CRÍTICA

'Casada i callada', de Emma Zafón: cuando las mujeres no eran nada

La autora, también periodista, se traslada a los años 70 para retratar un matrimonio-prisión en su novela debut

La periodista y escritora Emma Zafón

La periodista y escritora Emma Zafón / EPE

Valèria Gaillard

La escritora y periodista Emma Zafón (Llucena, Castellón, 1987) viaja a una época, los 70, en que la mayoría de mujeres vivían a la sombra de sus maridos, atrapadas en un matrimonio-prisión. Casada i callada, su novela debut -en 2016 publicó con Chimo Bayo No iba a salir y me lie (Roca)-, revela a una autora de sensibilidad y talento que, con una construcción sencilla y lineal, es capaz de dar vida a una constelación familiar en el centro de la cual se halla una mujer. Es a través de sus ojos que se va desgranando retrospectivamente la historia, muy de actualidad puesto que aborda el tema de la violencia de género.

Hija del panadero del pueblo, la protagonista aspira y llega a ser maestra, pero su futuro está fijado de antemano: "Todas las chicas nos criábamos con la presión de encontrar a un marido a quien servir y a quien querer por encima de nosotras mismas". Tampoco ha recibido ningún tipo de educación sexual y los terrores relacionados con un posible embarazo persiguen su juventud cándida pero también fogosa. Y luego, claro, conoce a Ximo en la fiesta del pueblo y su vida bascula. Apuesto, de clase social superior (su familia tiene una fábrica de cerámica) y procedente de Alcora, cuando la saca a bailar en una fiesta ni ella misma se lo cree. Así se establece una relación desigual en la que el hombre siempre tiene el poder.

El relato, ágil gracias a capítulos cortos y bien definidos, avanza para contar cómo se va transformando esta relación del amor más intenso, con dos hijos pequeños de por medio, a un odio triste. La maestra se siente estafada y empieza a poner límites a su "servitud incondicional", pero no tiene más remedio que tragar y callar. Si bien ya se vivía en democracia, la palabra divorcio era tabú y la mujer que se atrevía a pedirlo era una "mala mujer divorciada".

Microcosmos de mujeres

Los maltratos son cada vez más insoportables; la sumisión, total. "Yo no era nada", afirma en un momento la protagonista, cuyo nombre, en un gesto significativo, solo se revela al final del relato. Sin embargo, la novela no está exenta de humor, con escenas divertidas que sirven para pintar con cuatro pinceladas este microcosmos integrado por mujeres humildes que tratan de salir adelante en el contexto histórico y social que les ha tocado vivir.

En su afán realista costumbrista, la autora también indaga sobre la realidad lingüística de la época, que se pone en evidencia sobre todo en las fiestas. "Los jóvenes que venían de arriba, del Castillo o de Villahermosa", hablaban castellano, cosa que a los habitantes de Llucena les resultaba "exótico" porque decían "moza" o "zagala", mientras que los jóvenes que provenían "de abajo", de pueblos como Figueroles, Alcora y Atzeneta, hablaban catalán, como en Llucena, y eso les acerca "a una valencianidad que siempre les había quedado lejos".

Así, los flirteos suponían también un "cruce lingüístico". De hecho, el aspecto lingüístico es uno de los puntos fuertes de la novela. Descubrimos un festival de expresiones autóctonas, los barbarismos que más circulaban, un catalán meridional tan efervescente como alejado de los diccionarios y las gramáticas. En este sentido, Zafón se alinea al lado de autoras como Marta Rojals y Maria Climent que exploran la riqueza del registro oral.

'Casada i callada'

Emma Zafón

Empúries 

200 páginas

18,90 euros