OPINIÓN

Por qué crecemos más que Europa

La economía española tradicionalmente ha ido con retraso tanto en las recesiones como en las expansiones. Es decir, tardamos más en sufrir las consecuencias de los años con economía débil y luego tardamos más en recuperarnos

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Imagen del Puerto de Barcelona.

Imagen del Puerto de Barcelona. / EFE

El crecimiento económico sigue dando buenas noticias. La economía española está creciendo y lo hace mucho más que la europea. El PIB, por ejemplo, ha crecido en 2023 un 2,5% en España, frente a un 0,5% en la Unión Europea. Y en 2024, para España se espera un crecimiento del 1,8%, de nuevo muy superior al 1% que se espera en la UE. A la vista de estos datos, podemos preguntarnos por qué crecemos más.

Hay varios motivos. En primer lugar, hay que recordar que durante la pandemia, la economía española se hundió más que la europea y, por tanto, ahora tiene más margen para recuperarse. En segundo, lugar está el peso de los diferentes sectores económicos que ahora están beneficiando a la economía española. El turismo, por ejemplo, está creciendo mucho tras la pandemia y en España representa el 12% del PIB. En cambio, la industria, que tiene menos peso, está más estancada, con el impacto de los altos precios de la energía y los problemas de la cadena de suministro. La situación en Alemania es la opuesta, tiene mucho menos turismo y mucha más industria. En tercer lugar, España tiene una menor dependencia de países en guerra o con tensiones comerciales, como es el caso de Rusia y Ucrania, o con una economía menos boyante, como es el caso de China. En cuarto lugar, influye la política económica más basada en el incremento del gasto público en el caso de España, en comparación con otros países como Alemania, que tienen una política económica más restrictiva. En años de debilidad económica, el mayor gasto público es un antídoto contra la recesión. También hay otro aspecto a tener en cuenta y es que la economía española tradicionalmente ha ido con retraso tanto en las recesiones como en las expansiones. Es decir, tardamos más en sufrir las consecuencias de los años con economía débil y luego tardamos más en recuperarnos. Podemos recordar, por ejemplo, al presidente Zapatero en 2007, cuando la economía europea empezó a desacelerarse y la española seguía creciendo y manifestó: "Ya hemos superado a Italia, y vamos a superar también a Francia en renta per cápita". Poco después empezó la crisis económica global que tuvo efectos más perjudiciales en España que en la mayoría de países europeos.

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Pese al elevado crecimiento no hay que olvidar que la economía española sigue lastrada por varios problemas estructurales críticos. Los más importantes tienen que ver con el bienestar. Por un lado, el paro sigue siendo de los más altos de Europa, después de Grecia, especialmente entre los jóvenes. La precariedad laboral y los contratos temporales son elevados, contribuyendo a la inestabilidad económica de muchos hogares. El déficit público persistente y la deuda pública, que supera el 107% del PIB, es una losa que complica la gestión de las políticas económicas futuras. La productividad laboral es baja comparada con la de otros países europeos, y en los últimos años se está reduciendo sobre todo por la menor inversión en tecnología y formación. Y también hay otros retos que compartimos con el resto de Europa, como la desigualdad, el envejecimiento de la población y la baja tasa de natalidad, que complican la sostenibilidad del Estado del bienestar en temas como el gasto social, la sanidad y las pensiones.

De todo ello, podemos sacar varias conclusiones. La primera es que no hay que lanzar las campanas al vuelo. La segunda es que debemos trabajar duro para mantener el impulso actual y asegurarlo a largo plazo. Como dijo Winston Churchill: “El éxito no es definitivo y el fracaso tampoco”. Esto implica humildad y corregir las debilidades estructurales: invertir más y mejor en educación, innovación, digitalización y todo lo que contribuya a impulsar la productividad para que nos basemos menos en los bajos costes, que al final implican menores salarios y precariedad. Y corregir desigualdades a través de la fiscalidad y el gasto público. Pero es crucial mejorar la productividad también en el sector público para ganar eficiencia y reducir el déficit y la deuda pública. Este es el camino para mantener el dinamismo económico actual y sentar las bases para un desarrollo sostenible y equitativo.