DÍA DE MUERTOS

Javier Pérez Campos, escritor: "Las 'madres vengativas' son una aparición recurrente que se da en todo el mundo"

Leyendas como la de 'La llorona' mexicana o la de las 'ubumes' japonesas, madres fantasmales traumatizadas por la pérdida de un hijo que se aparecen para atemorizar a los vivos, son recurrentes en las tradiciones orales y en la narrativa de terror. El escritor y periodista habla de ellas en 'Immaturi. 'Los inocentes', un libro que investiga una de las figuras que más miedo lleva infundiendo al ser humano a lo largo de la historia: la de los niños muertos que vuelven a la vida

El periodista Javier Pérez Campos en la presentación en Mérida de su último libro 'Immaturi. Los inocentes'.

El periodista Javier Pérez Campos en la presentación en Mérida de su último libro 'Immaturi. Los inocentes'. / Javier Ocaña

Cuenta la leyenda que si se oyen llantos y sollozos durante las noches de luna llena, o en el Día de los Muertos, es porque una figura vestida de blanco y cuyo velo le cubre el rostro deambula a orillas de un río lamentando la muerte de sus hijos hasta evaporarse. Su presencia se desvanece, pero el eco de su lamento permanece. "¡Ay mis hijos!" retumba en los oídos de los vecinos de Ciudad de México desde mediados del siglo XVI, cuando comenzó a contemplarse su aparición espeluznante.

Tan grande ha sido su impacto que la leyenda de La Llorona se ha divulgado por todo el mundo hasta convertirse en parte de la cultura del pueblo mexicano. E incluso se la ha bautizado en diferentes países de Centroamérica y de América del Sur con otros nombres como Sayona, Malinche, Viuda de Negro o Sucia. Se cree que la madre, tras el abandono de su marido, se lamenta arrepentida por ahogar a sus hijos en el río. Un mito para muchos y una realidad para otros, especialmente para aquellos que han sido testigo de una imagen que no consiguen eliminar de su cabeza.

The Legend of de La Llorona

The Legend of de La Llorona / Archivo

En Badajoz nace otro "mito moderno, o quizá una verdad", ya que muchos trabajadores de la base aérea de Talavera la Real han experimentado la presencia de una mujer que surgía junto a la tapia blanca de la base con un ropaje blanco y zarandeando un bebé envuelto en sábanas sanguinolentas. Algunos soldados han llegado a vivir verdaderas noches de pánico durante sus guardias en la famosa garita de la Portuguesa, nombre que recibió la aparición. Una tradición oral que recoge el periodista Javier Pérez Campos, con amplia experiencia en la búsqueda de historias ocultas, en su nuevo libro Immaturi. Los inocentes.

"Madres vengativas"

La Portuguesa es una mendiga procedente del país vecino que murió atropellada en la antigua carretera N-5 y que, se dice, ha sido vista post-mortem. El vehículo que la mató se dio a la fuga y ella acabó desangrada junto al cadáver de su bebé de cuatro meses que sostenía en brazos por el arcén. Desde entonces, deambula en busca del vehículo que les arrebató la vida. Este es uno de los ejemplos, entre tantas apariciones de fantasmas de mujeres con los hijos en brazos, a los que el autor ha bautizado como "Madres vengativas". "Se trata de un tipo de aparición recurrente y transcultural que aparece en diferentes partes del mundo y se reproduce de forma similar", ha explicado el autor a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

Representación de una ubume, el fantasma de una mujer, que tras morir embarazada vuelve para venga su muerte y la de su hijo.


La existencia de estos entes ha sido puesto en duda, pero historia y su origen no son sólo latinoamericanos, sino también, por ejemplo, asiáticos. La ubume es un fantasma mujer de origen japonés, con aparición en documentos históricos de 1700, que ha muerto embarazada y regresa del otro lado, junto al feto, para vengar ambas muertes. "Aparece en representaciones pictóricas del Japón feudal dibujadas incluso en papel de arroz", explica Pérez Campos, "donde se representa al fantasma terrible de una madre muerta durante el parto que vuelve con su hijo nacido en brazos para vengar su muerte". Su regreso es, según el autor, "ambivalente". Por un lado, el periodista del programa Cuarto Milenio (Cuatro) explica que vuelve para alimentar a los niños durante la noche y que así, puedan crecer. Pero también es posible que regrese para llevarse a los cuerpos de los recién nacidos que ella nunca pudo criar.

Este tipo de fenómenos no responde solamene a tradiciones orales, folclore, mitos y crónicas, sino que también ha llegado a tener cierta coartada psiquiátrica. En su libro Alucinaciones, el neurólogo Oliver Sacks analizaba la inferencia del duelo y cómo ese trance desgarrador que supone la pérdida traumática de unos hijos puede desencadenar delirios.

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Javier Pérez Campos en la presentación de su libro 'Immaturi, los inocentes' en el Parador de Mérida. / Javier Ocaña

Atormentar a los vivos

'Immaturi' es la manera en la que los romanos, allá por el siglo I, denominaban a las muertes antes de tiempo, es decir, "a los niños, que eran los más temidos y por ello se les enterraban de manera distinta" a como se procedía en la necrópolis. De hecho, muchos arqueólogos han documentado lo que se conoce como sepulturas anómalas, es decir, formas de enterramiento diferente a las habituales de la época. Por ejemplo, en el Conjunto Arqueológico Baelo Claudia (Cádiz), donde apareció enterrada una niña dentro de una vasija, igual que otros enterramientos en ánforas de la Edad de Bronce encontrados en Mallorca. Se han encontrado esos restos incluso dentro de abetos, porque así se evitaba que los niños regresaran del otro lado. "Había que protegerse de ellos".

De hecho, el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida conserva restos sospechosos, como clavos, que parecen indicar este tipo de enterramientos. El autor explica que "se creía que si se clavaba a los niños a la sepultura, se evitaba que alma pudiera salir y atormentar a los vivos". Durante la Edad Media y hasta el s. XVIII se recogieron casos de fetos aislados que seguían apareciéndose porque no habían sido sometidos a un rito de enterramiento y en cambio, otros, porque "al no tener nombre, estaban atrapados, no eran dignificados". Sólo conseguían liberarse si se les atribuía un nombre.

Habitación 205

Los devotos creen que en cada hotel hay una alcoba especial. En el Parador de Mérida, algunos huéspedes afirman haber escuchado llantos mientras se alojaban en una habitación encantada. La habitación número 205.

Javier Pérez Campos en el Parador de Mérida. / Javier Ocaña


La que fue originalmente una celda en la que habitaba un monje se cree que es el hogar del "pequeño Manolito", al que se ha visto tímidamente vestido de blanco deambulando por los pasillos y en la famosa escalera del antiguo convento, según cuenta Daniel de Lamo, director del parador. "Yo no he visto nada, pero mi mujer durante el confinamiento del Covid-19 sí que sintió su presencia", relataba en la presentación del libro Immaturi en este emblemático edificio. La realidad es que hoy es todo un atractivo turístico. La habitación suele estar bastante solicitada y hasta con una larga lista de espera por la demanda de aquellos que quieren vivir una noche encantada.