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El sexo en Roma: ni tanto ni tan calvo

La historiadora Patricia González Gutiérrez cuestiona los análisis más pacatos y derriba muchos de los mitos sobre la sexualidad en Roma, civilización cuya influencia aún se hace sentir en el mundo actual.

Fresco del 'Lupanare' en Pompeya.

Fresco del 'Lupanare' en Pompeya. / Archivo

"El sexo es natural, pero la sexualidad no. De hecho, lo poco que podemos afirmar de la naturalidad o no de la sexualidad humana es que es algo enormemente social y, por tanto, varía en sus formas, normas y tabúes de una sociedad a otra", afirma Patricia González Gutiérrez en la introducción de Cunnus. Sexo poder en Roma (Desperta Ferro, 2023), un ensayo en el que esta licenciada y doctora en Historia por la UCM aborda un aspecto de la vida romana que no siempre ha sido estudiado con rigor. Si se atiende a las producciones cinematográficas, desde el péplum a la versión del Satiricón de Fellini, sin olvidar el Calígula de Tinto Brass o el Yo, Claudio de la BBC, Roma era lo más parecido a Sodoma o Magaluf. Pero si uno lee algunos estudios académicos, en cambio, Roma era una novela pastoril en la que los hombres podían ser grandes amigos, pero sin derecho a roce. Cunnus rompe con ambas visiones a través de un texto absorbente, ameno y muy riguroso, con abundantes notas y referencias bibliográficas.

"El problema que hay a la hora de investigar lo relacionado con Grecia y Roma es que es el elemento fundacional de todo lo que es la ideología moderna sobre Europa y Occidente. Esto provoca que a la gente le cueste mucho romper sus esquemas y no quiera ver aquello que se sale de su marco mental. La prueba es que hay historiadores que niegan activamente la homosexualidad en las fuentes clásicas, a pesar de que es muy evidente. Por ejemplo, cuando dicen que Safo no era lesbiana. ¿Pero de verdad necesitan que sea aún más explícita? Esa actitud ha llevado incluso a censurar poemas o, retocar otros textos, como sucedió con un grafito en Roma de una chica con un problema de amor con su amante mujer a la que se le cambió el género para que el texto se refiriera a un hombre", explica Patricia González que, entre otros ejemplos de esta ceguera a la hora de analizar el mundo clásico, cita el caso del yacimiento de la Casa de Hippopytus en Alcalá de Henares.

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Patricia-Gonzalez-min-1024x1024.jpg / Desperta Ferro

"En los paper lo venden como la sede de una asociación juvenil y, en el museo, como un colegio para niños. Sin embargo, el hecho de que esté a las afueras de la ciudad, justo al lado del camino, con un jardín muy grande, con espacios privados, pero sin lugares específicos para las habitaciones, nos lleva a pensar que es un motel de carretera como los actuales, al que solo le faltarían los neones", comenta González, que aborda con humor la forma en que la historiografía se ha enfrentado tradicionalmente a estos asuntos. "Cuando muera me encantaría regresar como un poltergeist para ver cómo serán los museos del futuro, en los que un tupper compartirá sala con un Velázquez. En el fondo, eso es lo que son nuestros museos actuales, lugares en que se exponen mosaicos con piezas eróticas romanas que podrían ser el equivalente de esos vasitos en los que, cuando viertes el líquido, aparece un desnudo o de los bolis con la foto de una mujer que, al inclinarlos, se le quita la ropa y se queda desnuda".

Libertad sexual para unos pocos

Por mucho que los romanos se empeñasen en defender que su sexualidad era consecuencia de las leyes naturales, lo cierto es que era fiel reflejo de su organización social. Esto provocaba que su libre ejercicio estuviera prácticamente restringido a los hombres y, de entre estos, a aquellos que eran libres, los cuales podían disponer a voluntad de sus esposas y los esclavos de ambos sexos.

"La sexualidad en Roma era una cuestión de quién tiene derecho a hacer qué. Incluso había una frase que decía 'aléjate de las mujeres casadas, de los muchachos libres y de las chicas casaderas. Con el resto, haz lo que quieras'. La mujer, por ejemplo, no tenía derecho sobre su propio cuerpo, por eso en Roma se consideraba más grave el adulterio, que era una afrenta al esposo, que la violación. Luego, cuando se habla de la pederastia educativa, siempre se menciona a los griegos, pero los romanos también la practicaban y no con adolescentes de 16 o 17 años que estaban entrando en sociedad, sino con niños esclavos. De hecho, había un debate que discutía si los esclavos libertos debían permanecer junto a su amo para satisfacerle sexualmente", explica la autora, cuyo libro muestra cómo muchos de esos conceptos romanos sobre sexualidad perviven en la actualidad.

"Hasta 2012 o 2013 en Dinamarca no era delito la violación dentro del matrimonio. Hasta 1963, en España, matar a tu mujer si la sorprendías en la cama con otro era una eximente y, ahora, estamos en pleno debate sobre que en la violación lo importante no es que haya violencia sino que no haya consentimiento porque, si una mujer no presentaba marcas, muchos jueces consideraban que no había sido una violación sino una relación consentida. De hecho, hace poco una senadora de Estados Unidos dijo que no había que permitir el aborto en caso de violación, porque el cuerpo de la mujer sabía defenderse y, si realmente hubiera sido una violación, no hubiera habido embarazo".

Además de evitar ese tono reverencial hacia la civilización romana que tienen otros ensayos sobre el tema, Cunnus analiza la sexualidad de esa época con actitud crítica y perspectiva de género. Algo que queda evidenciado desde el título y la portada, la cual reproduce un cuadro de Paula Bonet en la que una mujer manipula su vagina.

"Siempre estamos hablando de lo mismo. Pollas hay por todos los sitios, creo que los penes pintados por las paredes son el motivo más repetido en la historia. Creo que ha llegado el momento de que se cuenten otras cosas y por eso elegimos ese título, Cunnus, que en Roma hacía referencia a cualquier agujero, y el cuadro de Paula, que es una variante de El origen del mundo de Courbet porque, a diferencia de este, la actitud no es pasiva sino activa. Son cosas que están ahí para que la gente no se lleve a confusión sobre lo que va a encontrar en el libro, porque soy consciente de que molesta que se haga historia sobre sujetos y colectivos que no la tenían. Por ejemplo, la historia de las mujeres, de la infancia, de las sexualidades divergentes o de las adolescentes, cosa que en Roma era un privilegio porque las niñas pasaban de ser niñas a estar casadas y empezar a parir".

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