OPINIÓN

El papel del hidrógeno renovable ante el reto de la movilidad sostenible

Este combustible será determinante para la descarbonización sobre todo del transporte pesado por carretera, así como del marítimo, el ferroviario y el aéreo, ya que no existen otras alternativas tecnológicamente eficientes

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Repostaje de un bus en Barcelona que funciona con hidrógeno

Repostaje de un bus en Barcelona que funciona con hidrógeno / Ferrán Nadeu

Los efectos del cambio climático son cada vez más evidentes. Los datos del último informe de la Organización Mundial de Meteorología (OMM), presentados hace pocas semanas, confirman que el año 2023 fue el más cálido desde que hay registros, con una temperatura media mundial cerca de la superficie de 1,45 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales de referencia. Como sociedad debemos actuar sin demora para descarbonizar nuestra economía en el horizonte de 2050, para frenar un cambio climático que cada vez se hace notar con más fuerza.

En la coyuntura energética actual, y para cumplir con los ambiciosos objetivos de descarbonización que nos hemos planteado como sociedad, serán necesarias soluciones tecnológicas que permitan avanzar hacia un sistema energético más eficiente, seguro, diversificado y sostenible. Soluciones que tendremos que analizar desde una perspectiva de neutralidad, asegurando que cada una de ellas tiene en cuenta, también, la eficiencia económica. Y uno de los ámbitos donde, sin duda, es imprescindible actuar es el de la movilidad. 

A modo de ejemplo, el sector del transporte representa un tercio de la demanda de energía final en España y es el que genera un mayor volumen de gases de efecto invernadero. El debate es saber cómo evolucionará, no solo por la preocupación sobre la calidad del aire en nuestras ciudades, sino también porque descarbonizar el transporte es complejo

Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el transporte representa el 26,2 % del total del consumo energético en todo el mundo y es responsable del 25% de las emisiones de CO2. Tres cuartas partes de esas emisiones corresponden al transporte terrestre por carretera, el ámbito que tiene mayores perspectivas de crecimiento en los próximos años. 

En comparación con otros sectores, descarbonizar la movilidad es más difícil. En parte por la gran incidencia de hidrocarburos de origen fósil, pero también porque se necesitan medidas específicas para cada tipo de transporte. Las soluciones no pueden ser las mismas para el transporte terrestre por carretera -tanto el pesado como el ligero -, el marítimo, el ferroviario y el aéreo, y por eso es necesario avanzar de la mano de la innovación y el desarrollo tecnológico.

Frente a quienes apuntan soluciones únicas, no podemos perder de vista la complejidad del reto que tenemos ante nosotros. Y es que, en la transformación hacia una economía de cero emisiones, necesariamente deberán convivir diferentes vectores de descarbonización. Las tecnologías de descarbonización del transporte pasan por la electrificación y el desarrollo de combustibles líquidos neutros en carbono, producidos a través de residuos agrícolas, forestales, urbanos y plásticos y mediante dióxido de carbono capturado e hidrógeno. Pero los combustibles fósiles también se están sustituyendo por pilas de combustible con hidrógeno verde, por gas natural licuado (GNL), especialmente en el caso concreto del transporte marítimo, y por gas natural vehicular para el transporte pesado. 

Descarbonización de la movilidad

Dentro de estas diferentes alternativas, el hidrógeno de origen renovable será determinante para la descarbonización de la movilidad, particularmente la del transporte pesado por carretera, así como del marítimo, el ferroviario y la aviación, ya que no existen otras alternativas tecnológicamente eficientes. En pleno desarrollo de fuentes de energía renovable, el hidrógeno verde se alza como una de las opciones más atractivas para impulsar los vehículos sostenibles, gracias a su potencial energético y capacidad de almacenamiento y transporte. Es una alternativa versátil y eficiente, ya que se puede usar como alimentación directa en vehículos que dispongan de pilas de almacenamiento, en combinación con combustibles sintéticos de cero emisiones.

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Pero para que la apuesta por el hidrógeno verde pueda ser una realidad de presente es necesario superar todas las barreras existentes. Hay que avanzar para asegurar su infraestructura, el desarrollo de un mercado que conecte oferta y demanda y, lo que es más importante, reducir sus costes de producción para que pueda ser competitivo. A medio plazo ,el hidrógeno renovable está llamado a convertirse en una de las patas fundamentales para la descarbonización del transporte, junto a otras soluciones. La combinación de todas ellas nos va a permitir llegar más rápido a la deseada neutralidad climática en un ámbito tan relevante como el de la movilidad.

Las tecnologías para descarbonizar están ya sobre la mesa en la mayoría de los segmentos, si bien su futura relevancia y la velocidad de adopción son las principales incertidumbres. Y es precisamente en este ámbito donde la sociedad ha de ser consciente de la relevancia e impacto de sus decisiones. Uno de los principales desafíos en la descarbonización del transporte es, precisamente, conseguir que la ciudadanía, las empresas y las organizaciones de todo tipo tomen conciencia de la importancia de la lucha contra el cambio climático, que entiendan y compartan la necesidad de llevar a cabo cambios en el transporte y que los tengan en consideración en sus decisiones de movilidad.