ENTREVISTA

Juan Verde (asesor de Joe Biden): “Hay que convencer a las empresas de que les viene bien apostar por la sostenibilidad”

Juan Verde, ayer, en la entrada del colegio Manuel Peleteiro.

Juan Verde, ayer, en la entrada del colegio Manuel Peleteiro.

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Perteneciente al mundo de la política desde los 17 años, Juan Verde estudió Políticas Públicas en la Universidad de Harvard y fue pionero en intentar conseguir el voto hispano durante los 90 en Estados Unidos.

En la actualidad, continúa trabajando en la Casa Blanca en temas relacionados con el comercio exterior.

Siempre se ha hablado de Estados Unidos como la potencia económica mundial por excelencia. Sin embargo, muchos creen que China terminará por superarlo, ¿esto se ve como una amenaza?

No sé si la palabra es amenaza, pero a nadie se le escapa que el mundo va hacia una gran polarización entre dos grandes potencias. Esto se manifiesta en todo tipo de sectores estratégicos de la economía mundial, como es la tecnología. La globalización como tal va a dejar de existir, el comercio exterior que conocíamos antes del COVID no tiene nada que ver con el mundo actual: tanto Europa como EEUU tenía una absoluta dependencia en China en sectores estratégicos, como la producción de medicamentos. Ahora estamos viendo un nuevo modelo económico en el que hay dos grandes bandos.

Usted dice que España ha sufrido mucho por una guerra comercial de Trump hacia la Unión Europea. ¿Esto es algo que ha cambiado con el nuevo presidente?

En los cuatro años de presidencia de Trump, la relación con Europa se vio perjudicada. No solamente por las barreras impuestas al comercio, sino porque también se puso en tela de juicio esa relación privilegiada que tenía Estados Unidos con Europa a través de la OTAN. Ahora, con la guerra en Ucrania, se ha visto que es importantísimo que estemos alineados y unidos. Esta nueva administración demócrata ha vuelto otra vez a la senda de lo que tiene sentido, que es una mayor colaboración.

En cuanto a la guerra en Ucrania, ya estamos notando muchos efectos como es la subida de precios y la inflación. ¿Qué podría pasarle a España en caso de que este conflicto continúe?

Me preocupa mucho la guerra, pero sobre todo el hecho de que empezamos a ver ciertas señales de agotamiento. Creo que al principio la opinión pública era contundentemente clara al respecto, apoyando la defensa de Ucrania pero, como todo, se va perdiendo en el tiempo. Hay mucho en juego y creo que es parte de la apuesta que ha hecho Putin: esperar a que ese apoyo incondicional se vaya disminuyendo. Si Rusia se sale con la suya, ¿por qué parar ahí? ¿Por qué no seguir con Lituania, Estonia, Letonia o Polonia? Podría ser muy peligroso para la Unión Europea.

Entrando ya en el tema del consumo verde, que es de lo que ha venido usted a hablar para abrir el curso en el colegio Manuel Peleteiro. ¿Qué motivo personal hay detrás de que promueva tanto la sostenibilidad?

Un antes y después fue el trabajo que hice con Al Gore, exvicepresidente de EEUU. Él se volcó de lleno en intentar concienciar a la opinión pública y poner el tema del cambio climático en la mesa de los dirigentes. Yo tuve la fortuna de empezar a trabajar con él en ese momento, sobre el 2005, cuando poca gente sabía que él pasaría a la historia por haber puesto este tema en la palestra. La comunidad científica llevaba 30 años avisándonos y nadie escuchaba ni prestaba atención porque era un tema complejo. El gran mérito de Al Gore fue coger ese tema tan difícil y comunicarlo de una forma llana y fácil de entender.

Muchas empresas consideran que la sostenibilidad es un coste adicional, pero para usted es una oportunidad, ¿cómo?

Yo creo que es una oportunidad porque las empresas que lo están haciendo están ganando mucho dinero. Más allá de eso, deben entender la sostenibilidad como una oportunidad porque están cambiando los ámbitos de consumo y capacidad de financiación. Una empresa que no sea sostenible no podrá ser financiada por un banco, hay un tema regulatorio así que, si no se adelantan, a largo plazo van a tener que hacerlo. Las nuevas generaciones lo tienen muy claro: siempre quieren trabajar con empresas con las que compartan valores. Ahora tienes que ser verde porque ahí están las oportunidades de crecimiento.

Hablando de la juventud, apuestan por modelos como el del fast-fashion. ¿Hasta qué punto, acostumbrados a comprar cosas más baratas, tenemos que cambiar nuestra forma de consumo?

El problema no es el consumo, es el consumo irresponsable. ¿Qué podemos hacer para cambiar esto? El fast-fashion es irresponsable. Los dirigentes tienen que ser lo suficientemente valientes para decirle a una empresa que, si contamina, debe pagar. No deberíamos tener que elegir entre una cosa y otra, sino tener productos sostenibles al mismo precio que esos que no lo son. Hay que legislar mejor y comprar mejor.

¿Cómo se puede conseguir que una prenda sostenible cueste lo mismo que una que viene del fast-fashion?

La sudadera que se ha fabricado sin seguir los protocolos medioambientales tiene que pagar por lo contaminado. La contaminación que se produce en otros países nos afecta a nosotros, aquí. Es un tema de carácter global y hay que aportar soluciones, por las buenas o por las malas. Regular y legislar es importante. Hay que premiar a las empresas que lo hacen bien.

¿Realmente hay la valentía suficiente para penalizar a esas empresas que tienen modelos insostenibles?

No hay valentía ni voluntad política para apostar por la sostenibilidad. ¿Cómo se cambia la falta de voluntad política? Porque ellos pueden imponer sanciones, obligar a las compañías que contaminan a que compensen esa contaminación... Como consumidores, no podemos esperar que los gobiernos y las empresas cambien, sino que tenemos obligarlos a cambiar comprando mejor y votando mejor. Tenemos que apostar por dirigentes que sí que tengan voluntad y valentía.

Ya que es tan crucial a quién se vota, ¿cuánta importancia tiene la sensibilización de la ciudadanía?

Ya no es un tema de información. La mayoría de las personas sabemos que el cambio climático es real y que las catástrofes climáticas también. Lo que falta es la capacidad de sacrificar nuestra comodidad. Yo viajo mucho y, al final de año, hago una auditoría de mi huella de carbono y compenso. Si todo el mundo la compensara, no habría un problema. Si los gobiernos obligaran a esto, nos lo pensaríamos mucho antes de hacer determinadas cosas.

Entonces, es el pueblo quien tiene que votar en una dirección para que, desde las posiciones políticas, se apremie esta sostenibilidad. Pero, después, los políticos tienen que conseguir que la gente sea sostenible.

Esto es lo que se debe hacer. Después del COVID, Europa tomó la decisión de hacer los Fondos Next Generation. Han acertado mostrando que el dinero público no es gratuito y que lleva una serie de consideraciones. Si Europa interviene en las aerolíneas, las tiene que obligar a cambiar a combustibles limpios. No todas las empresas son iguales: hay unas que contaminan más, que son parte del problema, y que contaminan menos. Yo creo que esto tiene que ser una responsabilidad del político y que hay que pensar en las próximas generaciones.

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Son habituales las relaciones de coordialidad entre gobiernos y empresas. ¿Realmente cree que esa interlocución puede ir en contra de los intereses de los ciudadanos?

Yo no diría que tienen que romper su relación con las empresas, deben convencerlas de que esto les viene bien. La labor del político es convencer a los demás de que se sumen, por las buenas o por las malas.