VIDA DE UN MITO

John Belushi, el genio de la comedia que se negó a vender su casa a Nixon

El miembro más carismático y gamberro de los Blues Brothers murió hace ahora 40 años. La reedición de su biografía a cargo del legendario periodista Bob Woodward permite redescubrir a un talento apabullante de la comedia y la música que hizo feliz a millones de personas, pero que pagó caro el precio de sus excesos.

John Belushi (a la dcha.) con James Brown y Keith Richards, compañeros de armas y de juergas.

John Belushi (a la dcha.) con James Brown y Keith Richards, compañeros de armas y de juergas. / ARCHIVO

Carmen López

Martha's Vineyard es una isla del estado de Massachusetts situada al suroeste de Cape Cod. Es uno de los sitios de veraneo preferidos de los ricos estadounidenses que se quieren relajar en casas de lujo, con más clase que esos Hamptons que tanto salen en series y películas con protagonistas adinerados. Allí fue donde John Belushi y su mujer Judy compraron su primera casa en propiedad, una residencia moderna de una planta y con una playa privada del tamaño de un campo de fútbol conocida popularmente como "playa de la jungla".

Corría 1979 y los Belushi nadaban en dinero. El rodaje de la película 1941, dirigida por Steven Spielberg, había terminado; el dúo The Blues Brothers, que había montado con éxito junto a Dan Aykroyd, estaba en plena marcha; y aún formaba parte del equipo del programa Saturday Night Live. El ritmo de trabajo era intenso y la isla se había convertido en una especie de santuario de descanso para la pareja, que decidió adquirir su propia vivienda por 425.000 dólares.

Lo único que molestaba al actor era que el anterior propietario era Robert McNamara, que había sido Secretario de Defensa durante la guerra de Vietnam. “Mierda, la prensa será incapaz de pasar esto por alto: la ocasión de mencionar a McNamara y Belushi en una misma frase”, le dijo a su esposa. Y tenía razón, porque salió en prácticamente todos los periódicos del momento. Sin embargo, la vida le dio la oportunidad de hacer un acto de rechazo a la política tan inesperado como contundente.

Poco tiempo después de comprar la propiedad, John Belushi empezó a sentirse incómodo en el lugar. Había recibido visitas de amigos como Aykroyd y Carrie Fisher pero no quería ampliar el acceso a su intimidad. Por ejemplo, no permitió que la playa fuese de entrada pública como lo era antes de la llegada de McNamara. Fue una decisión que sorprendió a algunos de sus amigos, pero Belushi sentía una sensación de acoso por parte de la gente cada vez más insoportable y le pidió a su contable que pusiera la propiedad a la venta sin llamar demasiado la atención.

Uno de los interesados en adquirirla fue Richard Nixon, pero el rechazo que les provocaba McNamara era una tontería en comparación al que sentían por el expresidente. Judy le dijo directamente al contable que no iban a permitir que Nixon pusiera un pie en la casa independientemente de lo que estuviese dispuesto a pagar, y finalmente decidieron quedarse con el inmueble. Por aquel entonces, la adicción de Belushi a casi cualquier estupefaciente que cayese en sus manos se había convertido en un problema, pero mantenía la lucidez necesaria tanto para trabajar como para no perder sus principios.

Sin frenos


Esta es una de las muchas anécdotas que se recogen en Como una moto. La vida galopante de John Belushi, un libro de casi 600 páginas firmado por el célebre periodista Bob Woodward. Libros del Kultrum lo acaba de reeditar en España (la editorial Papel de Liar lo sacó en 2009) con prólogo de Toni García Ramón y traducción de Miquel Izquierdo. Por su extensión se podría pensar que el artista vivió hasta los 100 años, pero ni mucho menos: falleció a los 33 de una sobredosis en marzo de 1982, en un bungaló del exclusivo hotel Chateau Marmont de Los Angeles. En solo tres décadas llegó a la cúspide de la fama y a los bajos fondos del infierno. Los términos medios no eran lo suyo.

Julian Viñuales, editor de Libros del Kultrum, explica que decidió recuperar el título (él también era el responsable de Papel de liar) porque “la anterior edición llevaba agotada y descatalogada muchos años, y convenía revisar y actualizar la traducción, además de introducir algunas acotaciones sobre cuestiones que era preciso contextualizar y explicar”. Asimismo, considera que el libro pedía una advertencia sobre el trabajo de Woodward, porque “parece centrarse en los aspectos más sórdidos de una vida que tuvo también sus luces”.

Dicha puntualización se hace en el prólogo que firma Toni García Ramón. Muchos amigos de Belushi, entre ellos Dan Aykroyd, señalaron que el autor había plasmado las anécdotas como mejor le convenía para el retrato que tenía pensado de su protagonista, y su esposa se quejó de que las 500 páginas del libro se parecen más a un inventario de sus juergas y desfases que a una biografía en condiciones. “Para todos ellos, Woodward había tenido acceso a una vida entera y la había coloreado a su gusto, como el que modifica unas polaroids con un rotulador, solo porque puede y se sabe por encima del bien y del mal”, escribe el prologuista.

Pero precisamente lo que no se le puede echar en cara a Woodward, famoso por haber sacado a la luz el caso Watergate junto a Carl Bernstein, es falta de documentación. En las notas del libro, cuenta que la cuñada de Belushi le llamó tres meses después de la muerte del actor para sugerirle que investigase lo ocurrido porque había muchas incógnitas sin resolver. En principio iba a publicar sus descubrimientos en una serie de columnas para The Washington Post, pero acabó escribiendo un volumen de 500 páginas para el que entrevistó a 267 personas (50 de ellas quisieron mantener su anonimato), visitó ciudades y casas y consultó todo tipo de materiales: recibos de tarjetas de crédito, cartas, facturas de limusinas o informes médicos, entre otros.

Un rosario de anécdotas

Como una moto el periodista describe fiestas, participantes, desmadres, amistades y rivalidades.Chevy ChaseSaturday Night Live Jack Nicholson Camino del SurRobin Williams
Belushi, con Chevy Chase (los dos a la izda.) en una escena de 'Saturday Night Live'.

Belushi, con Chevy Chase (los dos a la izda.) en una escena de 'Saturday Night Live'. / Libros del Kultrum

Según la lectura, los seres más cercanos de Belushi fueron Judy, Aykroyd y Smokey, el guardaespaldas antidrogas que le pusieron cuando tanto su comportamiento como su salud empezaron a peligrar seriamente. Con él, convertido en su sombra y cuidador, vivió situaciones muy disparatadas. Una noche se plantó en casa de Ringo Starr, que estaba pasando el rato con Ron Wood. Le dijo a Smokey que se quedase fuera, pero éste encontró el acceso trasero a la casa y se plantó en el salón. Belushi empezó a gritar, haciendo entender a los demás que el intruso era un torturador o un policía (cualquiera de las dos opciones era mala) y a Starr casi le da un ataque de pánico mientras el actor se partía de risa. A él no le hizo ninguna gracia y no vuelve a salir en el libro.

Curiosamente, otro Beatle había tenido relación con Belushi y, de hecho, le ayudó en su carrera sin saberlo: Paul McCartney le pidió que actuase en su trigésimo cuarto cumpleaños imitando a Joe Cocker, uno de los papeles con los que se haría célebre. Fue al principio del Saturday Night Live, es decir, de su fama, pero el músico estaba dispuesto a pagar miles de dólares por su actuación. El mánager del intérprete comprendió entonces que las tarifas de su cliente –y, por lo tanto, las suyas– iban a subir.

Las drogas y el exceso de trabajo fueron dos factores esenciales para entender la deriva que tomó la vida de Belushi, pero todo se explica por la inseguridad del actor, incluso por una depresión latente. Más allá de sus juergas, hay detalles que parecen propios de la megalomanía de las estrellas pero que, en realidad, son un ruego de afecto. Por ejemplo, como condiciones para participar en un capítulo especial en el que se reunía el viejo reparto del SNL con Steve Martin, pidió tener acceso a los vídeos de la biblioteca, poder coger todo lo que quisiera de la nevera y que “cada vez que entre en la oficina, me gustaría que la gente fuera amable conmigo e hiciera que me sienta como en casa”.

 El entierro de Belushi, con su amigo y Blues Brother Dan Akroyd a la izda.

 El entierro de Belushi, con su amigo y Blues Brother Dan Akroyd a la izda. / Libros del Kultrum

La pulsión musical

En casi todas las páginas hay historias que se podrían subrayar, pero tanto para Viñuales como para García Román las mejores son las relacionadas con la época en la que puso en marcha el proyecto de los Blues Brothers. El editor comenta que su anécdota preferida “por muy sana envidia” sucede “cuando narra cómo arma la mejor banda del momento, con todos los músicos a quienes venera, y que escoltarán a los Blues Brothers en sus correrías por medio mundo; y cuyos conciertos quedaron inmortalizados en vinilo, pero también en celuloide con la inefable Granujas a todo ritmo”.

Para Toni García Ramón ese momento en el que Belushi se obsesiona con el blues y el soul es el mejor, en parte por cómo se esfuerza por recuperar su amistad con Dan Aykroyd, de quien se había distanciado después de casarse con Judy. “Me parece que le define muy bien. Era una bestia de la naturaleza, un auténtico terremoto, pero también era un tipo con una sensibilidad increíble, al que le afectaba mucho todo lo que sucedía a su alrededor”, explica.

Esa personalidad era la que le diferenciaba del resto de cómicos, incluidos sus colegas del Saturday Night Live. “Woodward cita a alguien que lo compara con Marlon Brando y yo creo que si Belushi estuviera vivo ahora sería tan grande como él. Era un cómico descomunal, pero también era un actor descomunal también. Lo que pasa es que le vimos casi siempre en papeles de comedia y seguramente hubiese sido un actor dramático impresionante. Pero las cosas son como son”, asevera García Ramón, que cierra su prólogo diciendo: “John Belushi era demasiado grande para un planeta tan pequeño y cuando se fue, con 33 años, nos recordó que la inmortalidad es algo muy jodido”.