EMPRESAS

Hijos de J. Barreras, la tragedia griega del naval español

La sociedad anónima que explotó durante más de un siglo las mejores instalaciones del país para la construcción marítima privada se halla en la recta final de su liquidación 

El crucero “Evrima”, en alta mar casi concluido. FDV

El crucero “Evrima”, en alta mar casi concluido. FDV

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La sociedad anónima Hijos de J. Barreras explotó, hasta mediados del año pasado y durante más de un siglo, las mejores instalaciones de España para la construcción naval privada. Más de 100.000 metros cuadrados con dos gradas principales, unos 400 metros de muelle para armamento -el montaje final de buques- y una plantación de naves para chapa, calderería industrial y ensamblaje cubierto. 

Es esta una compañía de azarosa travesía, nacionalizada cuando quiso dedicarse a las plataformas petrolíferas -en los años 70, sí, con la crisis del crudo- y reprivatizada después por 750 millones de las antiguas pesetas (unos 4,5 millones de euros). Abonada a la insolvencia recurrente, ha alumbrado casi tantos escándalos (también trasatlánticos) como barcos. Está en sus postrimerías pero, incluso en la recta final de su liquidación como sociedad anónima (SA), sigue siendo carne fresca de providencias judiciales.

Ni fiordos ni rutas canarias 

Actualmente, tras la venta de su unidad productiva a Grupo Armón, Hijos de J. Barreras es una carcasa societaria con las costuras rotas por las deudas. No hablamos de cualquier pasivo: una naviera noruega le ha ganado un juicio en un alto tribunal de Londres por 37 millones de euros y la canaria Naviera Armas ha hecho lo propio -en su caso vía arbitraje- por otros 28 millones. A la primera le canceló un contrato para la construcción de dos cruceros para rutas marítimas por los fiordos, con errores (ajenos) de diseño que les habrían impedido acceder a las dársenas por tener un sobrepeso de más de mil toneladas. Su construcción se paró, lo que quedaba de las estructuras fue a desguace y la compañía Havila tendrá que recuperar el dinero que adelantó al astillero. Con la segunda el litigio fue menos novelesco: del ferri por el que Armas había adelantado esos 28 millones no se ensambló ni un solo bloque, no se compraron los motores y nadie vio nunca esos planos.

En medio de estos compromisos, el que resultó ser accionista principal parece ser que por accidente, la petrolera estatal mexicana Pemex, decidió que su aventura en el naval español, amén de poco productiva para ambas partes -prometió una decena de barcos y solo se llevó uno-, había llegado a su fin.

En el astillero nadie se acordó ni de los fiordos ni de las rutas canarias: la prioridad no era abordar el futuro de esos pedidos, sino rematar un crucero de superlujo que nunca se había ejecutado en Vigo. Como con las plataformas petrolíferas, salió mal. Pero la empresa que lo había encargado tenía dinero y necesitaba su barco, que ya acumulaba retrasos y sobrecostes. Se llama Cruise Yacht YardCo y es filial de uno de los mayores fondos de inversión del mundo: Oaktree Capital Management. Con la participación estelar como socio del magnate fundador de PokerStars, el israelí Mark Scheinberg. Y usando como marca comercial la florida The Ritz-Carlton Yacht Collection.

Oaktree, a través de un intrincado entramado societario con ramificaciones en Luxemburgo, Liechtenstein, Malta, Singapur y las Caimán, tomó el control de Hijos de J. Barreras. Para hacer exclusivamente su barco: tanto en el juicio contra Havila como en el proceso arbitral de Armas, se evidenció que la nueva propiedad, ejercida por el directivo canadiense Douglas Allan Prothero, nunca intentó ni retomar la construcción de los barcos ni abordar una salida indolora para el astillero. 

Promesas incumplidas

Cuando hubo completado lo suficiente su crucero prémium (el Evrima) y con el respaldo del erario español -hasta el Consejo de Ministros validó liberar una subvención de 23,6 millones-, se llevó el barco de Vigo para no volver más. Aseguró que solo estaría unas semanas en Santander, pero que retornaría a las Rías Baixas; no sucedió. Hasta se llevó grúas y escaleras. Sin intención de dirigir el astillero para nuevos proyectos, y pese a que había prometido dos barcos de pasaje más de ultralujo, el fondo procedió a la liquidación ordenada de la empresa.

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Así que los 37 millones de Havila y los 28 de Armas se han topado contra ese armazón podrido que es una sociedad anónima sin activos que liquidar. Toda una tragedia griega con posible final alternativo, porque hay un resquicio, una vía de escape cuyas posibilidades de éxito se podrán evaluar el lunes 19 de junio. Así será si William Capmbell, ex director general del astillero, puede demostrar la vinculación directa entre la SA de Barreras y Oaktree Capital Management.

La estrategia es la del denominado levantamiento del velo, que es un concepto que define la teoría jurídica por medio de la cual se puede ingresar en el entramado de una empresa para responsabilizar al administrador o a otras empresas que actúen a la sombra de la compañía responsable. Oaktree dispone de activos bajo gestión por más de 170.000 millones de dólares, suficiente dinero para costear 340 Evrimas y hacer un buen cadalso para el aliento último de Hijos de J. Barreras.