ENTREVISTA

Jonathan Coe: "Me asombra que el libro físico aún exista"

El escritor Jonathan Coe, fotografiado en Barcelona

El escritor Jonathan Coe, fotografiado en Barcelona / Ricard Cugat

Juan Cruz

Juan Cruz

Nada más empezar a leer esta novela de Jonathan Coe (Birmingham, 1962) siente uno que el escritor que en los años recientes ha sido acosado por la prensa, por este periodista también, para que hable de los sucesos políticos que hicieron que su tierra natal, Reino Unido, se desgajara de Europa, ya es otro. Ya se libró del ambiente opresivo que fue la dramática decisión británica a la que él mismo se oponía.

El corazón de Inglaterra, título de su novela anterior, fue su principal declaración contra el Brexit, pero, harto de que se le pregunte por este demonio reciente de los ingleses, advirtió entre bromas que se cercioraran sus colaboradores en Anagrama, con la que ha publicado toda su obra, de que esta vez no iba a haber sobre la mesa cuestiones de la misma naturaleza.

Cómo las iba a haber. El libro es una delicia de ficción que, desde que se comienza a leer parece narrar una realidad sin paliativos. El señor Wilder y yo trata del cineasta de ese apellido, Billy Wilder, cuya biografía y actitudes son de amplio conocimiento mundial, por sus películas, por su sentido del humor y porque fue un genio principal del cine de posguerra en Estados Unidos, donde se asiló a raíz del nazismo, y en el mundo entero.

Si cuento más de la novela no irían a buscarla y no leerían lo que sigue. Hicimos la entrevista telemáticamente. Él fue encantador, como su libro.

P. ¿Cómo consiguió esa sensación de realidad que inspira esta ficción? 

R. Desde hace tiempo, quería escribir un libro sobre Billy Wilder de no ficción. Hace unos seis años vi un documental sobre el rodaje de Fedora y esa película me intrigó de verdad. Era el momento en que su carrera no iba muy bien, le estaba adelantando una nueva generación de cineastas y eso estaba siendo doloroso. Mi editora en Londres me dijo que en Reino Unido no nos importa el cine ni los libros sobre cine, y Billy Wilder es un director muy antiguo, nadie quiere leer sobre él. Así que lo aparté y escribí El corazón de Inglaterra. Cuando volví a este libro decidí hacerlo no sólo sobre Billy Wilder en un cierto momento de su carrera.

P. Su editora inglesa le dijo lo contrario de lo que exclamó Fernando Trueba cuando agradeció su Oscar, que dijo que Billy Wilder era Dios… 

R. Conozco a Trueba, y es una delicia de persona. Le admiro desde hace años. No sabía que conociera tan bien a Wilder. Mientras y escribía el libro solía era entrar en Twitter y buscar las palabras Billy Wilder para saber qué decía la gente sobre él. Y el 80% de lo que había estaba en español. Yo no soy sólo fan de las primeras películas de Wilder, también me encantan las de los 60 y los 70, las que escribió con Iz Diamond. Y adivinaba, por los comentarios que veía en Twitter, que el único país en el que estas películas seguían siendo populares es España. 

P. Azcona tenía un humor parecido. Usted toca el corazón de la extraña amistad que nos une a Wilder.

R. Sí. Desafortunadamente, en Reino Unido no conocemos el cine español. Conocemos a Almodóvar porque es famoso en todo el mundo, pero no vemos mucho cine extranjero. Hace diez o quince años escuché por primera vez la palabra Berlanga. Un amigo español me recomendó Bienvenido Mister MarshallEl verdugo. Y pensé: caramba, pero si son películas de Billy Wilder hechas en España en los 50 y los 60.

P. Billy Wilder estaba muy cercano a una forma europea, incluso italiana o española, de ver la vida. 

R. Sí, es irónico. Agridulce. Creo que por eso es tan buen cineasta. Hizo las películas más agudas y visionarias sobre América sin perder nunca su perspectiva europea. Muchos de los grandes directores y guionistas de Hollywood venían de Europa, pero ninguno de ellos tenía un ojo tan agudo y cínico para América como el que tenía Billy Wilder. Y al mismo tiempo estaba muy agradecido a América y la quería mucho por haberle dado refugio. Tenía una relación de amor-odio con la vida americana y la cultura y la política, que es lo que hace que sus películas sean tan complejas e interesantes.

P. Desde el principio del libro da la sensación de que hay una rapidez que nace de que le gusta lo que cuenta, de que lo disfruta. ¿Es así?

R. Sí. Al principio estaba un poco nervioso porque nunca había intentado escribir un libro sobre una persona real. Además, estaba escribiendo desde el punto de vista de una mujer joven, lo que era extraño para mí, pero resultó ser un libro con suerte. Hay libros con suerte y libros con mala suerte, libros fáciles y otros difíciles. Este resultó ser afortunado y fácil. Decidí estructurarlo alrededor de una serie de comidas. La primera gran sección del libro tiene lugar en el restaurante que Billy tenía en Beverly Hills, el Bistro, en el que comen comida francesa. Luego está Grecia, donde tuvo lugar el rodaje y tienen estas maravillosas cenas al fresco de comida griega. Y luego en Alemania, donde hay otro restaurante en el que comen comida bávara y Wilder habla de sus recuerdos del Holocausto y de lo que le pasó a su familia. Y terminamos en Francia, donde tienen este momento de epifanía cuando van al campo y comen queso Brie y beben vino tinto.

P. Es un libro soleado, lleno de amor por el cine. No sólo por su parte, sino también por la de Wilder, que dice adiós a varios prejuicios y termina amando a Spielberg.

R. Sí. En la vida de un artista, siempre es un momento muy doloroso cuando te das cuenta de que ya no entiendes el gusto del público. Y que la gente que va al cine ya no quiere ver las películas que haces. Así que también hay dolor en el libro, porque eso es lo que Wilder siente. Él era un tío listo, inteligente y también generoso. Por supuesto, estaba viendo las nuevas películas de Coppola, Scorsese y Spielberg, y sabía que estaba pasando algo muy nuevo y emocionante en Hollywood. Y eso le excitaba. Pero le creaba ansiedad y temor, porque se daba cuenta de que las películas que él hacía se estaban pasando de moda. Es agridulce, pero hay un verdadero aprecio y generosidad hacia esos chavales con barba, como él los llamaba. Y siguió, aunque poco después del momento que describe mi libro dejara de hacer películas, siguió viéndolas y fue muy generoso en sus juicios sobre los cineastas jóvenes. Incluyendo a Trueba, o a Volker Schlöndorff, a quien admiraba y con quien trabó amistad. Me resulta fascinante cómo los cineastas responden a otros cineastas. Hace poco vi en YouTube una entrevista con Robert Bresson cuando era muy mayor. Hablaba con muchísima pasión de una película que acababa de ver y que admiraba tanto que quería verla una y otra vez. Y era una de James Bond, con Roger Moore, For your eyes only. Me pareció increíble. Nunca hubiera pensado que Bresson era fan de James Bond. Pero nunca sabes lo que un artista va a admirar de otro.

P. Menciona usted un discurso de Wilder en una cena del rodaje. ¿Fue real esa diatriba sobre la realidad del nazismo?  

R. Lo real es que cuando se encontraba con negacionistas del Holocausto les decía: «Vale, si no hubo Holocausto, ¿dónde está mi madre?». Esa parte de la escena es verdad. Pero el contexto del restaurante bávaro en el que él ofrece una cena en honor del compositor húngaro Miklos Rozsla me lo inventé. Pero aquella sí era su respuesta a los negacionistas. Escribí la primera mitad del libro en Portugal, luego hubo un intervalo de dos meses en el que no escribí nada. Y la razón de que esperara dos meses era que no sabía cómo iba a escribir esa escena, porque la historia que Wilder iba a contar, sólo él la podía contar. Calista no la podía contar porque ella no estaba allí cuando eso ocurrió. Así que pensaba que iba a tener que escribir un monólogo, durante 30 o 40 páginas. Y no me pareció que fuera a funcionar, pensaba que iba a ser demasiado aburrido para el lector. Entonces me acordé de una cosa de Wilder que siempre me pareció un poco rara. Empezó su carrera como periodista en Viena y Berlín, escribió muchos artículos que acaban de ser traducidos y publicados. Cuando llegó a Estados Unidos dejó de hacer periodismo. Así que me di cuenta de que desde los años 30 lo único que había escrito eran guiones, películas. Se convirtió en la única manera en la que contaba historias. Así que pensé que si iba a contar la historia de su juventud tendría que ser en un guion, porque esa es la única manera en la que se expresa en la segunda mitad de su vida. Así que me puse con ese guion a modo de experimento e inmediatamente me resultó fácil. Pensé que escribiría una o dos escenas de este modo, pero en seguida me di cuenta de que escribiría así toda la historia. Cuando entregué el libro pensé que los editores me dirían que el libro les gustaba «pero esta parte en la mitad escrita a modo de guion no funciona, los lectores no te lo van a comprar». Pero no, a todo el mundo le ha gustado y para mucha gente es su parte preferida. 

P. Cuando le voy a preguntar por el libro me sale la palabra película. ¿Eso es bueno para el libro? 

R. Ya he dicho que es un libro afortunado. Algunos de mis libros se han adaptado al cine o a la televisión. Muchos de ellos se han convertido en guiones, aunque nunca se rodara la película. Pero de verdad creo que esta novela se hará película el año que viene. Porque tenemos un productor, Stephen Frears, que la quiere hacer, tenemos un guionista, Christopher Hampton, que ha escrito un guion maravilloso, tenemos un director, Jeremy Thomas, con muchas ganas de hacerla, y tenemos un actor, Christoph Waltz, que quiere interpretar a Billy Wilder. Así que con un equipo como este creo que la película se hará.

P. ¿Y quién será la chica?

R. Esto no lo sabemos todavía. 

P. ¿Tendrá usted algún papel?

R. A lo mejor hago un pequeño cameo. Le digo a quién me gustaría interpretar. Me gustaría maquillarme para parecer griego y hacer del barquero que le pregunta a Wilder: «¿Cuál es mi motivación en esta escena?». Creo que podría hacerlo. 

P. La novela también alude al final de las cosas, por ejemplo, el final del cine que representa Wilder… 

R. Bueno, eso pasa en América. Creo que en lugares como España aún se hace cine así, con directores como Trueba… Pero sí, ese cine en parte se ha trasladado a la tele, a Netflix. Pero por lo que yo entiendo la gente ya no quiere ir al cine a ver a gente hablando y diciéndose cosas ingeniosas los unos a los otros. A lo mejor fue Woody Allen el último que hizo estas películas, y su carrera está más o menos acabada.

P. Pero no sólo el cine, todo, también la prensa, la música, se ha visto invadido por internet... Internet ha matado al pasado.

R. Bueno, lo ha matado, pero también lo mantiene vivo. Ahora es facilísimo ver películas antiguas online cuando quieras. Recuerdo que cuando era adolescente y descubrí por primera vez a Billy Wilder no podía ver sus películas a no ser que las pusieran en televisión, una o dos veces al año. No se encontraban, no estaban disponibles. Ahora puedes ver la que quieras. Así que tiene razón en un sentido: internet está matando este tipo de cine, pero por otro lado lo está preservando y poniéndolo a disposición del público. Lo mismo pasa con la música. Es muy difícil ganarte la vida con la música por culpa de Spotify. Tienen que subir ahí toda su música y apenas les pagan. Pero al mismo tiempo su música puede alcanzar a un público mucho mayor que antes. Aún no sé que hará internet a los libros, ni lo sé prever. Estoy asombrado de que el libro físico aún exista y siga siendo tan popular. Pero lo es. El libro, de todas estas formas de arte, parece ser el que mejor resiste la tendencia online. Incluso ahora las ventas digitales son una proporción muy pequeña: creo que el 10% lee en digital. El resto sigue comprando un ejemplar físico.

P. ¿A qué Billy Wilder dibujó, en definitiva? 

R. Hay personas que conocieron a Billy Wilder y que dicen que mi retrato es demasiado suave, demasiado generoso. Porque él podía ser muy cruel si alguien no le caía bien. Y sus insultos eran muy ingeniosos y demoledores. Pero también era muy inteligente. Y reconocía la inteligencia y el talento en los demás… Personas a las que les gusta el libro me dicen que he devuelto a Billy Wilder a la vida. Pero no necesitaba hacerlo, porque sigue vivo, en todas las entrevistas que dio y que están en YouTube. Fue muy fácil retratarlo como personaje. Lo que hice fue casi una transcripción. Tengo otro héroe sobre el que me gustaría escribir una novela, Henry Fielding, el autor de Tom Jones. Vivió en el siglo XVIII. Pero no sé si sabré hacerlo. No tenemos registros de cómo hablaba. Mientras que sabemos exactamente cómo hablaba Wilder, cómo sonaba y lo que decía.

'El señor Wilder y yo'

Jonathan Coe

Traducción de Javier Lacruz

Anagrama

280 páginas

19,90 euros