LIBROS

La vida de Teddy Bautista: un pionero en la cima del pop de los 60 y 70 que vivió un descenso a los infiernos en la SGAE

El periodista Luis Lapuente publica sus conversaciones con una de las figuras más relevantes de la música española, cuya dimensión como artista incluso más allá de nuestras fronteras ha quedado eclipsada por el proceso judicial al que fue sometido como responsable de la entidad gestora de los derechos de autor

Teddy Bautista, al piano en una imagen de los años 70.

Teddy Bautista, al piano en una imagen de los años 70. / Cedida

"La primera persona [a la que conocí en el Brill Building] fue un tipo que hablaba un poco de español, lo había estudiado en el colegio. Cuando se le acabó el repertorio, le dije que yo hablaba inglés y pudimos conocernos mejor y comentar muchas más cosas. Me dijo que componía, pero que sobre todo hacía letras, y su mujer escribía las músicas. Se llamaba Gerry Goffin y al día siguiente, en un descanso que hicimos para tomar un vaso de leche y unos dónuts, me presentó a su mujer, Carole King", recuerda Teddy Bautista, uno de los pocos españoles que han podido tratar de igual a igual a verdaderas leyendas de la música popular.

Además de ser amigo íntimo de Frank Zappa, con el que acostumbraba a veranear, Bautista ha cantado con Cliff Richards, ha asistido a conciertos de Bob Dylan acompañado de John Sebastian de The Loovin’ Spoonful cuando el cantautor de Minnesota ni siquiera sabía cómo se afinaba una guitarra eléctrica, ha dado clases de programación informática aplicada a la música al mismísimo Leon Russel, Richard Moog le construyó a medida un sintetizador modular o les compró una mesa de grabación a Pink Floyd. Hay más: su dirección musical de The Rocky Horror Show - montado todavía durante la dictadura junto a Mayra Gómez Kemp y Pedro Mari Sánchez-, recibió los halagos de su creador Richard O’Brien, Al Kooper le pidió que mediara a su favor con Julio Iglesias para que el español interpretase sus canciones, convenció al presidente de los Grammy para que premiara al cantante de De niña a mujer y ha conocido a todos los Beach Boys menos a Brian Wilson, tal vez porque, después de tanto y tan bueno en una sola vida, conocer al creador de Pet Sounds hubiera desatado la ira de los dioses o la envidia de los mortales como, por otra parte, acabó sucediendo.

Esas y otras anécdotas sobre la vida del artista canario han sido recogidas por el periodista Luis Lapuente en Conversaciones con Teddy Bautista (EfeEme, 2023), un libro que abarca desde su infancia en Las Palmas hasta la absolución de todos los cargos que pesaban sobre él como máximo responsable de la SGAE, después de ser sometido durante diez años a un tortuoso proceso judicial.

"Cuando les comenté a personas de mi entorno que iba a hacer el libro sobre Teddy Bautista, una de ellas me dijo: '¿Pero cómo vas a entrevistar a ese tío, si es un delincuente?'. Me quedé alucinado. Le respondí que había sido declarado inocente y me reconoció que no lo sabía, que pensaba que lo habían metido en la cárcel. Hay gente que todavía cree que fue condenado y lo seguirá pensando porque, cuando fue detenido, hubo fotografías suyas saliendo esposado de la SGAE en las portadas de los periódicos. Cuando fue absuelto, sin embargo, la noticia se publicó en letra pequeña. De hecho, cada capítulo del libro se inicia con un fragmento de diferentes obras de Kafka porque la situación procesal de Teddy fue totalmente kafkiana", explica Lapuente, que decidió embarcarse en el proyecto convencido de que había llegado el momento de reivindicar la trascendencia de Bautista en la cultura española e internacional.

"A pesar de haber sido muy importante en la historia de la música, ha sido muy maltratado, posiblemente por atreverse a hacer cosas que otros nunca se habrían atrevido", confirma Lapuente, que incluye en el libro un fragmento de un artículo que Diego A. Manrique publicó en El País y que resume a la perfección el origen y consecuencias de la persecución a la que fue sometido el máximo responsable de la SGAE: "El único que entendió el desarrollo de la industria musical desde la perspectiva del músico fue Teddy y, viendo lo caro que le ha salido, nadie lo hará ya".

De ídolo a canario y viceversa

Nacido en 1943 en una familia acomodada de Las Palmas, con un abuelo masón que llegó a colocar un escudo con el compás y el cartabón en el balcón de la casa familiar en pleno franquismo y una madre concertista de piano, Teddy Bautista tuvo una formación musical clásica hasta que, en la adolescencia, descubrió el rock and roll.

Bautista, segundo por la izda., con una de sus primeras formaciones.

Bautista, segundo por la izda., con una de sus primeras formaciones. / Cedida

En 1962 fundó Los Ídolos, grupo con el que actuó en el club Flamingo de la ciudad hasta que un promotor norteamericano les propuso hacer una gira por parques de atracciones de Estados Unidos, país en el que serían rebautizados como The Canaries. A su regreso a España, ya como Los Canarios y tras cumplir con el servicio militar, no sin antes evitar por los pelos un proceso militar por deserción, Bautista desarrolló una de las carreras musicales más interesantes, vanguardistas y originales de la época. Rompió las listas de éxitos con Get on your knees, participó en Peppermint Frappé de Carlos Saura, grabó discos míticos como Ciclos, montó Jesucristo Superstar con Camilo Sesto, experimentó con la electrónica y la informática, produjo a Leño, a Nacha Pop, a Luis Eduardo Aute, participó en decenas de grabaciones sin ser acreditado para poder aprender así el oficio de ingeniero de sonido y, antes de cumplir los cuarenta, se incorporó a la Sociedad General de Autores.

"Teddy Bautista entró en la SGAE por consejo de Augusto Algueró padre, que le explicó que la mejor forma de controlar su obra era formando parte de la entidad. Cuando llegó, junto a gente como Patxi Andión y Fernando Arbex, lo primero que descubrió fue un fraude conocido como 'la rueda' que, a pesar del nombre, no tenía nada que ver con la que hemos conocido recientemente. En este caso, un grupo de músicos rellenaba las hojas de autores con las composiciones de los amigos y estos hacían lo mismo con los demás. Posiblemente no fuera algo ilegal, porque no había una ley que regulase todo eso, pero no era honrado. Entre otras cosas, este sistema provocaba que gente como Camilo Sesto o Serrat, que vendían miles de discos, casi no cobraban derechos de autor por sus canciones porque se los llevaba gente cuya música apenas se escuchaba", explica Lapuente, que destaca la modernización de la entidad emprendida por por Bautista durante su gestión.

"No era difícil modernizar la SGAE. Era tal reliquia del pasado, que cualquiera hubiera podido hacerlo —puntualiza el propio Teddy Bautista en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA—. Llegué a la entidad para defender mis derechos, los de mis amigos y los de la gente que admiraba, pero pronto descubrí que había mucha gente a la que no conocía que estaba siendo desposeída de sus derechos. Tuve que hacer un curso acelerado de legislación, de gestión y de tecnología porque, solo creando un modelo de funcionamiento empresarial, se podía trasladar el valor añadido a los autores, no solo españoles, sino a todos los del mundo".

Sin rencor

Aunque se trata de una entidad de gestión española, la SGAE no defiende únicamente los intereses de los autores españoles. Por medio del llamado contrato confederal, la SGAE representa a los cien mil creadores españoles y a varios millones de otros países. De igual manera, en Suecia, por ejemplo, su sociedad defiende a sus socios nacionales y a los españoles. Por tanto, los compositores suecos, franceses o alemanes no entenderían que en España no se recaudasen los derechos generados por sus canciones cuando suenan en televisión, en las discotecas o, como se llegó a afirmar para atacar a Bautista, en las peluquerías y conciertos benéficos. De hecho, lo que los medios nunca contaron es que lo que realmente hubiera supuesto una mala gestión por parte de la SGAE hubiera sido dejar de cobrar la parte proporcional de las entradas de los conciertos, benéficos o no, a la que estaba obligada. Tampoco informaron de que la SGAE nunca se negó a negociar posteriormente con los titulares de los derechos la renuncia puntual a su remuneración para que se sumasen a esa iniciativa benéfica y proceder a la devolución de lo recaudado.

"Miguel Ríos, por ejemplo, le regaló los derechos de Vuelvo a Granada al Ayuntamiento de Granada, por lo que, cuando se toca esa canción, quien recibe el dinero es el Ayuntamiento. Son ellos, nunca la SGAE ni Miguel Ríos, los que deben autorizar ese uso benéfico", explica Bautista, que nunca pensó que su gestión pudiera estar en entredicho por anécdotas semejantes."La SACEM, el equivalente de la SGAE en Francia, reparte mil millones de euros entre sus socios. Si el PIB francés es el doble del español, lo normal es que España recaudase la mitad que los franceses, pero no es así. Por eso, siempre pensé que la crítica que harían a mi gestión sería no haber colocado a la SGAE en la media de los resultados de las sociedades europeas, no lo que vino después", explica Bautista, que es consciente del interés y necesidad que las empresas de telefonía tenían de contenidos gratis para comercializar conexiones de alta velocidad.

"Aunque nunca da nombres, sabe que hubo una especie de confabulación contra él y contra el sistema de la SGAE porque había en juego mucho dinero. La prueba es que, al día siguiente de defenestrarle, se echó atrás la Ley Sinde y se acabó con el canon digital, lo que provocó que los autores perdieran mucho dinero, y que las tecnológicas ganasen mucho más de lo que ganaban", explica Lapuente, que destaca la soledad a la que tuvo que enfrentarse el artista durante esos largos años de proceso judicial. "Salvo algunas personas, como Fernando Arrabal o Juan Fernando López Aguilar, que le llegó a llamar para darle su apoyo, se sintió abandonado por músicos y políticos, tanto del PSOE como del PP".

Teddy Bautista, con camisa azul, saliendo en 2011 de la Audiencia Nacional tras ser puesto en libertad con cargos y sin fianza por el juez Pablo Ruz.

Teddy Bautista, con camisa azul, saliendo en 2011 de la Audiencia Nacional tras ser puesto en libertad con cargos y sin fianza por el juez Pablo Ruz. / Gustavo Cuevas - EFE

"En la mayoría de los países avanzados, quien defiende los derechos de autor es el Estado porque se está preservando un bien que es parte del acervo cultural del país. Por eso yo defendía, y no siempre con el acuerdo de todos mis compañeros, un modelo como el francés que no es partisano, sino que considera la cultura como cuestión de Estado. Esto supone que los creadores tienen la libertad y el derecho de militar y pensar como quieran, pero las instituciones no. La SGAE tenía que llevarse bien con quien tuviera la responsabilidad de gestionar la red pública y, mientras nos dieron chance, estuvimos colaborando con lo que luego se llamó la Marca España. Sin embargo, cuando apareció el mundo digital y la idea de que la cultura debía ser gratuita, todo eso cambió", explica Bautista, que sigue siendo tajante en ese aspecto: "La cultura podría ser gratuita si también lo fuera la alimentación, la educación, la sanidad y la vivienda. Si todo eso es un bien público, que lo sea la cultura, pero si un autor tiene que hacer frente a una serie de gastos para mantenerse él o criar a sus hijos, no puede ser así", concluye Bautista que, a pesar de todo lo pasado, no guarda rencor.

"Podría estarme solazando en el plato frío de la venganza pero, en el fondo, la misma justicia que me arrastró por el fango ha sido la que me eximió de toda culpa. Nadie mejor que yo sabía lo que había hecho, por lo que los agravios no han hecho mella en mí, aunque sí en mi entorno", reconoce Bautista, que ahora prefiere dedicar su tiempo a su familia y a nuevos proyectos musicales como Ciclos 4.0 (El periplo de las heroínas), un doble LP que será publicado próximamente por el sello Lemuria.