CRÍTICA

'21 odas de invierno', de David Pujante: testimonio poético

En esta bella obra, no exenta de crítica, el poeta cartagenero pone la cultura al servicio de la meditación

El poeta David Pujante

El poeta David Pujante / EPE

Juan Carlos Abril

David Pujante (Cartagena, 1953) es un poeta ya conocido y reconocido por los lectores y la crítica. Su obra se nos muestra como un crisol de depuración estilística o rigor expresivo, y con 21 odas de invierno ha vuelto a regalarnos una entrega llena de sensualidad. De una trayectoria muy consolidada en el panorama literario peninsular, nuestro poeta ha publicado con anterioridad, entre los más recientes, La isla (2002), Animales despiertos (2013) y El sueño de una sombra (2019).

21 odas de invierno se estructura en 21 composiciones de largo e intenso aliento, rebosando elegancia desde la admiración del mundo, a través de un canto sostenido a las cosas, y al mismo tiempo destilando gotas elegiacas por lo que inevitablemente abandonamos. El poema Meditación del tiempo (25-26) refleja con lucidez un estado de ánimo de quien ve que le quedan por vivir menos horas de las que ha disfrutado: "En aquellos momentos aún el tiempo / era un hilo de plata sin fisuras, / largo sin inquietud. Era el comienzo. / En él se entretejía / la vida de un muchacho que soñaba sin tregua" (25).

La voz lírica se sitúa en un lugar poco cómodo para la meditación, ya que debe realizar un balance no siempre satisfactorio, no solo por el tiempo ido, sino por el que queda y que está por venir, poco propicio ya por la edad, que no perdona, la sombra de la enfermedad o la amenaza de la muerte.

Celebración de la existencia

Aun así, 21 odas de invierno celebra con vuelo lírico nuestra existencia, transportándonos y apresándonos bajo su impulso –que en ningún momento decae– poético. Esa sería la primera lectura. La segunda se halla en la respiración crítica de sus páginas. La tercera haría referencia a la atmósfera culturalista, aunque en realidad las tres se combinan y entrecruzan, estableciendo lazos por los que el lector va acomodando su propia imagen y mirada, su voz nostálgica, su selección de recuerdos y sabores

Su poesía posee un componente sensorial muy destacado desde los primeros compases: "¿Amaré todavía –resbalando los ojos / por lo que ya me niega el tacto de las pieles, / por lo que ya me niega el yugo del invierno de la carne– / hoy sin la arremetida del glande en granazón, / sin el impulso aquel de tantos años?" (9). Vemos desde el inicio que 21 odas de invierno va acordando homenajes a autores antiguos y modernos, poetas o personajes históricos, junto a la celebración de lo perdido, alternando el escepticismo ante el mundo inexorable y cruel que nos ha tocado vivir, y comparándolo con otras épocas que, aunque idealizadas, suponen hitos de la humanidad.

Pujante ha creado un testimonio poético que ningún lector debe perderse

El poema La renuncia del duque de Urbino (27-30) plantea el paso del manuscrito medieval a la prensa de imprenta moderna con tipos móviles, hacia 1450. "Me represento, a veces, / a aquel duque de Urbino, / el día, innecesario para él, que permitió que entrara el libro impreso / –por qué debilidad, por qué curiosidad, no lo sabemos– / en su vieja y soberbia biblioteca / de hermosos manuscritos, / de iluminadas joyas singulares" (28).

En Las palabras y las cosas, Michel Foucault advirtió sobre el pliegue epistemológico que se produjo en el siglo XVI, justo con la quiebra de los valores feudales, y todo lo que supuso la Galaxia Gutenberg, feliz término acuñado por McLuhan. Ese poema, además, dialoga con De libros (51-52), donde el sujeto verbal se pregunta por el destino de su biblioteca en plena era digital: "¿Quién los querrá después, / en los tiempos del Kindle– / biblioteca electrónica que no requiere espacio? / Compré casas más grandes para que me cupieran. / La pasión del bibliófilo es algo ya caduco, sin embargo, / en nuestra sociedad" (51).

Pujante ha creado un libro bello no exento de crítica, donde la cultura se pone al servicio de la meditación, con monólogos dramáticos, y donde deja el testigo a las nuevas generaciones: "Yo he cumplido. Y ahora / vengan otros, los nuevos, / a descubrir su orbe, virgen, de la poesía, / que lo llenen con sus predilecciones / y con todos sus gozos. // Ya me duermo" (67), nos dice en los versos finales. Todo un testimonio poético que ningún lector debe perderse.

'21 odas de invierno'

David Pujante

Milenio

82 páginas

12 euros