CRÍTICA

Crítica de las 'Cartas' de Lovecraft: el taller de un artista concienzudo

La correspondencia conforma una biografía sentida y erudita del autor, convertido en una suerte de ídolo pop de los escalofríos

El escritor H. P. Lovecraft

El escritor H. P. Lovecraft / EPE

Confieso que me he adentrado en las casi 600 páginas de este volumen de la correspondencia de H. P. Lovecraft (Providence, 1890-1937) desde una posición algo dudosa: no había leído una sola página del autor y no se me ocurría motivo para hacerlo en el futuro. Mis anteriores exploraciones del terror literario (en especial leyendo a Edgar Allan Poe, maestro de Lovecraft) me habían dejado frío y aburrido, y sintiendo menos miedo por los monstruos, las gárgolas góticas y el histerismo ambiental que leyendo cualquier novela de Honoré de Balzac sobre la depredación humana. 

También he entrado al libro con numerosos prejuicios. Estaba convencido de que Lovecraft (convertido ahora en una suerte de ídolo pop de los escalofríos y dominador absoluto de los cefalópodos de peluche) sería un autor intuitivo, de ideas oscuras, algo chapucero y creyente en las artes oscuras o por lo menos en el mesmerismo. Y nada de eso. Aunque la vida de Lovecraft (un espíritu patricio sin blasón ni patrimonio) fue un tanto esquinada y anónima (público toda su vida en revistas sin el menor prestigio literario), las cartas revelan a un autor concienzudo, racional, consciente y laborioso. 

"Lo extraño"

Lovecraft odiaba el arte sentimental, el barato y el popular (y con el tiempo llegó a aborrecer las revistas donde publicaba). Dedicó su vida a extraer muy despacio de su sensibilidad relatos dedicados a lo que él llamaba "lo extraño": la representación de las presiones que lo desconocido ejerce sobre los nervios humanos. Consideraba la sensación de extrañeza como una de las experiencias básicas de la conciencia humana, equiparable con el enamoramiento, el arraigo, la ambición o la guerra, aunque la ficción extraña no haya conseguido el reconocimiento crítico de Romeo y Julieta o de El rojo y el negro

Estaba además convencido de que aunque la ciencia y el agnosticismo erosionasen los viejos temores a brujas, fantasmas y demonios la sensación de extrañeza se trasladaría a las inmensidades del tiempo y a las oscuridades del espacio y sus millones de planetas. Su propia trayectoria traza un puente entre los últimos estertores del terror gótico y la ciencia ficción.

Espectáculo

Pero el mayor espectáculo que ofrecen estas cartas es la precisión y la insistencia con la que Lovecraft trata de definir lo extraño, de elaborar criterios para distinguir un relato artístico (los suyos) de un relato facturado para halagar el gusto popular, de especificar sus procesos creativos y el trabajo artesanal que le conduce a desarrollar y a cerrar un relato. Que todo esta dedicación se la plantease pese a la propagación miserable de sus relatos le da a estas cartas un halo heroico. 

He llegado a este libro interesado en su editor, Javier Calvo, cuyo regreso a la ficción después de la magnífica Piel de plata se hace esperar. Y Calvo no decepciona. Además del soberbio prólogo (que expone la monomanía de la correspondencia), antepone a cada año (la ordenación de las cartas es cronológica) unas páginas que conforman una biografía sentida y erudita de Lovecraft. A este volumen (centrado en la literatura) seguirán dos dedicados a los sueños y a las ideas políticas de Lovecraft. Para entretener la espera pienso entrar en cuanto entregue este texto en el territorio de lo extraño.

'Escribir contra los hombres. Cartas (I)'

H. P. Lovecraft

Traducción de Javier Calvo

Aristas Martínez Ediciones

544 páginas

34,90 euros