Opinión | OPINIÓN

La literatura tiene nombre de mujer

Desde hace ya muchos años, los que nos dedicamos al mundo editorial sabemos que la literatura es de las mujeres

Lidia Poët , la primera abogada italiana moderna

Lidia Poët , la primera abogada italiana moderna / EPE

Desde hace ya muchos años, los que nos dedicamos al mundo editorial sabemos que la literatura es de las mujeres. Hoy en día cuesta entender cómo una sociedad, la nuestra, no lo analizaba así hace tan sólo 20 años. Ahora las estadísticas, siempre frías pero concluyentes, lo demuestran. Para apoyar el ridículo que en muchas ocasiones hacen las comunidades, cito el caso de Lidia Pöet, abogada italiana de finales del siglo XIX a la que se le prohibió ejercer su profesión por ser mujer. Licenciada a los 26 años, tuvo que esperar hasta los 65 tras un cambio en la ley.

Su historia está narrada en una serie de televisión, producida el pasado año y titulada La ley de Lidia Pöet. Su forma de trabajar en los primeros casos demostraba una mayor inteligencia en la estrategia. El fiscal general presentó un escrito ante el Tribunal de Apelación para que rechazaran su solicitud en el Colegio de Abogados. Los magistrados aceptaron razonando que "las mujeres no pueden ejercer la abogacía al ser cargo público". Corría el año 1883. Observar las escenas en las que los togados se ríen de Pöet por el hecho de ser mujer avergüenza, y más a un hombre.

En nuestro país las cosas comenzaron a cambiar hace tiempo, pero no en exceso. Por ejemplo, en la crítica literaria, donde el número de hombres es muy superior al de mujeres. La crítica de un libro no deja de ser un punto de vista y eso pasa por la sensibilidad, además del conocimiento, del autor de la misma. Es cierto que estamos en vías de normalización, pero no es excusa.

Lo mismo sucede con las escritoras olvidadas. Una de las críticas de ABRIL, Anna Maria Iglesia, cita en el reportaje que publicamos en este número a Mercedes Pinto, Dolores Medio, Hortensia Blanch; o a Eunice Odio, Alcira Soust Scaffo o Rosario Ferré, escondidas por el boom latinoamericano. O a la italiana Grazia Deledda, Premio Nobel de 1926, y no estudiada en la escuela en Italia. Todos los días hay que mirarse al espejo, pero hoy un poco más.