SEXISMO EN LA PANTALLA

En la era 'Post-Me Too', la cultura de la violación sigue fuerte en la ficción

‘The Idol’ es solo el último ejemplo de que los abusos siguen muy presentes en las series y el cine, a veces para ponerlos en cuestión, pero a menudo normalizados en los relatos

Lily-Rose Depp y Abel Tesfaye, conocido musicalmente como The Weeknd, en la serie 'The Idol'.

Lily-Rose Depp y Abel Tesfaye, conocido musicalmente como The Weeknd, en la serie 'The Idol'.

Resulta prácticamente imposible no haber escuchado algo, en las últimas semanas, sobre The Idol, la serie en la que The Weeknd se estrena como actor (quienes hayan visto sus habilidades interpretativas quizás hayan carraspeado al leer “actor”) y Lily-Rose Depp se convierte en un atormentado icono pop retratado desde una mirada inequívocamente masculina. Con apenas los dos primeros capítulos emitidos, la serie ya fue vapuleada y señalada por muchos como una oda al torture porn, un término que se popularizó tras el éxito de Saw, Hostel o El Ciempiés humano, películas con más sangre que argumento.

“Los relatos influyen en cómo percibimos la realidad, y al mismo tiempo, son un reflejo de lo que acontece al nutrirse de ella. The Idol, como Euphoria, no es más que un videoclip que normaliza las drogas y cosifica el cuerpo de las mujeres. Es sin duda una reacción al #metoo y a muchas películas como Una joven prometedora, con la que nos encontrábamos en un nivel de análisis fuerte. Sin duda, estas nuevas ficciones son un retroceso”, explica María Castejón, autora de Rebeldes y peligrosas de cine, un libro en el que se presenta a unos referentes femeninos diferentes a los habituales.

Los efectos de glamourizar el 'torture porn'


Lo peligroso de la serie es que normaliza los abusos e intenta poner un barniz de glamour a la pornografía de la tortura, que cree que mostrar un sexo más salvaje es un recurso vanguardista. “El peligro más profundo es la edad a la que llegan esos mensajes que normalizan las vejaciones, y que son recibidos cuando se está construyendo el deseo. Cuando el 88% del porno que existe cuenta con violencia física contra las mujeres, a las que como poco se las escupe, estrangula y se les tira del pelo, la gente terminará por necesitar de esa violencia para excitarse. El objetivo de estos contenidos es normalizar tales prácticas”, explica Marina Marroquí, autora del libro Eso no es sexo (Cross Books), donde reclama una educación afectivo-sexual diferente.

“El problema está en lo que se estetiza, pues lo estético es político. El acceso que tiene la población al porno está haciendo que normalicemos actitudes que pensábamos que ya no existían. Si te gusta ese sexo más duro, es totalmente legítimo, pero lo preocupante es la delgada línea que separa eso de la vejacion y las violaciones, y afortunadamente, tenemos el suficiente conocimiento para descifrarla”, advierte Castejón.

En los primeros 10 minutos de The Idol nos encontramos con frases como “la enfermedad mental es sexy”, con un coordinador de intimidad encerrado en el baño y con una fotografía filtrada del rostro de Lily-Rose cubierto de semen. Con semejante bienvenida, queda claro que cuando Abel Tesfaye (The Weeknd) se quejó de que el proyecto estaba tratado desde “una perspectiva demasiado femenina” y logró cambiar el rumbo al sacar de la ecuación a la directora Amy Seimetz, que ya había terminado buena parte de la serie, y meter a Sam Levinson, responsable de Euphoria, hizo que esta pasara, como aseguró un miembro del equipo de producción a Rolling Stone, "de ser una sátira a convertirse en aquello que se satiriza".

El final de la serie, que acaba de estrenar su último episodio (spoilers en 3,2,1…), intenta dar un giro redentor a la historia y hacer al espectador creer que en realidad, la estrella del pop retoma el poder sobre sí misma y sobre su carrera. Sin embargo, el personaje de Lily-Rose Depp, en su gran actuación, no sólo mantiene sus bailes sexualizados, sino que presenta a Tedros ante sus 70.000 fans como "el amor de mi vida" (sí, ese que se ha pasado toda la serie pegándole). Intentar que un torpe giro final sea visto como algo empoderador no sólo es imposible, sino que no deja de ser el reflejo de lo que sus creadores creen que es una mujer que toma las riendas. Si Tesfaye quiso que la serie no tuviera una mirada marcadamente femenina, desde luego, lo ha logrado.

Depredadores recurrentes

En el Festival de Cannes de este año, donde The Idol se estrenó rodeada de polémica, otras películas han tratado el tema de los depredadores sexuales con una ambigüedad, probablemente intencionada, que no permitía reconocer fácilmente el elemento de denuncia. Cintas como Four Daughters y How To Have Sex, ambas dirigidas por mujeres, lidiaban con el tema del consentimiento mostrando a hombres depredadores que actúan sin ser conscientes de las consecuencias de sus actos, mientras sus víctimas terminan por normalizar cada vejación.

Más sonoro había sido el pronunciamiento de la actriz Adèle Haenel, que ya venía de atrás. "He decidido politizar mi retirada de la industria cinematográfica para denunciar su complacencia generalizada hacia los agresores sexuales", escribió la intérprete premiada con dos Cesar y protagonista de la laureada Retrato de una mujer en llamas. Lo hizo en una carta contra la industria del cine que se publicó solo unos días antes del festival. "Están dispuestos a hacer cualquier cosa para defender a sus jefes violadores, aquellos que son tan ricos que creen pertenecer a una especie superior, aquellos que hacen un espectáculo de esta superioridad... convirtiendo en objetos a mujeres y subordinados", señala. 

Adèle Haenel, cuando presentó en el Festival de Cannes de 2019 'Retrato de una mujer en llamas'.

Adèle Haenel, cuando presentó en el Festival de Cannes de 2019 'Retrato de una mujer en llamas'. / Sebastien Nogier - EFE

Pero, ¿cómo es posible que estas narrativas sigan tan presentes en la era 'Post-Me Too'? "El consentimiento es una de las claves del 'Sólo sí es sí' y del #metoo. Es grave porque muchas mujeres 'consienten' para salir vivas, y tenemos un imaginario de la mujer que grita y se resiste a la violación, cuando no siempre es así. Esas ficciones siguen poniendo el foco en nosotras, como si fuéramos las responsables de lo que nos pasa. Hay que cambiar el foco y ese tipo de ficciones. El debate sobre el consentimiento vuelve a poner la responsabilidad en las mujeres, cuando está en los agresores", dice Castejón. Supone, en definitiva, una nueva señal de que en esta etapa teóricamente nueva, las cosas no han cambiado tanto como esperábamos.

Marroquí lamenta la forma en la que incluso las películas destinadas al público adolescente cuentan con mensajes que normalizan la violencia sexual y protagonistas que despiertan suspiros pese a sus personalidades. "Es alucinante la reacción de las chicas ante 365 o A través de mi ventana, que es uno de los grandes referentes de idealización de los chicos en esta generación. Él se mete en su casa, hackea su ordenador y le convence de que ella es quien está obsesionada con él. Lo que encima pasa inadvertido es que él la convence para que pierda la virginidad y al terminar, le dice que se largue, por lo que ella regresa a casa llorando. Esa es la violencia sexual que se está normalizando. Mientras que ellos reciben porno violento, y en sus videojuegos parte del ocio consiste en violar, torturar y matar a mujeres, nosotras vemos películas en las que nos torturan y les deseamos", asegura.

Tras una temporada en la que parecía que la ficción había anulado su libido, ahora ha ingerido centenares de viagras y para regresar a la cartelera con narrativas que pretenden que el sexo sorprenda e incomode, siendo lo realmente preocupante que ya ni siquiera es capaz de sorprender, pues lo único que logra es abochornar, frustrar y desesperar.