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Los viajes de Pedro Sánchez

Los analistas aseveran que, con el tiempo, los mandatarios se aburren de la política interior y empiezan a fijarse grandes metas y desafíos internacionales. Buscan su lugar en los libros de historia

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con su homólogo estadounidense, Joe Biden.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con su homólogo estadounidense, Joe Biden.

Hacia el final de la ópera 'Nixon en China', de John Adams, estrenada esta semana en el Teatro Real de Madrid, empiezan a proyectarse fotografías de encuentros históricos entre líderes occidentales y asiáticos. Al final, sorprendiendo a una audiencia que reacciona con risas y onomatopeyas diversas, aparecen retratados el presidente del Gobierno español con el líder chino, Xi Jinping. Ambos mandatarios se reunieron el 31 de marzo en Pekín. Dado que estas óperas no se producen de un día para otro, hay que felicitar a sus productores por la reacción de última hora al colocar la imagen.

Cuando se estrenó en 1987 esta densa y apasionante obra generó algunas críticas. Hay quien consideró que era una manera de blanquear en cierta medida la figura del presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, que dimitió de su cargo por el caso Watergate. Con el paso del tiempo, los historiadores han ido limando la figura de aquel presidente, concluyendo que sin aquel escándalo de espionaje al partido político rival (el Demócrata) y mentiras, Nixon sería considerado hoy uno de los grandes estadistas de la historia de su país. ¿La razón? La política exterior, especialmente el inicio de las relaciones con China, país que visitó en 1972 y que retrata admirablemente Adams. También empezó el deshielo con la Unión Soviética y puso las bases para el fin de la guerra de Vietnam.

La política exterior no hace ganar elecciones. El caso más estudiado es la derrota de Winston Churchill tras haber ganado la segunda guerra mundial y ser considerado un héroe en su país. Sin embargo, el pueblo británico consideró que la recuperación económica y social del país de la posguerra la debía liderar el partido laborista, que arrasó al conservador de Churchill en julio de 1945. Otro ejemplo más cercano: George Bush perdió contra Bill Clinton en 1992, a pesar de haber gestionado el fin de la guerra fría, la reunificación alemana y liberar a Kuwait de la invasión iraquí. Pesó más la crisis económica y la irrupción de un tercer candidato, el empresario Ross Perot (un antecesor ideológico de Donald Trump), que dispersó el voto de derechas estadounidense.

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Pedro Sánchez ha estado en China y el 12 de mayo será recibido en la Casa Blanca por Joe Biden. El 23 de febrero estuvo en Kiev reunido con Volodimir Zelenski. Recientemente se ha visto con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y con la primera ministra italiana, Georgia Meloni. Sus encuentros con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, son habituales. En el segundo semestre de este año, la presidencia semestral que corresponde a España de la UE le otorgará focos y propaganda.

Los analistas de la historia política aseveran que, con el tiempo, los mandatarios se aburren de la política interior y empiezan a fijarse grandes metas y desafíos internacionales. Buscan su lugar en los libros de historia y, quién sabe, en las óperas del futuro. Al menos, el día que se votó la proposición de ley que modifica -menos mal- el «sí es sí» Sánchez se fue a Doñana y no al extranjero.