Opinión | PERIFÉRICOS Y CONSUMIBLES

Si este no es mi hogar, no tengo un hogar

Nada nos prepara para las ficciones diarias, como la de las siamesas Abby y Brittany o la del rescate de un pompón

Abby y Britany Hensel, con Josh Bowling, marido de la primera

Abby y Britany Hensel, con Josh Bowling, marido de la primera / EPE

Quería escribir sobre Franz Kafka y del centenario de su fallecimiento. Escribir de la norma y de la excepción. De todo lo visible y lo invisible. Del humor que encierra la extrañeza. Escribir algo sobre este Kafka de luxe entre procesos y transformaciones. Pero entre pitos y flautas se me ha cruzado una ilusión óptica que se conoce como «la ventana de Ames», que parece ser una ventana común pero que en realidad es un recorte trapezoidal que gira sobre un eje. Esta ilusión demuestra la poderosa influencia de los sesgos cognitivos en nuestra percepción, poniendo de manifiesto cómo el cerebro prioriza el conocimiento previo sobre la información sensorial.

Y de aquí, a una confesión. Nada del otro mundo, no se crean. Llevo mucho tiempo pensando en la creación literaria como en un proceso de fluidización. No me pregunten por qué. La imagino como imagino la arena cuando está bajo un flujo constante de aire, que actúa como un líquido. Aunque es sólida -la arena y la literatura-, gracias a este aire, fluye y se mueve. La literatura le debe más a Heráclito que Éfeso, ese oscuro objeto de filósofo, que a la feria del libro de Fráncfort y Guadalajara en comandita genérica y de mercadotecnia.  

Si este no es mi hogar, no tengo un hogar. Así ha titulado la genial Lorrie Moore su última novela. La Moore es una debilidad en esta casa, ya se lo digo yo. Como lo es también John Barth, que acaba de abandonar la vida y la literatura por agotamiento. Kafka, percepción, conocimiento, sentido. Nada nos prepara para las ficciones diarias. Quién escribirá la historia del matrimonio de Abby Hensel, una de las famosas siamesas norteamericanas.

Historias

Abby se ha casado. Está unida a su hermana Brittany. Son gemelas siamesas bicéfalas. Dos cabezas, dos brazos, dos médulas espinales, tres pulmones, dos mamas, dos corazones con un sistema circulatorio compartido, un hígado, dos estómagos, tres riñones, dos vesículas biliares, dos vejigas, una caja torácica, un intestino grueso, un sistema reproductivo, una pelvis, dos piernas. Quién contará la novela del exobispo que se ha casado -ya no hay más bodas- con una escritora de novela erótica. Quién la de la mujer que rescató a un bebé erizo y el veterinario le descubrió, después de una noche de cuidados y comida sin tocar, que era el pompón de un gorro.

Quién la de la mujer que ha dado dos besos en Madrid a Viggo Mortensen pero no puede decírselo a nadie porque estaba allí teniendo un affaire secreto. Quién la de la Madre Verónica Berzosa, que afirma vehemente que «al final, en la tarde, solo queda el amor». Quién la del que casi asistió a una sesión de Meditación y filosofía gnóstica en la que preguntaban: «¿Quién soy? ¿Por qué existo? ¿Por qué sufro? ¿Cómo orientarme? ¿Qué hay más allá de la muerte? Y otros temas más». O sea, como la canción de Siniestro Total, pero sin su gracia. Quién contará la mía. Si puedo elegir, que sean Franz o Lorrie.