CRÍTICA

'Una liturgia común', de Joan Didion: una norteamericana no muy atípica

En esta lograda novela, la autora de 'El año del pensamiento mágico' indaga en dos formas de encarar la vida y la muerte

La escritora Joan Didion, autora de 'Una liturgia común'

La escritora Joan Didion, autora de 'Una liturgia común' / EPE

Anna Maria Iglesia

"A diferencia de Charlotte –confiesa Grace Strasser‐Mendana–, aprendí pronto a mantener a la muerte en mi campo visual, a mantenerla vigilada, en terreno abierto, lejos de la espesura donde pudiera ocultarse y pasar desapercibida". Grace es la narradora de Una liturgia común, la tercera y más lograda novela de Joan Didion (Sacramento, 1934-Nueva York, 2021). Norteamericana de 60 años viuda de uno de los hombres más ricos y poderosos de Boca Grande, país sin historia en el que viven grandes fortunas estadounidenses, Grace no es Didion. No hay nada que las acomune a excepción de esa capacidad no solo de mantener la muerte en su campo visual, sino de enfrentarla.

Escrita en 1977, esta novela precede en varias épocas a El año del pensamiento mágico y Noches azules, los dos libros de carácter memorialístico en los que Didion se enfrentó no solo a la muerte de su marido y de su hija, también a la vida marcada por las ausencias. "En calidad de escritora, ya de niña, mucho antes de que empezaran a publicarme lo que escribía, desarrollé la sensación de que el significado en sí residía en los ritmos de las palabras, las oraciones y los párrafos, técnicas para ocultar lo que fuera que yo pensaba o creía detrás de una página cada vez más impenetrable", escribió en las primeras páginas de El año del pensamiento mágico, donde reconoció, sin embargo, que en esta ocasión quería mostrar todos los "fotogramas de la memoria", consciente de que las palabras no le bastaban para encontrar los significados a lo largo de un texto en el que esconderse era imposible.

En Una liturgia común, por el contrario, encontramos a la Didion que oculta lo que piensa, la que narra desde una paradójica lejanía: próxima a lo que se narra, pero lejana en su implicación. De ahí la ironía, el estilo conciso, la aversión hacia lo melodramático. Y también la figura de Grace, la narradora como voz interpuesta entre la autora y Charlotte, la protagonista: "Moriré (y bastante pronto, de cáncer de páncreas), ni esperanza ni todo lo contrario. Lo único que me interesa de Charlotte Douglas es lo relacionado con su paso por Boca Grande, porque el significado de su estancia aún se me escapa", confiesa Grace. 

La vida y la muerte

A través de ella, Didion indaga en dos maneras de enfrentarse a la vida y a la muerte: la de Grace, que se asoma al precipicio, que se abrió con la muerte de su marido y que se abre ante su próxima muerte, y la de Charlotte, que, por el contrario, huye a través de la recreación de la realidad que se le hace incomprensible: "Como hija de una familia bien de clase media en la zona templada del planeta, siempre había recibido, como algo normal, sábanas limpias, ortodoncia, chuletas de cordero, abuelos vivos..." y, como hija de una familia bien, en sus oraciones de niña "Charlotte pedía rutinariamente que todo saliera bien" y nunca "se le ocurrió pensar que aquel todo podía no salir bien".

Charlotte parece incapaz de asumir la pérdida de su hija, cuyo paradero se desconoce después de que, junto al grupo de radicales marxistas, intentara secuestrar un avión. Incapaz de entender por completo las decisiones de su hija, paradójicamente fruto de su relación con un marido un abogado con oscuros negocios vinculados a las armas, vive todo lo que le sucede –la falta de noticias de su hija, el registro de su casa e incluso la muerte prematura de su bebé– con frivolidad.

"Nunca he conocido a nadie que llevara una vida tan poco reflexiva", afirma. Su falta de reflexión es fruto de una ignorancia que no es exclusiva suya: en Arrastrarse hacia Belén, comentó Didion que entre 1945 y 1967 la sociedad americana olvidó explicarles a los niños las reglas del juego al que estaban jugando. Charlotte no se las explicó a su hija porque no las conocía: "Era virgen en historia, inexperta en política, con sorprendentes lagunas en sus conocimientos de cultura general, Charlotte era una norteamericana no muy atípica".

Una liturgia común retrata el aislamiento de la alta sociedad norteamericana, que tiene que ver con la despreocupación, la abundancia, la ignorancia, la frivolidad y la incapacidad de captar el significado de la realidad circundante. Como Grace, Didion busca esos significados, trata de dotar de sentido la experiencia de Charlotte y la sociedad norteamericana. El escenario de fondo, Boca Grande, país inventado, sin historia, sin contactos internacionales y con grandes fortunas, es el reflejo de ese aislamiento en el que vive Charlotte y que es el de parte de la sociedad estadounidense.

'Una liturgia común'

Joan Didion

Traducción de  Olivia De Miguel Crespo

Random House

256 páginas

20,90 euros