LLAMANDO A LAS PUERTAS DE LA SELECCIÓN

Iago Aspas, goles frente al muro

El delantero es el héroe local perenne, el futbolista que los niños de Vigo quieren ser de mayor y el protagonista del cromo que les gustaría que saliera cuando abren los sobres

Al acabar su último partido, cuando al jugador del Celta le preguntaron por la Selección se limitó a decir: “El mensaje son los 90 minutos que he hecho”

El delantero del Celta de Vigo Iago Aspas celebra un gol contra el Cádiz en el estadio Balaídos de Vigo.

El delantero del Celta de Vigo Iago Aspas celebra un gol contra el Cádiz en el estadio Balaídos de Vigo. / EFE/Salvador Sa

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

“Os árbitros son un pouco pufeiros”. Esto decía un Iago Aspas de once años en una entrevista que aún se conserva hoy en vídeo. Ahora, el delantero celtiña tiene 35 pero no ha perdido esa expresión de pillo, de robabalones, de delantero escurridizo y tenaz, y también de futbolista que refunfuña y a veces se enciende contra los trencillas cuando se siente avasallado por sus decisiones. Le pueden los colores, el exceso de alma celeste y a veces esa sensación de injusticia con los pequeños. Y eso lo ha sentido siempre, aunque llegó a vestir la camiseta roja del Liverpool en un viaje de ida y vuelta que hizo escala en Sevilla. Aquella fue una aventura fugaz, un relato corto. Aspas es historia del Celta en la última década y aunque en este último lustro ha sonado para jugar en los grandes, la cosa no ha llegado a fructificar.  

A cambio, Iago es el héroe local perenne, el futbolista que los niños de Vigo quieren ser de mayor y el protagonista del cromo que les gustaría que saliera cuando abren los sobres, por encima de benzemas, cavanis o griezmanns. En los parques y patios vigueses, cuando chutan a portería o a la línea imaginaria que marcan dos montones de jerseys en el suelo se sienten como el ariete de Moaña. Así empezó él, de esa manera aprendió a ser delantero, a rebañar los balones a los defensas, a ser escurridizo, habilidoso e infatigable. Y ese fútbol callejero lo lleva en las venas, como caché, memoria y aprendizaje de aquellas tardes sobre la arena de la playa en partidos kilométricos que acababan para él cuando sonaba el silbido de su padre, ya con la única luz de una luna que se reflejaba sobre el mar. En aquella penumbra había que adivinar por dónde rodaba el balón, y Aspas siempre acertaba.

Sus primeras carreras en campos de fútbol, ya con límites y porterías reglamentarias a las que someter, tuvieron lugar en el Cerponzóns, que aunque suene a equipo húngaro es el nombre de un pueblo pontevedrés. Aquellos fueron sus primeros 'aspasvientos', y no necesitó mucho tiempo para llamar la atención con su velocidad y esa insolencia para atreverse con todo cuando encaraba la portería.

Con los años, se encaramó al Celta, le llegó el turno a eso de jugar en Balaídos, enfundarse la celeste y acabar siendo un reputado goleador. Cualquier equipo necesita uno en su once inicial. Muchos clubes de LaLiga echan el anzuelo a goleadores por medio mundo para traerlos al fútbol español, donde no abundan. Y él es de aquí -no hizo falta salir a buscar el Dorado- y tiene gol. Mucho gol. Tanto que cuando en la radio un locutor se desgañita cantando un tanto del Celta hay muchas posibilidades de que sea obra y maquinación de Aspas. Esta temporada lleva anotados ya cinco goles en las primeras cuatro jornadas de Liga, y mira hacia abajo desde la cima de goleadores sentado al lado del polaco Robert Lewandowski, que aquí no ha venido a hacer amigos ni compartir ese distintivo con nadie.

También le llegó a Aspas en su momento 'la roja', que ha vestido en 18 ocasiones, pero después pasó a ser para él una asignatura pendiente. Sus ausencias en las convocatorias de Luis Enrique constituyen un bucle de dudas e interrogantes. Y el delantero, en lugar de pedir la hoja de reclamaciones, marca, una vez tras otra, y se convierte en protagonista de crónicas futbolísticas. Habla en el campo, para dar que hablar fuera de él.

Pero la entrada a la selección para él tiene un muro como el que concibieron Roger Waters y David Gilmour, músicos grandiosos de Pink Floyd que un día dejaron de hablarse y partieron peras. Entendían la música de forma diferente, querían ir por caminos distintos. Faltaba química. No sintonizaban. Y quizá a eso se reduzca que el seleccionador no cuente con el brillante delantero del Celta. No siempre goles son amores.

El técnico asturiano concibe su figura del delantero ideal con otras características. Alguna vez ha dado alguna pista, dejando entrever que al ‘10’ del Celta le falta actitud defensiva. Las estadísticas de Aspas, sin embargo, reflejan su capacidad para recuperar balones en campo contrario y no dibujan un delantero pasivo.

Este año, Aspas sigue a lo suyo, marcar. Al acabar su partido del viernes, cuando al jugador del Celta le preguntaron por la Selección se limitó a decir: “El mensaje son los 90 minutos que he hecho”. Ahora falta por averiguar cuántos minutos harán falta para derribar el muro junto al que Luis Enrique sigue cantando aquello de Another Brick in the Wall.