Opinión | ALTA FIDELIDAD

Querer y quererse bien

Es bonita esta generación de mujeres nacidas en los 90 que están haciendo música y escribiendo novelas con muchos hilos en común

La cantante María de la Flor

La cantante María de la Flor / EPE

Acabo de descubrir a María de la Flor. Me avergüenza un poco porque la madrileña publicó hace años su primer disco, Hilanderas, así lleva ya un tiempo publicando delicadas canciones que crujen como el pan recién hecho, que se elevan echando raíces en la tradición musical española y latinoamericana. Cantante prodigiosa, compositora y letrista, acaba de publicar un EP de cuatro canciones que se llama Resalada y que es, como ella misma explica, una búsqueda de la luz, de la alegría, un alegato a favor de la fraternidad y un canto al amor propio.

El último tema de este conjunto de canciones se llama Mírame, que es una forma preciosa de decir: “Quiéreme tal y como estás viendo que soy y como yo he aprendido a quererme”. Pensaba, hablando con ella hace unos días en la radio y emocionándome ante sus ojos claros y sonrientes y sus cuidadas palabras que es bonita esta generación de mujeres nacidas en los 90 que están haciendo música y escribiendo novelas con muchos hilos en común, pero quizá el de querer y quererse bien es el principal.

Pensaba que las canciones de María de la Flor le gustarían a Sara Torres y que algunas encajarían muy bien en su novela La seducción, una historia sobre el deseo entre una joven y una mujer más mayor y los tiempos para la seducción que una y otra anhelan. En la novela también aparece la música de la cantaora Ángeles Toledano, una joven flamenca que nos va a dar muchas alegrías y que hace poco participó en Tengo tres estrellas y veinte cruces, esa barbaridad de disco entorno al Poema del cante jondo de Lorca que capitaneó Víctor Cabezuelo y en el que rock, el flamenco y el jazz se funden de forma prodigiosa.

En los libros de Sara Torres la música siempre está muy presente y además de querer dejar por escrito, como un aviso, el nombre de Toledano, que ya trabaja en su primer álbum en solitario, en La seducción hay un capítulo en el que las protagonistas acuden a un recital de piano con obras de Glass, Ravel y Monteverdi, en concreto el madrigal Lamento de la ninfa que la pianista de la novela explica y ella misma recita: “Amor, amor, ella dirige su llanto hacia el cielo. Y así es que, en el corazón de los amantes, el amor mezcla fuego y hielo”.

Leyendo este fragmento yo no podía evitar escucharlo recitado por Maria Arnal, la cantante y compositora que ha hecho de la experimentación con la tradición una bandera. Me gusta que escritoras, cantantes, compositoras de esta generación se influyan las unas a las otras, compartan inspiración, letras, forma de ver la vida. Me gusta escuchar sus libros, me gusta leer sus discos.