiado en defensa y lo pagó dejándose otros dos puntos en Montjuïc

Ivan San Antonio

A Lamine Yamal solo le faltó compañía para firmar una noche única, una de esas que no se olvidan, protagonizadas por los elegidos. El de Mataró se disfrazó a veces de Messi y a veces de Henry para hacer todo lo que estaba en su mano para ganar al Granada. No fue suficiente. La sangría defensiva del Barça merma cualquier intento de recuperar la sonrisa. Ni siquiera cuando quien sonríe es un niño de dieciséis años.

Que el Barça está bajo mínimos, con una plantilla corta y demasiado joven, es tan evidente que solo era necesario mirar al banquillo para comprobarlo: el único futbolista que no había pasado por las inferiores blaugrana era Raphinha y la media de edad de los suplentes a penas superaba los veinte años (20,25), una fotografía que dice mucho del Barça hoy, pero que también habla del futuro. Sobre el césped, Lamine y Cubarsí, enormes, completaban la nómina de diez canteranos ante el Granada.

Quizá por ello, a los seis minutos, la Grada d'animació empezó a corear el nombre de Xavi Hernández, emblema de La Masia, leyenda del fútbol y hoy técnico del primer equipo de un club en horas bajas que dijo basta ante la falta de comprensión. Sobre el césped, la gran novedad fue Ter Stegen, de vuelta al equipo después de casi tres meses. El alemán entró algo frío, como el ambiente de Montjuïc, solo activado por los que nunca fallan. Toda la primera mitad la cocinó el Barça a baja temperatura. Faltó chicha.

El Granada, valiente, presionaba alto, así que tocaba armarse de paciencia para madurar el partido y ganar metros poco a poco. Costaba masticar cada minuto y solo Lamine Yamal agarraba el guion para romperlo en mil trocitos con acciones alejadas del gris protocolo. Lewandowski le acompañaba con una labor de desgaste incansable. Entre los dos fabricaron la primera gran ocasión, pero el polaco no llegó por poco.

Siguió intentándolo el Barça, voluntarioso, con las llegadas de Gündogan, de Pedri y de De Jong, que apareció en el área en el inicio de una jugada que acabó con un centro de Cancelo que Lamine Yamal convirtió en gol sin oposición en palo largo. Fue a los quince minutos. El Granada, lejos de echarse atrás, estiró líneas con malas intenciones. Uzuni estuvo cerca de rematar de chilena.

La tostada siempre cae del lado equivocado

Y como todo esta temporada se hace cuesta arriba, la desgracia volvió a aparecer en los últimos cinco minutos del primer tiempo. Lamine inició una contra dibujada con escuadra y cartabón junto a Pedri, que esperó la llegada de Gündogan, que la puso para Lewandowski, que definió de primeras. Hongla sacó bajo palos. Era gol. Era el segundo.

La suerte está enfadada con los blaugrana y el Granada, tres minutos después, empató con una llegada de Ricard al área inapelable. Si algo puede salir mal en este Barça, la tostada caerá por el lado de la mantequilla. La ley de Murphy echa equipo. A veces el fútbol pide a gritos alejarse de la pizarra y salir al patio a divertirse, desconectar con los colegas, algo que los blaugrana necesitan para olvidar los libros.

La segunda mitad amaneció sin cambios, ni en los onces ni en el decorado. El Barça seguía quedándose el balón y lo movía algo perezoso, pero suficiente para deseordenar a los andaluces, pero también para desordenarse a sí mismo. Tanto que en siete minutos el marcador cambió tres veces. Antes de eso, Pellistri probó a Ter Stegen en un uno contra uno. La defensa daba muestras de descomposición confirmadas cuando Cubarsí despejó un centro hacia atrás, remató mal Unzuni y Pellistri, solo, no falló. Gündogan se puso el disfraz de crupier y empezó a repartir cartas ganadoras a Lewandowski. Le puso la primera antes del 1-2 y Robert envió fuera. La segunda entró, firmando el empate. Todo cuesta demasiado y Montjuïc es cuesta arriba. El Granada respondió rápido: centro desde la izquierda y cabezazo de Ignasi Miquel. Otra vez por delante. Otra vez a sufrir.

El Barça juega cada partido a la ruleta rusa, una metáfora de lo que fue una segunda mitad agotadora emocionalmente. Lamine, otra vez Lamine, se puso el disfraz de Messi y empató con un obús dirigido desde la frontal. La siguiente jugada fue un paradón de Ter Stegen a Unzuni. En el otro área todo pasaba por un chaval de 16 años que no conoce el miedo. "Balones a Lamine", gritaba el partido, mientras el Granada paraba el reloj en cada acción, perdiendo minutos deliberadamente.