MUESTRA EN CENTROCENTRO

Elogio de lo cursi: la revolución del 'mal gusto' se expone en Madrid

Desde su aparición en el siglo XIX, lo cursi se ha convertido en un concepto estético tan criticado por las élites como apreciado por amplios sectores de la sociedad. Una muestra en CentroCentro aborda este fenómeno y reivindica su importancia en la cultura popular de los últimos dos siglos

Tres piezas incluidas en la exposición. De izda. a dcha.: lámina de gato con ramo de rosas, grupo escultórico del s.XIX (Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid) y portada del libro Beatriz, de Corín Tellado (1960).

Tres piezas incluidas en la exposición. De izda. a dcha.: lámina de gato con ramo de rosas, grupo escultórico del s.XIX (Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid) y portada del libro Beatriz, de Corín Tellado (1960).

Según la Real Academia Española, cursi sería aquella persona que "pretende ser elegante y refinada sin conseguirlo". En su segunda acepción, sería aquella cosa que, "con apariencia de elegancia o delicadeza, es pretenciosa y de mal gusto". Sin desmerecer la excelsa labor de los académicos, si se tiene en cuenta lo que ha dado de sí lo cursi a lo largo de la historia, la definición se queda un poco corta.

"La palabra cursi no puede verterse en ningún otro idioma. El hecho que enuncia es (en rigor, fue) exclusivamente español", defendía José Ortega y Gasset en 1929. "Si se analizase, lupa en mano, el significado de cursi —continuaba el filósofo— se vería en él concentrada toda la historia española de 1850 a 1900. La cursilería como endemia, solo puede producirse en un pueblo anormalmente pobre que se ve obligado a vivir en la atmósfera de un siglo XIX europeo, en plena democracia y capitalismo".

Como bien apuntaba el autor de La rebelión de las masas, el término cursi apareció en la lengua española en el siglo XIX, aunque su origen sigue siendo objeto de discusión. Para algunos investigadores, se trataría de una abreviatura de "cursiva", esa caligrafía relamida popularizada en Inglaterra durante el siglo XVIII. Para otros tendría que ver con las Sicur, hermanas gaditanas que copiaban la moda de París, la exageraban y ocultaban con adornos las manchas y los rotos de sus desgastados vestidos y a las que, cuando paseaban por la ciudad, sus vecinos les gritaban: "¡Sicur! ¡Sicur! ¡Sicur! ¡Sicur!".

"Lo cursi es un fenómeno muy amplio que tendría dos caras. Por un lado es un fenómeno disruptivo, porque en el fondo los cursis estaban rompiendo la norma impuesta y, por otro, tiene que ver con cuestiones de clase. Los hombres cursis, por ejemplo, ponen en cuestión la masculinidad de la época porque, para empezar, son hombres que compran, cuando lo normal era que el hombre no comprase, sino que produjese. Además, se preocupan por la apariencia y por la moda, especialmente la francesa y no la española, lo que también resultaba controvertido. A eso se suma que, si bien los cursis eran hombres y mujeres de clase obrera que imitaban los modales de la burguesía, también podían ser cursis aquellos burgueses que imitaban los modos de la aristocracia e incluso aquellos aristócratas que imitaban los modos que venían de Francia", explica Sergio Rubira, profesor de Historia del Arte en la UCM, miembro del comité de adquisiciones del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid y comisario de la exposición Elogio de lo cursi.

Pareja de enamorados, ca. 1915 (Museo de Historia de Madrid)./ Cedida


Esta muestra, que permanecerá abierta en CentroCentro hasta el 8 de octubre, incluye un centenar largo de piezas entre muebles, objetos decorativos, fotonovelas, cómics, postales, carteles publicitarios, anuncios y obras de teatro procedentes, en su mayoría, de los fondos de museos y archivos madrileños. "Lo cursi está muy relacionado con la revolución industrial y la producción en masa. Por eso es fácil encontrarlo en todo tipo de objetos y disciplinas, como la pintura, la moda, la literatura, incluso la arquitectura. Ejemplo de ello es, precisamente, el edificio de Correos y Telecomunicaciones de Antonio Palacios donde está situado CentroCentro. La planta está copiada casi literalmente de un edificio de Otto Wagner de la Secesión, pero el alzado tiene elementos manuelinos y platerescos que hacen que todo sea muy pretencioso y lo pretencioso tiene mucho que ver con lo cursi", comenta Rubira.

De rabiosa actualidad

Históricamente han sido las clases hegemónicas las que han determinado la validez de las expresiones artísticas. La élite, tanto social, económica como cultural ha sido la que ha decidido qué era el buen gusto, por lo que la aparición de lo cursi fue recibido por esa oligarquía como una provocación y una amenaza a sus privilegios que no quedó sin respuesta por su parte.

"Personalidades de perfil conservador, como Francisco Silvela, criticaron duramente lo cursi porque lo consideraban una especie de revolución de las masas en lo que al gusto se refiere. Otro ejemplo muy gracioso de esa reacción estuvo protagonizado por Emilia Pardo Bazán. En 1890, la escritora publicó un texto sobre la mujer española en el que criticaba a las mujeres burguesas y las calificaba de cursis porque leían unas columnas que se llamaban “los salones”, una suerte de ¡Hola! del siglo XIX. Sin embargo, ocho años después, Pardo Bazán se dejaba fotografiar en su casa de Madrid con toda la decoración y posando con sus amigos. En el fondo, lo que realmente criticaba es que esas mujeres quisieran aspirar a lo que ella tenía porque era condesa y consideraba que lo cursi era una ruptura de la idea de élite".

A diferencia de otros movimientos artísticos, que después de vivir épocas de esplendor han caído en el olvido, lo cursi se ha mantenido a lo largo del tiempo y ha sabido adaptarse a los nuevos medios y tecnologías. Ejemplo de ello son las pinturas de Costus y las novelas de Corín Tellado presentes en la exposición o los Power Point de gatitos que, día sí, día también, se comparten por WhatsApp.

Costus. Diseño decorativo para cerámica, 1983 (Colección privada)./ Cedida


"Costus utilizan conscientemente elementos que proceden de lo cursi o de lo kitsch o camp porque saben que son tres conceptos que hablan del mal gusto. Por su parte, Corín Tellado, que escribe novelas sentimentales dirigidas a un público femenino, aunque es cursi, ella se reivindica como gran escritora porque, en el fondo, está siguiendo la tradición de autores como Alejandro Dumas que, en origen, también fue un autor de consumo masivo. Más allá de esos ejemplos, lo cursi sigue presente entre nosotros aunque ahora nos refiramos a ello con otros términos como, por ejemplo, 'cuqui' o 'mono'", reflexiona Sergio Rubira, para quien esta persistencia de lo cursi a lo largo del tiempo respondería a su vínculo con la nostalgia y lo sentimental. "Los gatitos nos producen ternura y el concepto de amor romántico del Romanticismo está tan arraigado entre nosotros que seguimos proyectando esas mismas ideas cuando estamos enamorados. Creo que es ahí donde se producen las continuidades que hacen que lo cursi siga siendo actual".